A casi 365 días para las elecciones nacionales, los precandidatos van poco a poco perfilándose en cada uno de los partidos. Las caras, las sonrisas y los perfiles van dejando inevitablemente lugar a las ideas, las propuestas y las críticas. En esta sintonía es que el pasado domingo 14 de octubre en Trinidad, el precandidato Luis Lacalle Pou presentó sus propuestas a la ciudadanía. Más allá de toda crítica, siempre es bueno que los candidatos expliciten sus ideas.
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Un gobierno para evolucionar es el título de un documento de 72 páginas dividido en 19 puntos clave. La positiva por tanto se diluyó en un concepto más complejo (aunque el tic sigue denotando continuidad entre eslóganes) que es el de Evolución. Eminentemente decimonónico e inherentemente positivo, esconde una idea que a lo largo de las páginas se desprende, y es que no pretende destruir lo hecho por el partido de gobierno, sino “evolucionar”.
Algunas frases que definen el espíritu del documento, “Ni refundación ni marcha atrás: evolucionar”, “Sin intolerancias ni dogmatismos”, “Abandonar la política del odio” y la frase más alineada a la nueva tendencia política: “Hacemos política porque tenemos sueños”.
El documento repite intensamente palabras como evolución, esperanza o sueños, apelando a lo sentimental, que es evidentemente una tendencia de la nueva política, menos dogmática y más visceral. La política cada vez más apunta a lo sentimental que a lo racional.
Igualmente, no faltan las críticas al partido de gobierno en temas (como era de esperar) extremadamente sensibles, como seguridad, educación y medioambiente. Sostiene que “los gobiernos del FA fueron los más ricos de la historia” (número extremadamente discutible) y critica ferozmente que en la actualidad 2 de cada 3 personas ganen menos de 27.000 pesos. De esta forma los diezmilpesistas dejaron lugar a los quincemilpesistas y ahora, según el documento, a los veintisietemilpesistas.
En el punto 3 apunta directamente a la nueva política, titulando “Un gobierno para soñar” este capítulo. Aquí es donde aparecen las ideas más extrañas en boca de un herrerista, hijo de un expresidente que llevó adelante reformas neoliberales (e intentó muchas otras), que bromeaba con la motosierra en el “gasto” social y nieto de la mayor antítesis del primer y del segundo batllismo, Luis Alberto de Herrera.
El documento plantea que al llegar al poder, el joven delfín no ajustará ni achicará el Estado. Apunta más bien a lo que denomina “políticas públicas eficientes” y “gobiernos responsables”. A lo largo del documento se menciona no menos de cuatro veces la importancia del Estado, lo cual es muy extraño en un blanco y sobre todo en un herrerista. Una frase rompe la linealidad del documento, “El Estado debe amparar”. Una frase salida de la pluma del mismo José Batlle y Ordóñez y ahora replicada por el nieto de su mayor antítesis.
En este mismo sentido hay otras afirmaciones que se dan de bruces con la historia del Partido Nacional y sobre todo del herrerismo. Cuando se adentra en las relaciones laborales, fundadas para estos en la cooperación, realza la importancia de los Consejos de Salarios. “Nos identificamos con esa tradición y estamos comprometidos con su continuidad”. Esa tradición que se inicia en 1943 y nace de las entrañas del batllismo, forma parte de un conjunto de ideas que están (o por lo menos estaban) divorciadas del discurso herrerista. De hecho fue su padre -Luis Alberto Lacalle Herrera- en los 90 quien los quitó a esos Consejos de Salarios. Recién en 2006 el Frente Amplio volvió a reconstruirlos hasta nuestros días. Es por lo menos interesante ese movimiento de timón, ese cambio de rumbo, que para muchos actores políticos termina por licuar lo ideológico en un pastiche poco reconocible para el votante.
Cuando llega el capítulo de la seguridad, claramente se despacha con frases extremadamente fuertes: “Estamos todos amenazados”, “Hay zonas que el Estado ya no controla”, apelando claramente al miedo. Aunque basado en datos verificables.
“La seguridad humana como meta”, es otro de los capítulos que se basan en categorías demasiado amplias. Plantea, basado en un documento de la ONU, “Buscar la felicidad” “El objetivo final es el desarrollo sustentable”. Esa felicidad se encuentra a través de la seguridad, económica, alimentaria, sanitaria, ambiental, personal, comunitaria y política. No plantea cambiar el SNIS, sino reformarlo (sería algo así como evolucionar). Es interesante, pues muchos correligionarios de Lacalle Pou han mencionado entre sus ideas dinamitar ese sistema.
El documento es extremadamente amplio, tirando líneas que suponemos serán retomadas en documentos más específicos de cada tema. Igualmente menciona uno de los supuestos mascarones de proa de la oposición (junto con la seguridad), la educación y una reforma por hacer. Pero solo cita a Eduy21 sin ingresar en el tema. No se menciona más que la necesidad de una reforma en primaria y secundaria.
Queda lugar también para las definiciones laxas que exigen más explicaciones. Por ejemplo, la “Revisión de la normativa relativa a los tiempos de trabajo”. La Unión Europea ha discutido subir la jornada laboral (de 40 a 60 hs), aunque terminó por naufragar. Recordemos que la ley de 8 horas impulsada por Batlle y Ordóñez (1915) encontró en Luis Alberto de Herrera un feroz crítico. Cabe destacar que Herrera y Carlos Roxlo habían presentado un tiempo antes que el oficialismo un proyecto de 9 horas de trabajo, aunque basado en una concepción ideológica completamente diferente. Allí está el punto clave.
Igualmente, más allá de algunas renovaciones “ideológicas” o por lo pronto “convenientes” (muestra de cierto realismo político) en este contexto, queda lugar para una muestra de tradición herrerista. Liberalizar la importación de combustibles es uno de ellos, aunque aparece solapado en las críticas a Ancap (que obviamente son una diana más que efectiva). Coquetea con la salida del Mercosur, aunque no lo sostiene directamente. Habla específicamente de diversificar los mercados (tema más que sostenido por todos los partidos). Exige la salida inmediata de la Unasur y la unión al Grupo de Lima, claramente alineado a las críticas al gobierno venezolano.
La pregunta, más allá de ideas escritas en un papel, más o menos serias o difíciles de llevar adelante, más profundo que el discurso, más complejo que las intenciones, son las bases sobre las que se sostiene la candidatura del joven delfín. Esas bases económicas, sociales y sobre todo políticas están en las antípodas de muchas de las ideas que en este documento se desarrollan. La pregunta sería hasta qué punto el joven delfín podría efectivamente llevarlas adelante.
Siempre es bueno leer proyectos, planes, plataformas, pero siempre estas deben estar sostenidas sobre bases ideológicas más o menos coherentes. Si esas bases se vuelven terreno resbaladizo y una especie de laissez faire laissez passer, finalmente no sabemos qué hay detrás del candidato que votamos y se termina licuando la política hasta vaciarla de contenido.