Tal como estaba previsto sobre las 17 horas frente a la sede del Ministerio de Desarrollo Social se hicieron presentes la Ollas convocadas por la Coordinadora Popular y Solidaria.
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Una movilización que tenía mas características de intervención urbana que de efectividad porque a esa hora eran pocos los funcionarios que restaban abandonar el edificio.
El ministro Martín Lema luego del bochornoso yerro en la cifra de personas en situación de calle (desconocía la existencia de dos mil personas mas que los números que manejaba) era claro no iba a esperar ni recibir ninguna delegación.
Sobre las 16:45 en la acera de enfrente al pie del monumento al Gaucho, una olla cocinaba el guiso que comerían los asistentes para no perder en esta jornada de movilización la ración necesaria, acompañada por unas tortas fritas que también se preparaban en el momento.
La huella de identidad de los asistentes esta en sus rostros, en sus cuerpos; miradas de cuencas hundidas al igual que las mejillas, ojos sin brillo, manos de pieles curtidas que denotan generaciones de alimento faltante.
Personas que por un fugaz momento en sus vidas, sienten algo parecido a una fuerza, a una energía que les da el estar juntos, venidos desde sus rancheríos y sus miserias para sentir que la principal avenida de la capital " es suya" y por primera vez son dueños de poder definir algo.
Entonces ganan las calles con sus carteles que reclaman poder hacer lo que cualquier ciudadano, comer, con sus improvisados tachos a forma de tambor, ganan la calle al grito que les viene de lejos: "queremos comer".
La policía de tránsito desvía el mismo, y vale puntualizar, la circulación es desviada pero no cortada. Se desvía por Constituyente hacia el Cordón y por 18 de julio hacia Ciudad Vieja.
La consigna también es clara, a no mas tardar a las 18:30 la movilización de las ollas se suman a las del agua rumbo a la universidad; la consigna la saben todos los manifestantes pero también debe haber llegado a los policías de particular infiltrados en la movilización, y a los funcionarios policiales que desde una camioneta policial y un patrullero apostado e 18 vigilan la concentración.
Activistas de la CPS encausan a los manifestantes que haciendo sus primeras armas de movilización popular aspiran a hacerse escucha armas de lo que pueden. Llega un momento que hasta para ellos corear consignas y hacer ruido es monótono y decae el animo, además, empiezan a circular las primeras viandas de guiso.
La prensa ya ha cubierto la movilización así que en breves minutos hay que partir hacia la Universidad.
Entonces sucede lo inexplicable: por Barrios Amorin llega una camioneta con fuerzas de choque; en las clases de la Escuela de Oficiales de Policía sigue faltando la elemental enseñanza de que no hay nada peor para transformar una movilización pacifica en un caos, que anteponer a gente que entiende justos sus reclamos, la fuerza bruta policial.
Para ese momento, la decena de funcionarios policiales apostados en la esquina del Ministerio de Desarrollo social formaba parte del paisaje; los escudos , las cachiporras y las escopetas de perdigones ya es otra cosa.
La oficial a cargo del cuerpo de choque hace avanzar a sus subordinados con aire marcial; dialoga con una de las organizadoras y le pide que despejen la avenida; la organizadora dice que va a cumplir con el pedido pero retirar gente que no esta bajo disciplina policial lleva un tiempo, demasiado para la Oficial que menos de un minuto después hace avanzar al cuerpo de choque, que concentra la linea y empuja con los escudos.
La gente no resiste pero se siente avasallada por los empujones y la Oficial da la orden de alto que apenas es escuchada por sus policías al mando y de pura casualidad no ocurre una desgracia, o mejor dicho, no ocurre porque los organizadores arman un cordón y evitan un enfrentamiento.
La oficial por su mirada aparenta ser joven y con escasa experiencia en negociación; desconoce además aparentemente que cuando uno anda con un perro mordedor con la correa y suelta la correa...
Sila situación no pasó a mayores no fue por el accionar prudente de la policía sino por la capacidad de los organizadores de seguir con sus planes, y la movilización parte rumbo a la Universidad.
La avenida retomó su habitual ritmo, sin pobres de toda pobreza incomodando con su presencia la tardecita de un jueves que para quienes luego vuelven al "hogar" de las veredas o de los rancheríos, dejó por un breve momento de ser la densa monotonía de vivir en la exclusión.