Por Ricardo Pose
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Con más nivel de interrogatorio policial que de consulta periodística, el formato deambula entre preguntas que ya suponen una respuesta acorde a los intereses del panel (por ejemplo que Óscar Andrade acepte que Venezuela es una dictadura), hasta el ridículo ejercicio, interactuando con la audiencia, de imaginar a Sergio Botana saliendo borracho de un asado con amigos.
Este producto argentinizado podía haber retomado el camino de periodismo incisivo en la pantalla al que nos tenían acostumbrados René Jolivet, Ángel María Luna, Omar Defeo o Neber Araújo; para colmos de males, tiene una pésima asistencia de la producción del programa que no alerta a los panelistas sobre la importancia de ser rigurosos en la interpretación de la documentación que se les brinda para contrarrestar afirmaciones de los invitados; apuntamos a la producción por que sospechamos que Juanchi no puede ser tan negado para no comprender la diferencia entre el concepto “se tenderá”, de una afirmación categórica, como está redactado más de un documento que presentó como pruebas irrefutables.
Las preguntas formuladas pisando las respuestas de los invitados y una dinámica prepotente, en la que con gran esfuerzo simpático suma el moderador Nelson Fernández, ofrecen toda la sensación de estar frente a acusados más que entrevistados, entrevista por otra parte que se deja llevar por la pasión del debate político, que no es el rol del periodismo en su tarea de informar y comunicar.
La grilla
El elenco estable, que hace del puro periodismo puré, está integrado por Nelson Fernández, Valeria Supechi, Raúl Ponce De León, Leonardo Haberkorn (quien parece estar en una competencia escatológica con Federico Leicht), Marcela Dobal y Juan Hounie (Juanchi), con algunas incorporaciones puntuales, como la de Valeria Gil.
Hay un denominador común en todos ellos que se presenta como el carné de presentación del rigor periodístico; todos trabajan o han trabajado en medios como Búsqueda, El País, El Observador, en los informativos o programas de los canales de aire o los de cable vinculados a los mismos.
Los más jóvenes son egresados de la Universidad Católica, de la ORT o de la Universidad de Montevideo y algunos son docentes de algunas de estas universidades privadas. Salvo Ponce De León, que pasó por la Udelar para obtener su título de ingeniero agrónomo, el resto tiene una pertinaz y consecuente formación en la esfera privada.
Nelson Fernández, el modelador
Sí, modelador además de moderador; hombre de extensa trayectoria y formado en el mundo del periodismo, tiene su modelo, que vende como propio, siempre vinculado al periodismo político que le valió el reconocimiento (y formato) dentro y fuera de fronteras. Entre sus tantas actividades y cursos fue seguramente el pasaje por la Universidad de Columbia (EEUU), Division of Continuing Education, la beca por concurso de trabajos presentados organizada por Citibank (Nueva York, EEUU, 1993) y la Universidad de Miami (EEUU) lo que lo convirtió en el niño mimado de algunas organizaciones de fachadas democráticas de injerencia yanqui en América Latina.
Tal vez es su rol de corresponsal del diario La Nación, vocero de la oligarquía argentina desde la época de su fundador Bartolomé Mitre, el mismo periódico que junto al grupo Clarín estuvo vinculado a los escándalos por el Papel Prensa en Argentina, que convirtió a Nelson en activista del Cadal (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina) con sede central en Buenos Aires y filial en Uruguay, que organiza diversos eventos de corte académico.
Este centro recibe en un ochenta por ciento, financiamiento de la fundación alemana Konrad Adenauer-Stiftung (KAS), fundación que dice difundir los valores de la democracia cristiana alemana, perfil ideológico que va desde demócratas cristianos que nuclearon fuerzas progresistas en Uruguay, o en su otra versión, desestabilizadora en Chile contra el gobierno constitucional de Salvador Allende.
La filial uruguaya del KAS se define categóricamente: “Uruguay posee una de las democracias más estables de América Latina. Equidad, respeto y pluralismo guían el día a día de la política. Sobre esto se preocupan los partidos tradicionales como los colorados y los blancos, que desde 1836 forman parte de las fuerzas más viejas del mundo”. Pero como hasta el más digno admirador del gran pueblo germano tiene su corazoncito, el Programa Uruguay, el trabajo del proyecto local se concentra especialmente en la formación y asesoramiento del Partido Nacional. En el caso de España y América Latina, sus contrapartes son: Partido Popular de España, Partido Acción Nacional de México, Democracia Cristiana Guatemalteca, Partido Demócrata Cristiano de Chile, Partido Nacional de Honduras, Partido Nacional de El Salvador, Partido Unidad Social Cristiana de Costa Rica, Partido Social Cristiano de Nicaragua, Partido Reformista Social Cristiano de República Dominicana, Primero Justicia y Copei en Venezuela. Jóvenes PRO en Argentina, con los miembros de la Organización Demócrata Cristiana de América, como en el caso de la ACEP, Asociación Civil Estudios Populares de Argentina.
En Bolivia, la KAS trabajó con la fundación Amerida. Se especuló que durante la crisis política en Bolivia de 2008, vía el supuesto financiamiento, individuos de dicha fundación hayan tenido contactos con una banda terrorista que fue contratada por el movimiento autonomista de corte ideológico nacionalismo camba de Santa Cruz de la Sierra. En Venezuela, en 2011, la fundación recibió críticas por su apoyo a los partidos de derecha Primero Justicia y Copei a través de sus centros de formación, que recibieron la visita del demócrata cristiano Eickhoff, quien estuvo a punto de ser procesado por un escándalo financiero en su país de origen. La fundación Adenauer también posee vínculos con la fundación Nueva Democracia, de corte pinochetista.
Por un lado tenemos a Nelson Fernández, agitador del Cadal y las KAS con el Partido Nacional, y ahora veremos los otros vínculos nacionalistas con el puro periodismo.
Libertad de prensa, libertad de empresa
Por supuesto que estas organizaciones han centrado sus baterías en combatir la dictadura en Cuba y Venezuela. Cuando el panel de Séptimo día disparó sus cuestionamientos a Óscar Andrade, seguramente estaba haciendo los mandados a los defensores de la libertad de prensa. Libertad de prensa concebida, claro, como libertad de empresa; vale recordar que han venido de parte de Andebu y otras asociaciones de medios de comunicación los cuestionamientos, recursos jurídicos y sabotajes a la existencia y regulación de las radios comunitarias y la Ley de Medios.
La cantinela sobre el ejercicio de libertad de prensa del cual los integrantes de Séptimo día hacen gala en cuanto espacio se les brinde es acorde a la misma libertad de empresa que les ha permitido, por ejemplo, la concentración monopólica de algunos medios de comunicación.
El staff periodístico pertenece a algunos medios hermanados por los mismos capitales accionistas.
Búsqueda, Canal 12, Equital, Punta Cable, Nuevo Siglo y otros cables del interior pertenecen al Grupo Disco (también propietarios de otras firmas en otros rubros), cuyo paquete accionario en mayoría pertenece a Luis Eduardo Cardoso, pariente de don Adolfo Cardoso Guaní, también accionista y ministro civil durante la dictadura militar.
Un detalle bien interesante es que muchas de las concesiones para la explotación de las ondas fueron obtenidas (obsequiadas) por los Cardoso durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle; nuevamente el cosmos nacionalista en la vida de Nelson Fernández.
En principio, el diario El País, medio del grupo Scheck, formó parte del Grupo Cardoso, hasta que este desestimó su compra. Merece un capítulo aparte que este órgano oficial del nacionalismo, del antiimperialismo herrerista, que presta voces en contra de las multinacionales, sea actualmente propiedad del grupo multinacional Argentino Litoral, liderado por Nahuel Caputo.
No creemos que ser trabajadores de medios como El Observador, Búsqueda, Canal 12, 10 o 4 o El País sea la chapa del periodista profesional ni la cúspide de una carrera periodística.
Afirmo además que trabajar en muchos de ellos puede hablar de cierto rigor profesional, pero de dudosa pureza; ninguno de los panelistas ni su coordinador tienen la impronta de ser desleales que muerda la mano de quien les da de comer, y menos si esos amos forman parte de la renovada oligarquía uruguaya.