Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada |

¡Qué miedo, madre!

Por Celsa Puente.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Alguien barre
y canta
y barre
(zuecos en la madrugada).
Alguien
dispara las puertas.
¡Qué miedo,
madre!

Rafael Alberti

 

En Uruguay, estamos frenando embestidas de grupos autoritarios desde hace ya mucho tiempo. En el año 2014 tuvimos que dar la lucha contra el plebiscito que pretendía rebajar la edad de imputabilidad penal; ahora estamos enfrentados a una nueva batalla frente a un plebiscito que se llevará adelante en las próximas elecciones nacionales del 27 de octubre y cuyos creadores han dado en llamar “Vivir sin miedo”.

Ambas propuestas apuntan a transformar la normativa vigente para reprimir con mayor fuerza el delito, una suerte de fantasía porque ya está claramente comprobado que es un mecanismo que no da resultados. La primera batalla la dimos exitosamente y logramos que no se rebajara la edad de imputabilidad penal, aunque aún estamos en pleno proceso de gestar una mirada social que salga de la percepción condenatoria de los jóvenes. Ahora estamos enfrentando la segunda batalla que lleva el miedo como bandera.

La seguridad pública es un problema que estamos afrontando en nuestro país y que de ningún modo vamos a negar, pero es seguro que el camino no es el de una reforma constitucional que puede constituirse en la habilitación del “gatillo fácil” para la Policía o la incursión a cualquier hora en los hogares bajo el pretexto de asegurar el orden. Son decisiones demasiado importantes que comprometen la vida como para presentarlas bajo la bandera de la necesidad aludiendo al miedo. ¿Qué es el miedo? Un sentimiento de angustia, ‘recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda lo contrario a lo que desea, dice el diccionario de la Real Academia Española. ¿Quiere alguien que ingresen a cualquier hora de la noche irrumpiendo la tranquilidad hogareña por una sospecha o una denuncia que podría ser infundada? Desconozco su opinión, lector, pero a mí esos “permisos” me dan miedo. Que la violencia engendra violencia parece ser a esta altura una premisa incuestionable.

Pero aún hay más datos que deben darse a conocer. Entre las cuestiones que esta reforma propone está la contratación de 1.000 efectivos policiales retirados con su correspondiente restauración de permiso de porte de armas -seguramente sin los controles psicofísicos a los que cualquier ciudadano que desee portar un arma debe someterse-; se habilitan los allanamientos nocturnos -parecería que justificados en el combate al tráfico de pequeña escala de sustancias psicoactivas-; y se crea una guardia nacional formada por militares, todo lo que en su conjunto se configura como una magnífica oportunidad para el avasallamiento de los derechos de la ciudadanía en aras del orden. Es importante señalar que la función de los militares está circunscripta a la seguridad nacional, a la preservación de la soberanía y la integridad territorial. ¿Cómo puede pensarse que estas personas estén preparadas para la seguridad pública?

En la misma lógica de la elaboración de medidas descabelladas y absolutas, se elimina el régimen de libertad anticipada para los reclusos, lo que contraviene la idea de rehabilitación determinando inexorablemente la privación de libertad sin matices.

Sinceramente creo que se está eludiendo hacer foco donde corresponde. En lugar de pensar en mecanismos de represión, que con el eslogan de sacarnos el miedo nos generarán males mayores y miedos de volumen superior, deberíamos preguntarnos acerca de las políticas a ser implementadas en la rehabilitación de las personas privadas de libertad para hacer de las cárceles espacios humanizantes donde prevalezcan las experiencias laborales y educativas y permitir a aquellos que se han equivocado reconstruir sus posibilidades de futuro.

Ninguna de las medidas propuestas realmente permite avizorar un futuro con mejores condiciones en materia de seguridad. Muy por el contrario, todas las medidas que se proponen apuntan a proponer como soluciones mágicas la rigurosidad disciplinaria y la amenaza del castigo seguro, evitando el necesario diseño de programas sociales que permitan una vida mejor para todos como forma verdadera de luchar contra el delito. Está comprobado que la cárcel profundiza la exclusión de origen y estigmatiza, dejando fijas y sin evolución a las familias que adoptan el estilo de vida delictivo.

A mi juicio, es necesario reaccionar de inmediato y no dejarse llevar por argumentos ficticios. Que no nos encuentre la vida con los versos de Rafael Alberti en la boca: “Algún caballo, alejándose / imprime su pie en el eco / de la calle / ¡Qué miedo, madre! […] ¡Qué horror, madre!”. La reforma no es la forma de combatir los males; seguramente los agravará.

No pongas la papeleta el 27 de octubre. Hagamos de la vida una oportunidad para todos, con políticas públicas inclusivas y generadoras de mejores niveles de desarrollo individual y colectivo.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO