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Sociedad elecciones | juego | candidaturas

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Las elecciones y el juego de Antón Pirulero

La bajada de candidatos y pases de dirigentes instala su correlato de negociaciones y repartos reales o ilusorios. Como exige la canción infantil, cada cual que atienda su juego.

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En una elección presidencial coexisten un conjunto de campañas electorales que, de manera más o menos ordenada o más o menos caótica, son la suma de operaciones políticas desplegadas. Tales iniciativas no solo se realizan a favor sino también en contra de una o varias candidaturas a la vez.

Nadie gana por lo que hace por sí mismo, tampoco nadie pierde solo. Es una compleja red de hechos políticos que se influencian y convergen, así como otros tantos se chocan y contradicen. Algo que no solo sucede en relación a las demás campañas sino, a veces, dentro de una misma candidatura. Es muy difícil determinar con exactitud si tal o cual campaña es determinante para un triunfo. Quienes más se dedican a realizar campañas electorales llegan a afirmar que su incidencia es muy poca en el comportamiento definitivo de quienes votan.

El punto es que, aunque sea muy bajo el impacto sobre un electorado, si una elección es muy pareja, pequeños detalles pueden definirla. También se dice que una buena campaña no asegura ningún triunfo pero una mala puede llevar a la derrota. Ante semejante coyuntura, uno de los temas claves del manejo de la opinión pública son las operaciones para instalar tendencias.

Ha pasado muchas veces, y puede volver a suceder, que un candidato es favorito por mucho tiempo. Lo más peligroso de tal posición radica en que, cuando una elección se polariza, por el efecto de los platillos de una balanza, si la otra candidatura crece, el favorito irremediablemente irá a la baja. El punto es si el tiempo alcanza para cambiar posiciones.

Tal tendencia troca un lugar confortable en una situación riesgosa y la tendencia puede dar vuelta una elección. Basta recordar lo de Daniel Martínez en la campaña a la IM en 2020, que estuvo primero hasta que fue superado al final por Cosse, más allá de las particularidades propias y únicas de tal elección.

Instalar tendencias es parte del juego de empresas encuestadoras. Verbigracia, que nadie se crea nada, mucho menos andar vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Y en el caso del todo el Frente Amplio, más que alerta, debería estar con el supuesto 47 % que dio la encuestadora Cifra a fines de febrero. Un guarismo irreal que tal vez solo tuviera la intención de dar un número alto para instalar, después, la tendencia a la baja en plena campaña. De hecho, la siguiente encuesta presentada por Cifra ya le dio un punto menos al FA.

Candidatos a la baja: ¿baja de candidatos?

Los escenarios de las candidaturas dentro de los partidos suelen tener intereses muy disímiles. Se sabe que desde la largada no todos corren la carrera de fondo con la meta presidencial. Muchas veces surgen y se mantienen candidaturas cuyo horizonte electoral ni por asomo es el sillón presidencial o ni siquiera alcanzar la candidatura presidencial de su partido.

Si analizamos casos de este ciclo electoral de 2024, podemos encontrar este tipo de candidaturas, algunas muy marginales, que tienen otros objetivos, independientemente de si tendrán la capacidad de alcanzarlos.

Partido Colorado: hasta Zubía se baja

En el Partido Colorado resalta una enorme atomización de candidaturas fragmentadas que se disputan un electorado que, proyectado a la elección presidencial de octubre, apenas mide un 8 % a nivel nacional. Dicho esto, independientemente de que la captura de votos por el Partido Colorado tendrá variaciones a la baja o al alza, seguramente moderadas, en dependencia de qué candidato se imponga y de cómo se posicione dentro de la coalición gobernante, a la vez que se recueste sobre una ultraderecha (Zubía), hacia un neoliberalismo (Gurméndez), un liberalismo conservador (Silva) o un punitivismo yuppie (Ojeda). Las demás candidaturas son residuales y casi imposibles de medir. Incluso ya circula el chiste de que en el PC todo es tan irreal que hasta Zubía se baja.

La danza de porcentajes en las candidaturas coloradas puede hacer olvidar que cada uno apenas puede llegar a arañar un cuarto de los votos colorados. Sin embargo, quien con tan poco pueda quedarse con la candidatura presidencial, será mano para reconfigurar y realinear las listas y apoyos de cara a octubre, cuando se vota por los cargos parlamentarios y se logran o no sillones senatoriales y algunas bancas en la Cámara de Diputados. Caer en cualquiera de ellas sería un éxito para todos los precandidatos colorados. Y desde allí negociar cargos ejecutivos si la coalición multicolor retiene el gobierno nacional.

PN: a Dios rogando y con la cruz dando

En el Partido Nacional la cosa va por otro lado. Álvaro Delgado es la candidatura consolidada más allá de sus problemas como candidato. Difícil que el chancho chifle para que algún cambio tendencial siquiera mueva la aguja respecto de su triunfo en junio. Mucho más cuando la única candidatura que apenas logra sobresalir, la de Laura Raffo, ni por asomo busca disputarle esa elección sino ocupar un lugar menor que le asegure ir de vice en la fórmula.

Ese fue el único objetivo de su huida de Montevideo, escapando de la profecía lanzada por Glenda Roldán, pero también dando un salto que le permite ocupar una posición de jerarquía con mínimo esfuerzo, aprovechando las brechas abiertas en el herrerismo ante los sacudones por los casos de corrupción, las caídas en desgracia producto de delitos, o la baja performance ministerial de otrora correligionarios con poder económico que hoy aparecen desprestigiados.

En el PN también hay candidaturas residuales que buscarán nichos para marcar un perfil. En el caso de Iafigliola, tiene una doble intención: renovar su banca de diputado pero, sobre todo, insertar una agenda reaccionaria en contra de nuevos derechos desde una concepción religiosa que introduce posturas que el movimiento evangélico y neopentecostal viene impulsando en toda América Latina.

Con novedad en el Frente

En el caso del principal partido del sistema político uruguayo, desde la oposición y con la meta puesta en ganar la elección y desplazar a la coalición de derecha del gobierno, existen también disímiles objetivos, así como distintas estrategias para obtenerlos.

Durante meses se pretendió instalar que la polarización de las candidaturas mayoritarias (Cosse y Orsi) era un error, luego un problema. Caídos tales anatemas, lo cierto es que tiene su riesgo. Había que negar mucho la realidad para creer que, con simples invocaciones, tal polaridad no corriera. La etiqueta de error quedó por el camino y hay quienes la celebran para recuperar votantes en junio, aunque por ahora es solo una hipótesis.

Luego se intentó verla como problema. Es imprescindible recordar que durante un tiempo largo parecía que Orsi y Cosse iban a un choque de trenes, algo siempre peligroso y contraproducente para el FA. Sin embargo, desde hace meses el tono expresa una saludable competencia enmarcada en una actitud unitaria. Claro, nunca falta un escudero agresivo al que se le vaya la pica de las manos. La novedad es que, a diferencia de lo que venía sucediendo, hoy las encuestas ya expresan un escenario parejo. Aquí es donde la polaridad puede convertirse en riesgo.

En el caso de las otras candidaturas, los objetivos son disímiles. A Lima, jaqueado por la imposibilidad de su reelección departamental, solo le queda intentar dar un triple salto que lo lleve a una banca en diputados. Si bien podría creerse que bastaría con sus votos en Salto, esa meta puede ser alta si queda fuera de la conversación y compite por ella en un escenario departamental altamente disputado. Vale recordar que para la elección de las bancas de diputados ya no se permite acumular por sublema y la competencia es por lista. La que tiene más votos dentro de su lema partidario se queda con la banca si el partido en su conjunto la obtiene. Si bien la Corte Electoral ya le asignó una banca más a Salto, que pasará de tres a cuatro, no será tan simple obtenerla. Su estrategia fue clara: una suerte de modus operandi de Darío Pérez (retornado al PN de la mano de Antía) que tenía su base en Maldonado y allí lograba su banca pero tejía un espacio anclado en la Liga Federal.

Lima salió a capturar ese espacio, si bien muy reducido, a tal punto que ya desde el 2022 comenzó a realizar presentaciones en los diferentes departamentos y hasta en la propia Montevideo, donde aparecían curiosas pintadas de un candidato que en la previa tenía poco para captar en la capital. Otra cosa muy distinta, y a priori muy distante, sería alcanzar el Senado. Sin embargo, sus intereses no se agotan en esta vuelta electoral y su mirada tiene un horizonte más largo, algo muy tradicional en el interior, donde se alterna ser intendente con la banca parlamentaria, algo que pone en evidencia cuán tradicional se ha vuelto la izquierda en la repetición de tales prácticas.

El caso de Bergara es distinto. Ante la deserción dirigencial que ya había optado por Orsi, y los malos resultados en encuestas que lo alejaban incluso del 8 % que obtuvo en 2019, Bergara abandonó su precandidatura.

Sus objetivos siempre fueron mantenerse en el tapete para reforzar su lugar en el Senado a partir de sostener un espacio que, si bien es menguado en junio, suele crecer en octubre. Su apoyo a Orsi, lo más probable, es que sea a condición de negociar otros cargos, ya en un hipotético gobierno nacional o apoyos para otro cargo electo en el futuro.

En tal caso, y aquí vuelvo sobre el riesgo producto de la polarización, ya que una cosa es que un dirigente se baje y se sume a otra candidatura y otra muy distinta que sus votantes lo sigan. Nadie hoy puede asegurar semejante comportamiento electoral, ni siquiera que ese electorado concurra a votar. Otra lectura es que la baja del espacio seregnista es forzada por otra razón más de peso: la ventaja de Orsi ya no es tal y la coyuntura fuerza a negociar de manera urgente para intentar revertir la tendencia en la que un favorito va en bajada mientras la otra candidatura sube.

En ese sentido, será muy importante, y tal vez definitorio, cómo los votantes frenteamplistas de junio perciban estos movimientos y cómo los valoren. Si el FA cae en los errores recientes de arreglos con víctimas, victimarios y repartos de cargos, correrá varios riesgos concatenados: que los votantes no acepten ser acarreados y, lo que es más serio, que el desánimo de una nueva frustración al resolver la fórmula incida en el octubre que tanto necesitamos. Apelar después a un noviembre victorioso puede ser tan difícil como el pasado en que perdimos. Habrá que hacerse cargo y, como Antón Pirulero, que cada cual entienda y atienda su juego.

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