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Política Astesiano |

Con Óscar Bottinelli

Sobre el caso Astesiano: "Toda falla es falla del mando"

"Ahora, ante la aparición de crisis sucesivas, (en el presidente) parece no haber la misma capacidad de respuesta. Ello se combina con una escasa tolerancia a la crítica", dijo Bottinelli sobre caso Astesiano.

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¿Cómo impacta en la situación del presidente de la República lo sucedido con Astesiano, su jefe de custodios?

Primero hay que considerar un elemento central: la persona que está físicamente al lado de un presidente durante todo el tiempo en que se mueve fuera de su oficina, sea el custodio principal, sea el chofer, es la persona de su mayor confianza; es quien sabe con total precisión a dónde va, con quién se reúne, con quién habla y qué dice.

Hace cuatro o cinco siglos, los grandes maestros de la política daban algunos consejos a los gobernantes, en Florencia, Venecia o Francia, al rey, príncipe, gonfaloniere o doge: Uno: aceptar la realidad, no negarla, no pelear contra ella. Dos, no poner la culpa afuera, asumir la propia responsabilidad. Tres: no subestimar a la gente; tener en cuenta que la gente es más inteligente de lo que muchas veces los dirigentes creen, saber que el hombre cuanto más simple es, más capacidad tiene de captar en profundidad. Cuatro, manejar bien los tiempos. Cuanto más se tarde en asumir la responsabilidad, más negativas son las consecuencias.

Hay ejemplos de un pasado muy cercano en que el oficialismo no siguió esos consejos, y dejó de ser oficialismo. También se debe entender -esta enseñanza tiene algún siglo menos- que los pueblos necesitan de gobernantes sólidos, que esos pueblos perciben fortaleza en quienes afrontan la realidad tal cual es y ven debilidad en quienes eluden la realidad.

Y cabe agregar un viejo principio militar, que es un principio político y organizacional: toda crisis es crisis de comando, toda falla es falla del mando.

Muchos operadores del marketing político piensan lo contrario: que ante una crisis se debe negar la realidad, poner la culpa afuera, generar nuevos impactos que tapen las causas y los efectos de la crisis, aturdir con discursos monocordes, atropellar otras voces. Y tienen su momento de éxito. Un éxito que dura lo que tarda en aflorar la realidad cruda y dura. No hay atajos que permitan eludir la realidad.

El efecto de este último camino, tenga o no éxito en el campo propagandístico, es que deja una sociedad dividida y un sistema político crispado, con baja capacidad de diálogo.

¿Cómo se evita la crispación del sistema político? ¿Qué sentido tiene el diálogo y qué capacidad de diálogo hay?

En las últimas semanas han surgido propuestas concretas de diálogo político en dos planos diferentes. No importa quién propuso qué, lo que importa es qué se propuso y para qué. Hay que aprender a juzgar las cosas en sí mismas y no en base a quién es el que propone.

Una de las propuestas de diálogo apuesta como elemento principal a elevar la convivencia democrática. Uruguay fue un país de muy buena convivencia, con altos y bajos, pero esencialmente buena, desde la restauración institucional hasta promediar el tercer lustro de este siglo. Por ahí comienza la degradación de este clima. El país ahora está más cerca del debate político de Argentina, España, la Italia de hoy o buena parte de América Latina, que de lo que fueron en Uruguay esas tres décadas post dictadura o lo fuera Italia durante gran parte de la Primera República. En un clima como el actual no hay ganadores, todos pierden. Hay mucha gente que no quiere restablecer esa convivencia, porque se queda en la cortita y no ve las cosas con perspectiva.

El otro diálogo parte de la base que hay problemas cuya resolución es un largo camino que solo puede transitarse con políticas consensuadas, de largo tiempo, que no cambien al compás de los gobiernos. La crisis demográfica de la sociedad uruguaya, la amenaza real del narcotráfico, la educación, la pobreza, la inserción internacional del país, no se resuelven por un solo gobierno y no sirven si se cambian gobierno a gobierno, no se resuelven si son políticas apoyadas por una mayoría circunstancial y rechazadas por una minoría circunstancial, cada una de las cuales a poco de girar la rueda van a cambiar de roles.

La búsqueda de grandes soluciones nacionales de consenso en base a una convivencia democrática fue la gran obsesión de Seregni. Con logros y fracasos. Pero ese es el mayor de sus legados.

Ni los entendimientos nacionales ni la convivencia democrática son contradictorios con la existencia de modelos diferentes de país, con el hecho de que cada partido político represente a sectores diferentes de la sociedad y defienda intereses contrapuestos al del otro.

Lo que tiene que haber es una voluntad dominante de diálogo y entendimiento. Y parafraseando a Seregni, eso solo lo comprenden los que tienen altura de miras.

Es muy importante no confundir estos diálogos conceptuales (como la convivencia democrática) o estratégicos (como las políticas de larga duración) con las conversaciones de quienes piensan parecido para construir una alianza política o diálogos para armar el programa para un periodo de gobierno.

¿Cómo impactan estos hechos en la gente?

Si estas situaciones ocurriesen en momentos de alza del ingreso de los hogares, aumento de salarios y estabilidad de precios, percepción de seguridad ante la delincuencia y alta satisfacción de la población, podría pensarse que su impacto fuese bajo. Pero si, a la inversa, se dan en momentos de creciente insatisfacción, lo uno potencia a lo otro.

¿Cómo evalúa la reacción del presidente de la República?

Esta es una Presidencia que ha tenido un manejo muy prolijo de la comunicación y la propaganda, con resultados exitosos. Durante la Pandemia y hasta el referéndum el presidente manejó sus mensajes con frases que podían traducirse en titulares y tweets perfectos. Quizás fuese que hasta entonces no hubo necesidad de manejo de crisis en cuanto a impactos sobre la Presidencia. Ahora, ante la aparición de crisis sucesivas, parece no haber esa misma capacidad de respuesta. Ello se combina con una escasa tolerancia a la crítica. El nerviosismo por las crisis y la intolerancia a toda crítica obnubilan el pensamiento.

¿Puede haber un punto de inflexión en la opinión pública respecto al presidente?

Los impactos sobre la opinión pública, tanto los positivos como los negativos, llevan su tiempo de maduración. Sin duda hay indicadores preocupantes para el gobierno, como fuerte caída en la visión de la seguridad pública, percepción negativa sobre la economía familiar o un juicio algo negativo sobre la situación actual del país. Y además parece percibirse que el referendum significó un punto de inflexión en la valoración del presidente.

También hay que precisar que no debe calibrarse la opinión pública por la presentación aislada de un dato favorable a uno o desfavorable al otro. Hay que analizar el conjunto de datos, las diferentes variables y su evolución. Y ahí aparecen señales diferentes a los que muchas veces se presentan y se replican en formato propagandístico.

¿Qué será relevante hacia las próximas elecciones?

La credibilidad en el oficialismo y la precepción de una alternativa. La visión de la gente sobre la economía familiar y la seguridad, y las perspectivas que cada uno vea de futuro.

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