La historia de Pablo Cánepa un hombre de 39 años que espera que se reglamente la ley de eutanasia se dio a conocer este fin de semana en el diario argentino Clarín que vino a Montevideo para entrevistarlo. El artículo cuenta que desde hace cuatro años vive paralizado por una enfermedad de origen desconocido e irreversible llamada ataxia cerebelosa idiopática.
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Su agonía arrancó en 2022 y junto a su familia luchó por la sanción de la ley de muerte digna finalmente aprobada.
“Estoy tranquilo y seguro de mi decisión”, dice Pablo a Clarín y asegura que cuando la ley entre en vigencia pedirá acceder a la eutanasia y asegura que será el final de una batalla larga, llena de dolor, pero también de mucha paz y dignidad.
Nació casi por casualidad en el barrio de Palermo el 5 de agosto de 1986. Tiene cuatro hermanos y es el único argentino de una familia uruguaya que emigró a Buenos Aires durante la dictadura militar y regresó al país cuando Pablo tenía un año.
Estudió diseño gráfico en la Universidad de Montevideo y su talento en el dibujo le permitió ganar varios premios y asistir a congresos internacionales. Una empresa lo contrató para hacer marcas y le iba muy bien hasta que todo cambió en 2022, el año en el que comenzó su calvario.
“Primero, empezó con mareos que me parecieron normales. Después, fui al hospital y me dijeron que podía ser un ACV. Fue gradual y rápido, en dos o tres meses quedé así”, explicó.
Nadie pudo darle una respuesta clara sobre su enfermedad. Le realizaron innumerables estudios médicos y descartaron que sea de origen genético o viral.
“Lo más probable es que sea autoinmune, pero no tiene una explicación. Mueren las neuronas motoras y no se regeneran. Hay gente como Esteban Bullrich que tiene la pantalla. Pablo esa vida no la quiere, no le interesa. Incluso tiene problemas para mover los ojos”, contó su hermano, Eduardo Cánepa.
Probó de todo. Desde hongos, terapias alternativas y fisioterapia hasta biomagnetismo.
Ley de eutanasia
“Ya no tengo esperanzas. La tuve clara desde el principio, me imaginaba que no tenía cura”, contó Pablo. Hace cuatro años que su cuerpo se volvió una jaula. Está cansado de no poder moverse, de no poder viajar, de no poder agarrar un lápiz como antes y dibujar.
“No hago nada, miro el techo todo el día. Mirar películas me cansa, veo poco también. Estoy medio negado a todo, son muchos años. Fueron cuatro años eternos”, explicó el joven de 39 años, que hará uso de la eutanasia apenas se lo permitan.
--¿Cómo te imaginás ese momento?
La preguntaron:. "La verdad no sé qué pasa después, pero sí te puedo asegurar que esto no es vida. Me dieron un tatequieto gigante”, respondió.
La decisión final es de él. Pablo está tan lúcido como antes de enfermarse, y eso lo hace todo más difícil. Su dolor afloja con los sedantes, que lo ayudan bastante. Sin ellos, siente que se cae en un abismo.
Su familia lo apoya. Sobre todo su mamá, Mónica, que lo cuida todos los días. “Están tristes pero me entienden. Me acompañan, no hay presiones”, les agradece Pablo.