Fue a la ONU para reafirmar que hizo de Brasil un país paria en el mundo y que él, oscurantista, niega la ciencia, las vacunas y las organizaciones de salud pública.
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Mostró con orgullo que no había sido vacunado. Fue repudiado, rechazado, ridiculizado por manifestaciones públicas, por los medios de comunicación, por las propias Naciones Unidas.
La imagen de Brasil en el mundo nunca ha estado tan degradada. Un presidente de mentalidad de paria en el mundo, alegando esta situación de la peor manera posible, se expuso al mundo y expuso al país a la peor vergüenza que jamás había experimentado.
Dejó Brasil con una pandilla de descalificados para mostrar con orgullo su negacionismo. Trata las medidas de protección con actitudes desafiantes. Desafía la ciencia, las vacunas, las políticas para proteger la salud de las personas.
Aprovechó el privilegio de Brasil de ser el país que pronunció el primer discurso en la Asamblea General para mostrar cómo no respeta todos los protocolos internacionales, cómo comete a diario delitos de responsabilidad, cómo viola todas las conductas de dignidad ligadas a un puesto como el que él ocupa.
Llegó a la presidencia de manera fraudulenta, con la detención e impedimento de ser candidato de Lula, que ganaría las elecciones en la primera vuelta. Llegó a la presidencia por fraudes, con otras manipulaciones de los medios y violaciones de las normas de la campaña electoral. Fue elegido fraudulentamente, es un presidente fraudulento que no nos representa.
La gran mayoría de los brasileños, 94% según encuestas, quiere vacunarse, en una derrota devastadora para Bolsonaro. Fue a la ONU sin vacunarse, lo que representa una pequeña minoría de brasileños. Los brasileños no aceptan que Brasil sea un paria en el mundo, siguen orgullosos de que el país haya sido, con Lula, un referente en el mundo. Habló en su propio nombre y no en nombre de la gran mayoría de brasileños.
Por lo tanto, no tenía derecho a utilizar el espacio reservado para Brasil para expresar sus estupideces en nombre del país. No nos representa, es rechazado por la gran mayoría de brasileños que no creen en lo que dice. Entonces no creen lo que dijo en la Asamblea General de la ONU.
Nadie lo vio sentirse representado en sus palabras. Pintó un Brasil que no existe, a diferencia del Brasil real. Baste decir el haber afirmado que recuperó la credibilidad internacional, como lo demuestra el nivel de mentiras que expresó.
Y cuando hace afirmaciones en las que no cree, asumiendo que puede engañar a la gente, pasa por un farsante, porque lo ha hecho varias veces y nunca cumplió. Son palabras torpes y vacías.
Vuelve aún más pequeño de lo que era, porque durante su viaje el repudio mundial que sufre el país en su figura solo ha aumentado. Su imagen y el cargo que detenta son cada vez más chicos e irrelevantes.