Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada |

Patria chica, Isla Patrulla, algún día he de volver

SÍ al campo y su gente

Por Juan Raúl Ferreira.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

La semana pasada dormí en Isla Patrulla para dedicar todo el tiempo, todos los días, a recorrer viviendas rurales. Conversamos con los habitantes, a veces distantes legua y media o dos uno del otro. Literalmente: en el medio del campo. Íbamos a Isla Patrulla (200 habitantes) solo a dormir. Aprendí mucho.

Lo primero es que los años pasan. A veces usamos un vocabulario solo para los que tenemos canas. Ni un amigo/a de mis hijos había oído hablar de esos “pagos lindos, los de la quinta sección”. Mis hijos sí, porque de niños me lo oían cantar o escuchar a Los Olimareños inmortalizar estos pagos descritos por la pluma de Lena, a la que Braulio López hizo canción.

Segundo, que el sol no toma mate, como dice la canción. Aunque sí es cierto que “las sierras son como madre y hasta el vientito es cantor”. La gente no tiene tan “escondido el afecto”: es hospitalaria y presta oído. Pero no solo de la “patria del sombrero aludo, bien aludo echao p’atrás”, aprendí. Como dije, allí dormíamos y desayunábamos.

Luego, en las visitas, con respeto hacia toda opinión que pudiera ser adversa, lo que no se dio, llegábamos con nuestra batería de argumentos. A poco de andar vimos que, como era de esperarse, a diferencia de las zonas urbanas donde los temas de interés son unos, en el campo los artículos que importan más son otros.

En la ciudad, por ejemplo, se pregunta mucho sobre el alquiler sin garantía. No es cierto que lo crea la LUC. Ya existe. Lo que se hace es dar al propietario la facultad de declarar moroso con apenas tres días de morosidad (con 60% de aumento del alquiler) y desalojo (al que se le ha llamado exprés) en solo seis días.

También la exclusión de los docentes de los órganos rectores de la enseñanza. La eliminación de la obligatoriedad de los padres de enviar a los niños a los tres primeros años escolares. La persecución a quien tenga “apariencia delictiva” sin que se defina cuál es. Hace pocos días una señora de 88 años fue detenida por hacer flamear un bandera del Sí.

En el campo, porque eso recorrimos, casas a campo abierto, la cosa es distinta. Uno se siente culpable de no hacerlo más seguido. Merecen ser informados y, sobre todo, escuchados.

El pago en billetes, desinclusión financiera (de los asalariados, por ejemplo), preocupa. Se sospecha que esa plata, que bien puede ser lavado de dinero, seguro que no aporta al BPS ni paga despidos cuando los genere. Es pago en negro y sin garantías para el asalariado. O el vendedor: muchos eran pequeños criadores de ovejas, tamberos, agricultores.

Hay temas que a la gente de campo preocupan mucho. Uno que siempre salía al ruedo es la suerte del Instituto de Colonización. No solo lo han dejado sin un peso, sino que además modifican la ley para no hacer obligatoria la residencia del colono en el campo asignado. Es claro que esto hace del otorgamiento de tierras un mero negocio. Cuando se creó, 73 años atrás, se buscaba otra cosa.

La idea original de que el colono viva en la tierra que produce era para asegurarse que eso sean: “colonos”. O sea, evitar que se dé tierra a un capitalista que resida en Punta del Este o aun en el exterior. Un paisano, en su casa, agregó: “Esto, para nosotros, es también un elemento más de despoblación del medio rural”. Pega fuerte escucharlo de sus labios. Horas antes habíamos pasado por la escuela rural Nº 69: un solo alumno. Así de grave se ha vuelto la despoblación de la campaña.

Otro vecino repitió la cordialidad con que fuimos recibidos en cada casa que visitamos para agregar: “Yo no firmé porque no llegó nadie hasta acá. Pero ando malo con esa ley. ¡Ajuste mensual del combustible! Cuando este sube, aumentan enseguida los precios. El único almacén me queda a tres leguas. Si sube el combustible, veo cómo me las arreglo para no tener que ir”.

Impactó el remate de su aleccionador comentario: “Yo no creo que cuando baje el precio en el extranjero lo bajen acá. Pero aun cuando lo bajen, ¿usted cree que van a bajar la yerba, la galleta, la harina y demás menesteres que subieron?”.

Esa gente que ni siquiera tiene un vecino al que saludar merece ser visitada. Y sobre todo ser escuchada. Y nosotros, además, tenemos que saber escucharlos. Ojalá haya dejado por ahí una semilla. Lo cierto es que volví habiendo aprendido mucho.

 

Dejá tu comentario