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Tabaré: por la puerta grande

Por Enrique Ortega Salinas.

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La consultora Ipsos acaba de publicar el informe «Percepciones de líderes de opinión hacia presidentes latinoamericanos», una encuesta internacional con público calificado para determinar el índice de aprobación de cada presidente. Quien tiene mayor porcentaje de aprobación es, por lejos, Tabaré Vázquez, el mismo cuyo ministro de Economía ha sido reconocido por Global Markets como el mejor de Latinoamérica.

El dos veces presidente se irá en breve, pero Uruguay quedará marcado para siempre por su gestión, tal como ocurrió con las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez en 1903 y 1911. En primer lugar, Tabaré deja un país sin un solo niño o niña viviendo en la calle.

Cuando pasen veinte o treinta años, lo recordaremos por varias cosas, pero quizá estén en primer lugar el Plan Ceibal, su honestidad, su excesivo celo republicano y su lucha contra la plaga del tabaquismo. Tras triunfar en la Guerra del Humo, los infartos de miocardio descendieron abruptamente (450 menos por año) en Uruguay. Como consecuencia, tuvo que derrotar a una multinacional de la muerte llamada Phillip Morris nada menos que en la patria del capitalismo mundial y, según los últimos reportes médicos, también estaría derrotando al cáncer que se descubrió en sus pulmones, cual trágica paradoja.

Tras recibirlo en su primera presidencia casi fundido, Tabaré le entregará a Luis Lacalle Pou un banco República con un récord patrimonial de 1.900 millones de dólares y 400.000 nuevos clientes, siendo una de las instituciones bancarias más sólidas y confiables no ya de América, sino del mundo.

Las empresas ganaderas (las mismas que se quejaban del gobierno antes de las elecciones en las que ganó la derecha) han confesado que en 2019 tuvieron un ingreso de capital por hectárea 34% superior al promedio de los últimos 10 ejercicios.

Tabaré deja un país con el Salario Mínimo Nacional y el ingreso per cápita más altos de América Latina y el Caribe. Recibió un Uruguay con 40% de pobreza y 5% de indigencia; lo entrega con 8,01 y 0,1%, respectivamente. El desempleo, aunque se discuten los guarismos, rondaba el 17%. Lo deja con 8,8% y en descenso, debido a emprendimientos como UPM que recién comienzan a activarse. Junto con Pepe Mujica, modernizaron al Uruguay. No solo somos el país con mayor velocidad de conexión a internet en América Latina, sino que también tenemos servicios públicos de gran calidad, lo cual es tenido muy en cuenta por los inversores internacionales. Esa es una de las razones que explican por qué empresas como Google y UPM optan por Uruguay y no por otros países, aun cuando algunos tengan menor presión tributaria, mayor flexibilidad laboral y exigencias con el medio ambiente menos rigurosas. La estabilidad política, jurídica y económica pone a nuestro país muy por encima de otras opciones para tales capitales.

Tabaré deja un país líder en democracia plena, según el informe anual sobre el Estado Global de la Democracia, presentado en Estocolmo el 4 de diciembre, el cual detalla que Uruguay se destaca por su solidez institucional, la fortaleza del sistema político y los altos niveles de ejercicio de la soberanía de modo directo.

Su excesivo respeto por las normas republicanas, a veces, bordeaba lo insoportable. Siempre tuvo cierto pudor de usar más seguido la Cadena Nacional de Radio y Televisión para dar a conocer los logros de su gobierno, pese a que muchos frenteamplistas se lo reclamamos con insistencia. En la misma línea, mientras el Frente Amplio decidía tardar en reconocer la derrota tras el balotaje, Tabaré llamó a Luis para felicitarlo y dio directivas para realizar una transición ejemplar. Mientras que otros gobiernos, antes de entregar el poder, aplicaban la estrategia de «tierra arrasada», él lo entrega con un país en condiciones envidiables.

 

Grandeza y sencillez

A veces, las grandes cosas pueden quedar plasmadas en una imagen muy simple. Su nivel como estadista y demócrata puede medirse por un pequeño detalle, cuando no solo lleva a Luis Lacalle Pou con él a la asunción de Alberto Fernández, sino que en dos ocasiones se detiene para invitarlo a que camine a su lado y no detrás. Lacalle Pou (en una actitud que también lo enaltece a él) caminaba un par de pasos detrás del actual presidente. También integraban la comitiva el Pepe y Lucía, todos recibiendo aplausos a su paso y siendo difícil, por fortuna para nuestra república, saber a quién iban dirigidos la mayoría. Uruguay es, sin dudas, un faro para el mundo.

Me queda un tema no menor y del cual no todos los presidentes que hemos tenido pueden hacer gala: ni él ni Mujica se llevaron un pinche peso a sus bolsillos de manera ilegal. Ambos renunciaron al oropel e hicieron de la austeridad un emblema. No austeridad para recortar la inversión social, sino para recortar el despilfarro con que los gobernantes suelen castigar a sus pueblos solo para beneficiarse de honras y lujos desmedidos. No usaron las mansiones que les brindaba el poder ni las oportunidades que ese poder también les ofrecía de tener millonarias cuentas secretas en paraísos fiscales a cambio de favores al suprapoder.

 

Sin padrinos ni abolengo

Quien hizo todo esto no nació en cuna de oro, sino en un humilde rancho con techo de lata y dos piezas en La Teja, el 17 de enero de 1940, y se ganó con esfuerzo cada cosa. Su familia pertenecía a la oleada de inmigrantes que llegó al paisito en 1920 y por sus venas corren sangre tanto vasca como francesa. Su abuelo tenía un almacén de ramos generales y su padre trabajó en los mataderos y luego en Ancap, ascendiendo a administrativo. El sindicalista Héctor Vázquez y Elena Rosas criaron en aquel barrio a cinco hijos, quienes fueron, obviamente, a la escuela pública.

En 1951, Héctor participó de una huelga obrera tras la cual debió pasar a la clandestinidad y luego a la cárcel. Años después, Tabaré debió abandonar la secundaria debido a los apremios económicos, pero tras mucho sacrificio y varios trabajos, retomó los estudios y en 1969 (mientras el primer hombre ponía un pie en la Luna) obtuvo su título de médico ya estando casado desde hacía cinco años y con hijos. Con María Auxiliadora tuvo dos hijos (Álvaro y Javier) y, además, adoptaron a Fabián. Durante un tiempo, en el tramo final de la carrera de Tabaré, fue su compañera quien mantenía el hogar como empleada de la Caja de Profesionales Universitarios.

Solo la muerte de María, el 31 de julio de 2019, logró separarlos. Fue la única vez que vimos a Tabaré con la cara cortada por la angustia, cosa que no le ocurrió ni siquiera cuando poco después le descubrieron a él un tumor cancerígeno en el pulmón y comunicó a la ciudadanía de inmediato la situación, sin perder jamás el optimismo y consciente de que debía obrar como estadista y ejemplo para otras personas que estaban en la misma situación.

Tabaré no tuvo en su juventud militancia política activa, pero sí social y demostrando su preocupación por los más débiles. Miles de personas fueron atendidas por aquel médico sin tener que pagar un solo peso. Especializado en Oncología, llegó a tener su propia clínica privada.

Su otra pasión era el fútbol: fue cofundador del club El Arbolito y, posteriormente, presidente de Progreso, cuando dicho club pasó de la segunda a la primera división y a la Copa América, siendo propuesto en dos ocasiones para presidir la Asociación Uruguaya de Fútbol y siendo vetado (cuentan las malas lenguas) por un tal Julio María Sanguinetti.

En 1989, Tabaré se metió de lleno en la campaña para derogar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Esa batalla se perdió, lo que, sumado a la fractura del Frente Amplio con el alejamiento de los demócratas cristianos y el PGP, convertía en una mala idea aceptar ser candidato a intendente de Montevideo; pero Tabaré aceptó y ganó. De intendente pasó a disputar la presidencia de la República en 1994 y 1999, logrando el objetivo en 2004 y pasando cinco años después la banda presidencial a José Mujica para retomarla en 2015. Con ambos frenteamplistas en la Presidencia, Uruguay tuvo 15 años de crecimiento ininterrumpido de su economía y pasó a liderar, junto con Chile, el ranking de mayor transparencia y menor corrupción de América Latina y el Caribe.

El outsider traía un estilo de oratoria diferente, novedoso, calmo, sereno… Ese estilo destrozó las barreras electorales de la izquierda y logró enamorar a gente que jamás habría llegado a votar al Frente Amplio.

Tabaré se va. Cuando salga por última vez de la casa de gobierno, tendrían que estar aplaudiéndolo no solo los frenteamplistas, sino también simpatizantes de otros partidos. Vayamos a esperarlo y alfombremos su trayecto con miles de banderas y flores de todos los colores.

Disculpen si soy poco creativo, pero pese a que muchas veces critiqué algunas cosas de su gestión, hoy solo se me ocurren tres palabras para terminar esta nota:

Gracias, Tabaré. Gracias

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