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Editorial

The great pretender

Talvi: el neoliberal que miente ser batllista

Por Alberto Grille.

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“Uno-dos, Freddy viene por ti, tres-cuatro, cierra la puerta, cinco-seis, coge el crucifijo, siete-ocho, no te duermas, nueve-diez, nunca más dormirás…”

 

Recuperado del impacto de las elecciones en Argentina, cuyo resultado no puede más que alegrarnos por la fenomenal paliza al proyecto neoliberal de derecha y por la esperanza que se abre para los sufridos hermanos argentinos que hoy padecen la catastrófica gestión de Mauricio Macri, me gustaría decirles que un par de frases memorables de esta semana me han traído a la memoria el grato recuerdo de “The great pretender” (en castellano: el gran simulador), uno de los grandes temas de los años 50, grabado originalmente por The Platters (Los Plateros, un extraordinario conjunto de negros que hacían rhythm and blues como los dioses), versionada nuevamente en 1987 por Freddie Mercury en lo que fue un éxito mundial por varias semanas (los más jóvenes busquen en Google música de Los Plateros, a quienes vi siendo un adolescente en el desaparecido Cine Plaza, y  especialmente Only you, probablemente el más popular de sus temas).

En mi opinión, en la política uruguaya, si hay un gran simulador, ese es el economista Ernesto Talvi (62 años), el implacable darwinista schumpeteriano de la Crisis de 2002 que ha mutado en «batllista de Don Pepe» por obra y gracia del genio y la ética, al menos dudosa, del publicista Francisco  Vernazza, con cuantioso resultado electoral: logró ganarle con el 53% la candidatura colorada nada menos que a Julio María Sanguinetti, y tiene serias posibilidades de llegar al balotaje de noviembre en lugar del favorito Luis Alberto Pompita Lacalle Pou, con la promesa de cambiar la educación construyendo 136 liceos.

Talvi es egresado de la matriz del neoliberalismo, la Universidad de Chicago, y es discípulo preferido del pope neoliberal Ramón Díaz.

Talvi, quien creció y vivió acunado y financiado por las fundaciones más conservadoras y neoliberales durante su trayectoria profesional, consiguió para su aventura electoral nada menos que el auspicio de la Brookings Institution, el think tank keynesiano del Partido Demócrata de los Estados Unidos, ubicado en sintonía con el socialista Bernie Sanders.

En este avatar se ha autodefinido como “liberal progresista”, pero su programa sigue siendo el neoliberal que impulsó Ramón Díaz, su indiscutible maestro, de quien tomó su nombre para ponérselo a su hijo mayor.

Se ha proclamado “batllista de Don Pepe” y sabemos que odia a los bancos, las empresas y la educación pública, acaso con mayor ardor que Pompita y su ballet, que no tienen grado en la Universidad de Chicago sino en las escuelas de surf de las más indómitas playas del Este.

Se muestra amigable y contemporizador, partidario de mantener funcionarios del actual gobierno en un eventual gobierno suyo, pero por ahí le asoma (como cuando defenestró a Pedro Bordaberry, el hombre cuyo equipo usa) el darwinista feroz que proclamó en lo peor de la Crisis de 2002, mientras la gente se suicidaba o huía y los niños comían pasto, que “esta es la ‘destrucción creativa’ de Schumpeter, en la que sobreviven los mejores”, “estos no son tiempos de Keynes”.

Ni de Luis, de Jorge , ni de Don Pepe.

Más bien de un poco de Dorian Gray, bastante de Freddy Krueger y muchísimo de Pinocho.

¿Talvi, un liberal progresista, un batllista de Don Pepe?

Una maniobra de simulación asombrosa, la mayor, y es mucho decir, que hemos visto en este proceso eleccionario.

 

Ernesto Talvi: el origen

En la “biografía oficial” que seguramente él mismo se escribió para Wikipedia se puede leer: “Hijo de un inmigrante macedonio de religión judía y una inmigrante cubana de padres turcos y también judíos, estudió en los colegios Saint Andrew’s y The British Schools (los dos más selectos y caros del Uruguay, nota del director) de Montevideo. Graduado como economista en la Universidad de la Repúbica , es doctor en Economía y MBA en Finanzas de la Universidad de Chicago. Se considera agnóstico. En 1990 se integró al equipo de asesores del presidente del Banco Central del Uruguay, Ramón Díaz.

Desde 1997 se desempeña como director académico del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres). También es miembro de número de la Academia Nacional de Economía de Uruguay.

Siempre cercano al Partido Colorado, en 2002 su nombre estuvo en danza como posible presidente del Banco Central en plena crisis económica. En 2018 formó la agrupación “Ciudadanos” (nombre copiado del grupo conservador español), acompañado por Adrián Peña, Ope Pasquet, Valentina Rapela y Nibia Reisch. En agosto de 2018 lanzó su precandidatura para las elecciones internas de su partido.

Participó del primer debate televisivo después de 25 años entre candidatos a la Presidencia. El jueves 13 de junio, en el estudio de Canal 4, se enfrentaron el frenteamplista Oscar Andrade y Talvi. De los precandidatos a la Presidencia de la República por el Partido Colorado para las elecciones internas de 2019, Talvi quedó en primer lugar con el 53% de los votos.

De cara a un eventual gobierno colorado, Talvi ya ha adelantado que apelará a los mejores técnicos de todos los partidos, incluso de la actual administración frenteamplista, como “Jorge Polgar y Christian Daude”.

¡Cómo se ve la inteligencia de Pancho Vernazza en esta “biografía oficial”!

Pero Caras y Caretas, que viene ocupándose en forma pionera de este “nuevo candidato” (en realidad un viejo operador político, que trabaja para los intereses de los más privilegiados desde fines de la década de los 80), va a agregar, en sucesivas tandas, nuevos elementos a su “retrato de Dorian Gray” en el que va dibujándose la presunción, la insolencia, la falsedad y la soberbia.

 

Más elementos para una biografía completa

Lo primero a señalar es que Ernesto Talvi nació en 1957 y, por lo tanto, tenía 16 años cuando se produjo el golpe de Estado del 27 de junio de 1973, dado por el entonces presidente constitucional Juan María Bordaberry, papá de su compañero del British Schools Juan Pedro Bordaberry (nacido en 1960), con quien volvió a coincidir en la Universidad de Montevideo, donde Pedro realizó un posgrado en Derecho de la Empresa en el Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (IEEM) entre 1987 y 1988, y Talvi obtuvo la dirección del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) en la década de 1990. Ambos estuvieron y están directamente ligados al Grupo Peirano, una de cuyas ramas controla El Observador y la otra, la Universidad de Montevideo.

Ernesto y Pedro eran adolescentes en la predictadura y cuando el golpe de Estado, pero en aquella época, incomprensible para quienes no la hayan vivido, no había jóvenes ni niños que estuvieran al margen de una activísima vida política. Todos militábamos en aquellos tiempos.

Lo que quiero decir es que nadie le conoce a Ernesto ninguna militancia prodemocrática en esos años, en los cuales todos los demócratas militamos de una u otra forma contra la predictadura pachequista y contra la dictadura bordaberrysta.

No. Ernesto, al menos, no estaba del lado de la democracia en esos años.

Evidentemente, como se encargó bien de remarcar Edgardo Novick, nació en un hogar muy pudiente, tanto como para pagarle los exclusivísimos colegios Saint Andrew’s y The British Schools , y los estudios en la Universidad de Chicago, según él mismo ha declarado. Sería bueno que mostrara su título, aunque suponemos que esa parte del currículum será verdadera, ya que tantos títulos se han exigido ante la opinión pública en los últimos tiempos.

De ese período de juventud no sabemos nada.

Sí sabemos que en 1991, a sus 23 años, entró en el Banco Central del Uruguay de la mano del Dr. Ramón Díaz, al inaugurarse el gobierno neoliberal del entonces presidente Luis Alberto Lacalle Herrera. No entró por concurso, como era normal, aunque eso se omite en su currículum, sino mediante una designación directa de Ramón Díaz.

El Dr. Ramón Díaz (Montevideo, 30 de mayo de 1926-7 de enero de 2017) fue un abogado (llegó a ser socio del poderoso Estudio Guyer y Regules), docente, periodista (fundador del semanario neoliberal Búsqueda) experto en temas financieros, máximo exponente del pensamiento neoliberal en Uruguay, desde cuando en su país natal predominaban las tesituras estatistas, que llegó a ser en 1998 presidente de la Sociedad Mont Pelerin, que nuclea a los intelectuales neoliberales más importantes de todo el mundo, bajo el liderazgo de los ultrarreaccionarios Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Milton Friedman, asesor personal del genocida Augusto Pinochet y colaborador de las dictaduras argentina y uruguaya de los años 70.

Fue subsecretario del Ministerio de Industria y Comercio entre 1968 y 1969, cuyo titular era el Dr. Jorge Peirano Facio, en la presidencia autoritaria de Jorge Pacheco Areco. También fue director de la OPP en 1970, también con Pacheco, y presidente del Banco Central desde 1990 hasta 1993, bajo la presidencia de Luis Alberto Lacalle Herrera, en la que condujo un durísimo ajuste fiscal.

Su influencia desde el semanario Búsqueda fue inmensa y puede decirse que el pensamiento económico de la dictadura se expuso allí, aunque tuvo buen cuidado de no ocupar ningún cargo.

Fue presidente de la Academia Nacional de Economía del Uruguay desde el 2000 hasta 2005. Su principal obra es el libro Historia Económica de Uruguay (Taurus, 2003) en la que registra la peripecia económica del Uruguay desde los orígenes del país hasta la crisis de 2002.

Desalojado de Búsqueda por sus socios Danilo Arbilla y Manfredo Cikato, encontró cobijo en columnas semanales publicadas en El Observador, perteneciente a la familia de su amigo Jorge Peirano Facio.

El 15 de agosto de 2009 El Observador anunció que el columnista se retiraba “por motivos de índole personal”, según escribió el director del diario, Ricardo Peirano.

Volviendo a Ernesto Talvi, la verdad es que en su caso el principio fue el verbo y la escritura de Ramón Díaz.

Porque a los 23 años (y acá es que se afianza la duda de cuándo hizo el doctorado en la Universidad de Chicago, porque a esa edad, apenas si podía estar recibido de economista en la Universidad de la República) entró en el Banco Central del Uruguay gracias al Dr. Ramón Díaz, al comenzar el gobierno neoliberal del entonces presidente Luis Alberto Lacalle Herrera.

El neoliberalismo uruguayo y Ramón Díaz
Talvi ha sido fiel a una sola persona: su mentor ideológico Ramón Díaz. Abogado, economista, periodista y escritor, Ramón Díaz (1926-2017) fue el pensador más nefasto del siglo XX en Uruguay, enemigo declarado del batllismo, de las corrientes progresistas del Partido Nacional y de todo lo que se pareciera a izquierda, empezando por el Frente Amplio. Su vida estuvo íntimamente ligada a los hermanos Jorge y Juan Carlos Peirano Facio y, con ellos, a toda la oligarquía uruguaya. Desde las distintas tribunas que utilizó, apoyó a todos los gobiernos autoritarios de Uruguay y a su última dictadura. Ante todo fue partidario de privatizar las empresas y los bancos públicos, a los que llamaba vacas sagradas, y gran toro sagrado al BROU, siempre con el objetivo de entregar el patrimonio de los uruguayos a sus poderosos amigos dueños del capital, sobre todo extranjero. De la trayectoria del pope neoliberal Ramón Díaz surgen varias reflexiones. Hay que destacar lo bien que actúa la derecha, que financia publicaciones, universidades, cátedras y doctorados en el exterior, y qué mal funciona en ese campo la izquierda uruguaya, que parece estar perdiendo la batalla en esos frentes. Otra cosa evidente es que la derecha actual construye constantemente mitos, como el de Jorge Batlle (otro traicionado elevado como ídolo) y Ramón Díaz, al que dedican suplementos y artículos en cantidades industriales, ocultando que no fue un liberal sino un sirviente de la oligarquía financiera e ideólogo de varias dictaduras. Lo peor es que a veces por algunas cosas me parece que Ramón Díaz ganó la batalla y acaso la guerra. Porque en el Frente Amplio nadie se acuerda de que la lucha no es solamente electoral, es ideológica y cultural.

 

Las generaciones neoliberales en Uruguay

La primera generación neoliberal “dura” tiene su centro en Ramón Díaz, el economista Nicolás Herrera, director del Estudio Guyer y Regules, el economista Jorge Caumont, el ingeniero Alejandro Végh Villegas y el contador Juan Carlos Protasi. Estos dos últimos se mojaron la ropa y supieron ser ministro y presidente del Banco Central, respectivamente, en la dictadura. Los primeros nombrados se conformaron con alentar por escrito el pensamiento neoliberal desde el semanario Búsqueda, impulsando, entre muchas otras recetas, la “tablita” y la compra de carteras bancarias “podridas” (que fueron pagadas por todos los uruguayos) en 1982.

La dictadura se les terminó sin que los militares privatizaran las empresas públicas y el Banco República, que era su gran ambición. Pero continuó, por ejemplo, el juicio del Banco Mercantil contra el Estado uruguayo, que devolvió a los Peirano y a su abogado Ramón Díaz muchos millones de dólares. Durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti estuvieron bien tranquilos, ya que dos de sus amigos, los contadores Ricardo Zerbino y Ariel Davrieux, tuvieron el control total de la economía del país.

Así, compramos otra vez cartera pesada de los bancos, refinanciamos a los grandes deudores (ya sabemos quiénes son) y se fundó, contra lo que quería Wilson Ferreira Aldunate, una Corporación para el Desarrollo que permitió múltiples operaciones ruinosas por centenares de millones de dólares al margen de los controles del Tribunal de Cuentas de la República. Con Milka Barbato al frente, los “bancos gestionados”, “Mi Granja” y otros grandes negocios tristemente famosos pasaron por ahí, a fin de evadir controles.

En el gobierno de Luis Alberto Lacalle tuvieron un momento estelar. Entró en escena una “segunda generación” de neoliberales formada por el Cr. Conrado Hughes y los economistas Javier de Haedo, Gustavo Licandro, Isaac Alfie y Ernesto Talvi, bajo la guía directa de Ramón Díaz, convertido en todopoderoso presidente del Banco Central. Los ministros de Economía fueron Enrique Braga -hasta que lo derribó Jorge Batlle- y luego Ignacio de Posadas, que trató de ser más duro que todos ellos juntos.

La cuaterna juvenil vivió momentos de esplendor. Eran “los que hacían los números” del MEF y del BCU, o sea, los que tomaban las verdaderas decisiones, porque en economía quien plantea los escenarios es el verdadero mandante. Además repecharon económicamente, porque algunos asesoraron a muy buen sueldo a la Intendencia de Maldonado y otros tuvieron jugosos asesoramientos en la República del Paraguay, presidida por Juan Carlos Wasmosy, “barón de Itaipú”, que vive gran parte del año en la Barra de Maldonado, cerca del chalet Blue de Lacalle Herrera.

Sus suertes fueron dispares. Todos tuvieron problemas con Lacalle, a quien abandonaron y ofendieron pese a la confianza y los favores dispensados.

Conrado Hughes, de origen blanco, fue director de OPP hasta que Lacalle tuvo que sacarlo, harto de los desplantes públicos que les hacía a intendentes, senadores y diputados. Fue sustituido por el Ing. Carlos Cat y luego, hacia el fin de la administración, por Javier de Haedo. De Haedo, también de origen blanco, redactor de economía de Búsqueda, fue subsecretario de Economía y Finanzas de Braga y luego director de OPP. Molestó también a numerosos “políticos” -a los que despreciaba- y colmó el vaso cuando atacó en declaraciones públicas a Pedro Nicolás Baridón y afirmó que él era como los “tampones” femeninos, porque estaba en el mejor lugar en el peor momento. Lacalle tuvo que despedirlo, pero lo llevó a la dirección de OPP hacia el final de su gobierno.

Gustavo Licandro, de origen también blanco y estanciero de Tacuarembó, fue director del BCU y subsecretario de Ignacio de Posadas, que lo llamaba jocosamente “numerín”, acaso sin darse cuenta de que era quien realmente tomaba las decisiones. Decisiones que, por supuesto, no lo molestaban.

Isaac Alfie, colorado, continuó su carrera discretamente y tuvo su momento de gloria en la Crisis de 2002 durante la presidencia de Jorge Batlle.

“Marxista de derecha”
Ernesto Talvi no fue un hombre popular ni nunca buscó serlo en Ceres. Cultivaba un estilo de conferencista “one man show” que incluía desplazamientos por el escenario como los de los pastores de las sectas mediáticas, imprecaciones y golpes de puño sobre el panel. Sin embargo, esta metodología provocaba rechazo en muchos empresarios y no pocos políticos de los que asistían a sus encuentros, todos por rigurosa invitación. Durante su pasaje por el BCU no fue precisamente querido por los funcionarios, que lo tildaron de mandón e intolerante, a la vez que ponían en duda sus dotes intelectuales, ya que nunca salió de los habituales clisés neoliberales, permanentemente desmentidos por la realidad. En círculos uruguayos, se conoce a su grupo de amigos como “marxistas de derecha”, ya que se afirma jocosamente que creen en la lucha de clases, pero quieren que los ricos terminen con los pobres. En 1995, pese a su sintonía forista, consiguió el difícil logro de llevarse mal con el presidente del BCU, el muy apreciado Cr. Ricardo Pascale. Una anécdota contada por altos funcionarios del BCU lo pinta de cuerpo entero. Parece que el Dr. Talvi no podía usar su propio y exclusivo “toilette”, sino que concurría al de la Presidencia del BCU, que, como es obvio, tenía un único titular. Pascale, con su reconocida bonhomía, se lo hizo notar un par de veces. Finalmente, tuvo que ponerle una llave. Poco después, Talvi se iría al BID, donde también estuvo poco tiempo. Llevarse mal con el Tano Pascale es realmente un logro difícil de igualar.

Ernesto Talvi, compañero de clase y de ideas de Haedo y Licandro, era el otro colorado del grupo. Gracias al todopoderoso dedo de Ramón Díaz, su carrera pública se inició como gerente de política económica del BCU (1990-1995), tras un controvertido acceso que fue recurrido por prestigiosos funcionarios de carrera. Cuando, tras la salida de Díaz, se le ofreció la presidencia del Banco Central, fue a consultar a Julio María Sanguinetti, quien le habría asegurado que le esperaban grandes destinos y que todavía no había llegado su hora. Se quedó en ese lugar en la segunda presidencia de Sanguinetti, donde buscó amargarle la vida a alguien tan respetado como el Cr. Ricardo Pascale, quien terminó echándolo del Banco Central.

Tras muchos enfrentamientos internos dictados por sus problemas de relacionamiento, se fue del BCU a un cargo en el Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (1995-1997), al parecer siguiendo otra vez las recomendaciones del Dr. Sanguinetti, gran colocador de peones calificados, como Carlos Sténeri y Juan Notaro. Trabajó en varios países como Argentina, Brasil, Chile y México, pero parece que otra vez su relacionamiento áspero lo volvió molesto.

Así fue que retornó al Uruguay en 1997, donde sus amigos lo pusieron bajo la protección de El Observador para retomar una nueva etapa del think tank neoliberal Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), que se había fundado a fines de los años ochenta.

Desde ahí, como director ejecutivo, recomendó en forma permanente las políticas más duras y los ajustes más severos en seminarios realizados regularmente, llenos de esplendores visuales. Fue durante diez años el gurú de los empresarios.

En el ambiente económico, muchos lo apodaban “Madonna” por sus arranques de divo.

Dos recientes frases notables sobre Talvi
El martes 13, Talvi declaró que “hay veces que pienso, de verdad, ojalá gane el Frente Amplio y tengan que arreglar el lío que van a dejar ellos, que lo arreglen ellos, porque si no, tenemos que venir nosotros siempre a arreglar”. Edgardo Novick le respondió acusándolo de “hacer lo mismo que en 2002, cuando Uruguay se enfrentaba a una gran crisis y el presidente Jorge Batlle le ofreció ser ministro de Economía y él le dijo que no. No quiere agarrar este fierro caliente”. El jefe del Partido de la Gente agregó que “hay que tener coraje y no achicarse”. Entretanto, el exprecandidato, exministro de Economía y expresidente del BCU, Mario Bergara, sostuvo en un comité de base que “Talvi ingresó por la ventana” al Banco Central del Uruguay (BCU) a comienzos de la década del 90, a pesar de que en esa época dicho organismo no era un lugar donde el sistema político metía gente de manera indiscriminada”. “Hacía muchos años que la gente esencialmente entraba por concurso, no fue el caso de Talvi, que entró en una gerencia muy alta en el BCU porque Ramón Díaz lo puso cuando era presidente”, dijo Bergara. El expresidente del BCU recordó que mientras Talvi manejó la política monetaria desde ese banco, “la inflación nunca bajó de 45%”.”Ahora, cuando se quejan de que en lugar de 7% es un 8%, hay que recordar esas cosas”.

Como vemos, Ernesto Talvi no es el “outsider” que pretende ser, ni un “político renovador” (es un veterano operador de 62 años), y tampoco un enemigo del sector público, por lo menos a la hora de cobrar. Por el contrario, supo entrar bien alto en la más cara de nuestras empresas públicas (un Banco Central que se enteraba en los gobiernos de los PPTT por los diarios de crisis, vaciamientos y todo lo que pasaba, sin que a muchos se les moviera un pelo) y desde ahí estar vinculado siempre a las más altas decisiones.

No es un “outsider”, pero tampoco fue un protagonista central en los gobiernos de Sanguinetti, ni en el de Lacalle, ni el de Jorge Batlle, como pretende hacer constar en algunos de sus currículum que están siendo destripados, en sucesivos artículos, por Leandro Grille en estas mismas páginas de Caras y Caretas. Más bien un personaje secundario en una orquesta en que si no me equivoco, sólo actuaba de “plomo”.

Este es el hombre que nos aconsejó desde Ceres, y que ahora pretende ser un candidato “liberal y progresista”, “batllista de Don Pepe”.

El mismo que le dijo que no a Jorge Batlle, dejándolo en la estacada en lo más duro de la Crisis de 2002, mientras se incubaba contra él un golpe de Estado (referido en el libro de Claudio Paolillo Con los días contados) del que tenía que estar al tanto, porque estaba liderado por Ramón Díaz.

Pero eso será motivo de la siguiente nota.

Hay mucho para hablar de Ernesto Talvi y todo debe conocerse.

 

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