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Tan joven y tan canaria

Por Leonardo Borges.

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La ciudad de Montevideo tiene hoy día, algo más de 1.500.000 habitantes y su territorio es mucho más extenso que en tiempos de la colonia. Conviven en ella una gran gama de personas de diferentes nacionalidades, etnias; descendientes de inmigrantes de muy diferentes países, con pasados y presentes de todo tipo. Lo que ayer fueron las chacras con que fueron agraciados los primeros pobladores de Montevideo a principios del siglo XVIII hoy son edificios y casas, shoppings y tiendas. El Ejido y los Propios, no son más que importantes calles de la ciudad. La antigua ciudad de Montevideo hoy no es más que la Ciudad Vieja, barrio de gran contenido histórico y turístico, pero no es más que una parte. Las calles han cambiado sus nombres, algunos edificios, sus funciones; los indios ya no merodean, tampoco los portugueses y menos los piratas. Ya no se reza a la hora de Ángelus, no se discuten en el Cabildo los problemas de la ciudad. No encontramos “hijosdalgos” del Solar conocido, por suerte tampoco esclavos. Ya la ciudad no es fiel al damero más ortodoxo, ni a su relación social. Los ricos ya no se concentran alrededor de la Plaza Mayor. Hoy, el recuerdo de los primeros pobladores -los Burgués, los Artigas, los canarios llegados para poblar- solo decora un cementerio. En estos tiempos, Montevideo es otra realidad, el caserío militarizado con cabildo desapareció. Podrán decir que mantiene una parte antigua muy bien conservada, y les diremos sí. Pero la historia no busca cadáveres en mal estado del esplendor de otros tiempos, no debe buscar quimeras; solamente las estudia para comprender el presente y para generar un relato veraz. Pero los forenses estudian lo muerto, la historia debe buscar el porqué de la vida, no de la muerte.

La pregunta tal vez podría ser “qué tiene este Montevideo de aquel y en qué medida podemos comprender aquel Montevideo con este? Hace algunos años me sumergí en estos temas y encontré un denominador común: los canarios. La historia secreta de Montevideo (Ediciones de la Plaza, 2006) fue el producto de esas preguntas.

Montevideo es la ciudad canaria (fundada por canarios) más grande fuera de las siete islas del Atlántico y eso marca pasado y presente de forma constante. Desde los dos primeros contingentes que poblaron la ciudad y se sumaron a las seis familias que cruzaron de la otra orilla del Plata, fueron gestando algunas particularidades, por cierto lejanas a cualquier atisbo de nacionalidad ni cosa similar. Dos barcos, Nuestra Señora de la Encina (1726) y el San Martín (1729), fueron los iniciales, pero a estos se sumaron varias oleadas de inmigración -muchas veces ilegal- desde las islas a partir de 1835. Tan joven -comparada con otras urbes de América- y tan canaria.

Montevideo ya no tiene “hijosdalgos”, pero a cada persona que vive en el departamento de Canelones y por agregado a todos los habitantes del interior del país se les llama, hoy en día, “canarios”. Inclusive a mediados del siglo XIX se les llamaba canarios a los habitantes de Uruguay. Ya no hay Ejido, pero se sigue comiendo y produciendo el gofio en este país. Ya no hay Propios, pero cada madre canta a su hijo el arrorró, casi como algo inconsciente, como si por ósmosis lo hubiera aprendido del medio. El arrorró es una canción típica de las islas. Las calles tienen otro nombre, pero gran parte de las actuales calles de Montevideo y de todo el país llevan nombres de descendientes de aquellos primeros canarios. Gran parte de los linajes más importantes de la historia de Montevideo y del Uruguay todo partieron de aquellos, entre ellos Herrera, Maciel, Bauzá, Batlle y Ordóñez, Pagola, entre tantos otros. La ciudad es más grande, pero existe ese especial ritmo de vida en los montevideanos y en los uruguayos todos. Ritmo de vida que ha caracterizado a los orientales, y nos hemos preguntado siempre de dónde nació. Ya es clara la respuesta. La indolencia es una de las características de los isleños según todas las crónicas.

La incidencia de los canarios en la historia, pero sobre todo en las formas de ser, de actuar y de sentir de los montevideanos es clara y contundente.

La siguiente pregunta podría ser ¿por qué esa incidencia no era más difundida? El Uruguay es un joven país, ha buscado en muchos sitios su identidad, pero es claro que ha dejado de lado a aquellos canarios fundadores. Hay mucho que aprender de nosotros mismos, de nuestra cultura y de nuestro pasado. Montevideo es, sin lugar a dudas, la ciudad canaria más grande fuera de las Islas Canarias. Si uno recorre Uruguay, se dará cuenta de que el gentilicio “canario” es utilizado por los montevideanos para designar a las personas del medio rural. Muchas veces, y es la mayoría, de manera despectiva. Así como si el pasado diera vergüenza a los citadinos. Esta designación se potenció con la llegada de la segunda gran colonización canaria a Uruguay, entre 1835 y 1856, en la que los isleños se arraigaron en los departamentos de Canelones y San José. Emigrantes de clases bajas, que venían con unos conocimientos de agricultura que crearon ese mito del canario-agricultor-pobre que hasta hoy subsiste. Pero ese prototipo no era el del siglo XVIII, que los canarios ya se habían arraigado desde 1726 y que crearon Montevideo a su imagen y semejanza, entre otras cosas. Queda más que claro, ahora sí, que cualquier montevideano es mucho más canario que los habitantes de Canelones o San José. Aunque la historia, por alguna extraña razón, haya dejado de lado ese legado isleño que subsiste hasta hoy, aunque se hayan buscado nuestras raíces en una infinidad de lugares. Aunque el gentilicio se haya vulgarizado por alguna estúpida razón de matices clasistas. Pese a quien le pese (de estos citadinos), el gentilicio debe ser utilizado para los habitantes de la ciudad capital. Aquella creada por aquellos primeros. Aquellos que hicieron de Montevideo una ciudad tan joven y tan canaria.

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