Por Ricardo Pose.
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Mientras camino rumbo a los circuitos electorales asignados cargando las setenta y dos listas, treinta y ocho para cada circuito, dieciséis al ODN y las otras dieciséis al ODD, recuerdo que nunca comulgué con la idea de partido único.
La diversa unidad nos había llevado a crear una Convención Nacional de Trabajadores y no una Central Única, aunque su funcionamiento tuviera mucho de esta segunda, y que las fuerzas políticas se constituían en coalición y movimiento. Mientras intento como un sabio albañil ordenar los espacios ya que ni la Corte Electoral ni los integrantes de las mesas previeron que les iba a caer con treinta y seis listas, y que faltaba además agregar la de los otros Partidos, hago el ejercicio de pensar en qué “bloques ideológicos” encasillaría a los integrantes de esa galería de rostros sonrientes.
Porque la riqueza de aquel Frente Amplio del setenta y uno no estuvo en copiar el molde electoral de los partidos tradicionales que bajo la Ley de Lemas resolvía su tendencia a la atomización, aun dentro de las distintas fracciones que hacían de los partidos Colorado y Nacional una suerte de frentes políticos.
La riqueza de aquel Frente fue la organización en movimiento de sus militantes de base y personalidades independientes y la coalición de grupos políticos que expresaban las corrientes históricas de la izquierda uruguaya y los sectores más progresistas, el accionar de voluntades que tenían en el funcionamiento colectivo y de pertenencia una proyección política.
Algo difícil de escudriñar en esta implosión de candidaturas.
No maten al mandadero
Hay además un problema de diseño en el funcionamiento político.
Hace mucho tiempo que perdí con la propuesta de que el Frente Amplio elabore una lista única integrada por representantes de todos los sectores y el movimiento; experiencias de ese tipo las habíamos llevado adelante con éxito en el movimiento sindical, ofreciendo listas sindicales de la izquierda.
Lo cierto es que el Frente Amplio, en lo que sin duda es valorado como una fuerte señal de identidad y unidad de acción, me tiene a mí, como a tantos compañeras y compañeros, entregando listas de los sectores del Frente en los circuitos y, cada tanto, controlando y reponiendo.
Cuando me refiero al problema de diseño, quiero hacer mención a algunas situaciones que, al menos desde una concepción militante, encierra esta práctica.
No es preciso que aclare que dentro de las treinta y seis listas está la de mi sector y que aun dentro del total de ellas tengo más simpatía por algunas que por las demás.
Hacer depender de mi buen humor, de mi convencimiento político, de mi actitud solidaria, el destino de todas esas listas es políticamente un poco irresponsable.
Pero más complejo es asumir el desafío de elaborar una lista para que otros laburen por mí.
En ese sentido, la estructura frenteamplista parecería ser el reducto que asegure la participación electoral de cuanto aspirante a candidato pueda surgir, en desmedro de su efectiva capacidad de movilización y organización política. Una estructura que, por un lado, pierde agilidad ante el peso provocado por la cantidad de grupos y, por otro lado, hace una lectura parcial de la realidad que le imprimen grupos casi testimoniales.
Recuerdo cuando en la mesa representativa de COFE en cada lucha presupuestal había sindicatos que nos convocaban a radicales huelgas generales de los públicos y movilizaciones que amenazaban ocupar la Ciudad Vieja.
Casi siempre eran los mismos delegados que, además de ilustrarnos con tan encendidos discursos, nos esperaban en una esquina, ellos dos solitos, abrazados de la bandera de su organización gremial.
Sin duda será más sano para el Frente Amplio, pensado como una herramienta para la transformación de la sociedad, que cada grupo, cada sector aporte su propia musculatura.
¿Qué tan diversos?
Uruguay, la nación construida a espaldas del artiguismo, mirándose las clases dominantes en el espejo de la pujante Europa central en los albores del siglo veinte y luego en la norteamericana desde mediados del siglo, naufragando en el planeta global, oficia de pista de aterrizaje de los nuevas concepciones socialdemócratas, reivindicaciones y anhelos de clases medias en general intelectuales y progresistas.
La discriminación positiva, el reconocimiento de derechos de las minorías y su justo acceso a espacios de gestión y representación vienen a dar nueva respuesta a lo que desde siempre formó parte, al menos, de las organizaciones políticas de izquierda.
En el caso específico de Uruguay, en el caso concreto de las organizaciones políticas a las que pertenezco, no dependimos de ninguna esclarecida resolución convencional del Partido Demócrata de los Estados Unidos para elaborar un programa inclusivo de todos los sectores sociales.
El énfasis estaba puesto en la resolución de las contradicciones imperio-nación, capital-trabajo y en ellas, en su existencia y en su dilucidación, iban las suertes de hombres, mujeres, jóvenes, niños, homos y heterosexuales, blancos, negros, zambos, pardos, mulatos, videntes y ciegos.
Que una vez en el gobierno, la actualización legislativa y reconocimiento de derechos era parte fundamental de esa lucha, pero no la batalla decisiva.
Que para el efectivo cumplimiento de la agenda de derechos faltaran asignaciones presupuestales tal vez fue producto de no comprender cuál sigue siendo el eje fundamental de la lucha política.
Lo novedoso para mentes arcaicas, en las que me incluyo, es esta tendencia a formar un grupo político a raíz de alguna propuesta oportuna, de algún discurso más o menos receptivo, o a partir del eco de alguna frase mediáticamente rimbombante.
Si como se viene comprobando segundo a segundo, el poder del capital se impone como nunca en la historia de la humanidad, haciendo de la política y la institucionalidad republicana un teatro de títeres, la incapacidad de síntesis política, el abordaje hemipléjico y atomizado de la realidad se convierte en un factor de debilidad estratégica.
Colón ya pasó por aquí
Porque finalmente nada de lo novedoso es original, y menos nuevo, aunque cada tanto aparezcan los que gritan ‘eureka’ o crean haber llegado a las Indias.
La multiplicidad de listas en el Frente Amplio y los agrupamientos a partir de ir atrás de personas al fin nada tienen que envidiarle a la historia de los Partidos Tradicionales.
Las listas se siguen elaborando en una lógica cerrada de partidocracia, y quienes alguna vez intentaron la elaboración de listas a partir de la elección del padrón no pudieron sostener la lógica de sus resultados en una colectividad donde la participación popular es la apuesta a la construcción de una nueva sociedad.
Podría convalidar la expresión genuina y efectiva de tanta diversidad si algunos nos convirtiéramos en una asamblea constituyente, barajando y dando de nuevo en la organización institucional.
Mientras tanto, somos mucho más diversos, pero convocamos menos voluntades.