La fecundidad en Uruguay se redujo drásticamente en los últimos seis años: en 2015 hubo cerca de 49.000 nacimientos mientras que en 2022 la cifra cayó a poco más de 32.000. Qué hay detrás de esta impactante baja es lo que busca responder la investigación académica “La gran caída. El descenso de la fecundidad uruguaya a niveles ultra-bajos (2016-2021)”, presentada el pasado martes por investigadores del programa Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Este trabajo, realizado por Wanda Cabella, Mariana Fernández, Ignacio Pardo y Gabriela Pedetti, muestra que, con datos preliminares de 2022, la tasa de fecundidad se ubica por debajo de 1,3 hijos por mujer, por lo cual ha sido catalogada como “ultrabaja”. Además de la importante reducción lo que preocupa al equipo investigador es que sucedió en un período corto de tiempo, lo que a la vez despertó la curiosidad por explorar las causas.
Según explicó Pardo durante la presentación, los objetivos del informe son “describir la tendencia, explorar los mecanismos demográficos que pueden haber provocado la caída y, a la vez, generar debate sobre qué factores sociales, económicos, culturales o normativos pudieron haber alentado comportamientos que lleven a descender la fecundidad en Uruguay, en un período tan corto y de una forma tan acelerada”.
Para analizar la natalidad de Uruguay en los últimos 25 años, el informe distingue 3 etapas: la primera etapa, entre 1996 y 2005, registró una caída de los 59.000 nacimientos a los 48.000. La segunda, desde 2005 a 2015, marcó un período de “relativa estabilidad” con unos 48.000 nacimientos al año. La tercera etapa, a partir de 2016, es la que denominaron la gran caída, que marcó un descenso más fuerte y acelerado que alcanzó niveles ultrabajos: se pasó de 48.000 nacimientos a 32.000 en 2022. Es decir, de un promedio de dos hijos por mujer se pasó a 1,28.
A nivel comparativo con otros países de la región, como Argentina, Chile, México, Costa Rica o Brasil, se observa que la caída a niveles muy bajos, en el entorno del 1,5, es un fenómeno que también se da fuera de Uruguay. En tal sentido, Pardo explicó que, si bien algunos factores que explican la caída son similares, Uruguay experimentó cierta especificidad respecto a la velocidad del descenso de los nacimientos.
Otro aspecto importante que observó el equipo investigador es que el descenso en la fecundidad se registró en todas las franjas etarias, año tras año, y hasta el último dato disponible de 2021. “Si nos comparamos con países con tasas de fecundidad similar, pero que hicieron un proceso de descenso más completo y precoz, por ejemplo, incluyendo el de la postergación de los primeros nacimientos, tenemos una situación bastante peculiar: Uruguay tiene una mayor dispersión en la edad de la madre al momento del primer nacimiento”, agregó Pardo.
¿Por qué bajó la fecundidad?
Con respecto a los mecanismos demográficos que podrían explicar las reducciones de la fecundidad, el informe menciona los tres principales: el stopping, que es la limitación en el número de hijos; el aplazamiento de la edad de los nacimientos, en especial del primer hijo -aunque si ese aplazamiento se recupera con nacimientos posteriores, no reduce la fecundidad de cohorte-; y el aumento de la nuliparidez definitiva, es decir, la culminación del período reproductivo de la mujer sin haber tenido hijos.
Lo que sí es seguro, según concluyó el equipo, es que la mitad de la explicación de la fuerte baja en la natalidad tiene que ver con el descenso de la fecundidad adolescente, en mujeres de entre 15 y 19 años, y a la temprana, mujeres entre 20 y 24 años.
Por otro lado, enfatizaron en la existencia de otros fenómenos que podrían estar colaborando con el descenso de la natalidad, por lo cual “quedan discusiones pendientes”, como la de analizar posibles mecanismos sociales no demográficos que operen sobre los comportamientos reproductivos. En tal sentido, el investigador mencionó como ejemplo el rol que pudo tener la mejora en capacidad para evitar embarazos no planificados, como la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), aunque aclaró que los datos no muestran un aumento significativo de la cantidad de abortos. También señaló los implantes subdérmicos como un factor que tuvo un impacto comprobado en la baja de la fecundidad adolescente y temprana no intencional.
Con respecto a las causas de la baja en la natalidad en otras edades, Pardo reconoció que determinarlas “se complica un poco más y que es donde más hay que investigar”. De todos modos, se animó a dar algunas pistas que van desde ciertos cambios en las normas sociales que pueden afectar las intenciones de buscar un embarazo, hasta las dificultades para conciliar trabajo y familia, o incluso la masificación del movimiento feminista en Uruguay.
Desafíos
Consultado por la prensa sobre los desafíos que tiene Uruguay para recuperar los niveles de fecundidad, Pardo expresó: “Es un gran tema en el planeta entero, porque la fecundidad desciende en casi todas partes, salvo en aquellos países donde ya llegó a niveles muy bajos y una de las posiciones al respecto es que habría que fomentar e incentivar los nacimientos. Pero esta no suele ser la recomendación que se desprende de la investigación, sino que la posición por la que solemos ir es la de tratar de generar condiciones para que tanto hijos e hijas que nacen, así como madres y padres, puedan vivir y desarrollarse en las mejores condiciones posibles”.
Sobre las políticas tendientes a premiar los nacimientos, el investigador recordó que en los países donde han aplicado estas estrategias no hubo un aumento significativo de los nacimientos. “Es un tema bastante polémico, que tiene muchas aristas. Pero que no necesariamente se resuelve tratando de generar más nacimientos. Las personas tienen que poder elegir cuántos hijos tienen, cuándo, y que luego la crianza sea compatible con las otras cosas que hacemos en la vida, además de ser padres o madres”.
Y añadió: “Todavía estamos lejos de que haya, por ejemplo, sistemas de cuidados que garanticen las condiciones para tener hijos. Eso podría ser una prioridad y quizás los nacimientos dejen de bajar e incluso suban un poco. Los niños que ya nacieron pueden ser el ejemplo de que se pueden tener hijos y que la vida no se complica del todo”.
Por su parte, Wanda Cabella, docente del programa de Población de la Facultad de Sociales, agregó que “en la medida en que la población se envejece, también a causa de que los nacimientos bajan, las políticas de los gobiernos deben lograr generar bienestar para todas las generaciones. Y no pretender que vuelva a haber los mismos nacimientos, porque sería pretender que las familias volvieran hacia atrás, y que la situación de las mujeres también retrocediera”.
Entre las políticas que podrían instrumentarse para generar las condiciones necesarias para tener hijos, la docente mencionó la necesidad de continuar mejorando el sistema de licencias para quienes cuidan, sobre todo los primeros años de vida. “Hubo mejoras [en el sistema de licencias], pero siguen siendo pocos meses y es difícil de compatibilizar crianza y trabajo, especialmente para las mujeres que pierden más ingresos y que les cuesta volver a ingresar al mercado laboral después de haber tenido sus hijos”.
Para Cabella, hubo cambios sociales que fueron favorables y que trajeron la buena noticia de que las parejas tienen los hijos que quieren y en la edad en la que los quieren tener. “Cada vez nos acercamos más a ese derecho. Desde mi punto de vista, que es en general compartido con los demógrafos en Uruguay, no se trata de incentivar a que las mujeres tengan más hijos porque no funciona de esa manera y corremos el riesgo de no estar respetando sus derechos”.