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Un silencio que hace mucho ruido

Por Celsa Puente.

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El viernes pasado y a los efectos de facilitar la votación para la integración de delegados a las Asambleas Técnico Docentes de todos los subsistemas de ANEP (Primaria, Secundaria, UTU y Formación en Educación) no hubo en el sistema público actividades educativas. Es un “logro” que, aunque impresiona como un poco exagerado -suspender durante todo el día la actividad para cumplir con un acto de votación que lleva sólo algunos minutos y en el peor de los casos, si hay espera, alguna hora-, es un logro al fin, que permite visualizar la importancia que la conformación de este órgano tiene. Fueron muchos los docentes que después de la dictadura obstinadamente dedicaron tiempo a la lucha para la recuperación de un espacio técnico que habilitara que la voz del profesorado estuviera presente, más allá de la afiliación sindical.

La ley de educación vigente (Nº 18.437) declara que “en cada Consejo de Educación funcionará una Asamblea Técnico Docente (ATD) representativa del cuerpo docente que tendrá derecho a iniciativa y función consultiva en aspectos educativos de la rama específica y de educación general”. Es un órgano de carácter técnico que debe asesorar y sugerir innovaciones y cambios a cada uno de los Consejos desconcentrados, lo que creo que, lamentablemente, se viene desvirtuando hace ya bastante tiempo.

Pero lo mejor es hacer un balance con el escrutinio que ofrece la Corte Electoral a la vista, que -aunque provisorio- es anunciador de los datos finales. Quiero aclarar que me concentraré en Secundaria y que todo lo vertido de aquí en adelante se refiere a este subsistema.

En Montevideo, el total de los votos en blanco y los anulados sobrepasan en cantidad la suma de los votos de las dos listas disponibles. Hubo más de 54 por ciento de profesores que eligieron renunciar a tener un representante en el departamento más poblado, en tanto, a nivel nacional, fueron 49 por ciento. Y no es cuestión de creer que esto se da exclusivamente en esta oportunidad por algún factor excepcional que lo justifique. Cada tres años se hacen las elecciones de delegados de las ATD y esto se viene generando como una tendencia.

Hay, sin lugar a dudas, una pérdida de identidad de la ATD en el Consejo de Educación Secundaria. En tiempos en que fui directora general, fue un planteo que hice con frecuencia en los encuentros con los integrantes de la Mesa Permanente y en cada ocasión que visité la Asamblea Nacional: no deben mezclarse el lugar técnico de la ATD con el lugar del sindicato. Ambos son necesarios justamente porque tienen especificidades y objetivos bien distintos.

Por eso no es para mí una casualidad que la gente elija no elegir. Los docentes que decidieron anular su voto o dejar vacío el sobre de votación están diciendo algo y son voces que merecen ser escuchadas. Cuando las especificidades se pierden, cuando un órgano técnico parece no cuidar su espacio de acción y se confunde en su misión con el sindicato -muy válido y valioso, pero, repito, con finalidades completamente diferentes-, pasan estas cosas. Y uno no puede evitar sentir nostalgia de aquellos profesores de antaño, académicamente sólidos, que no contaminaban los espacios porque conocían la esencia y habían luchado por ella, porque para estar allí representando a otros, era necesario tener credenciales de formación de grado y posgrado, estudiar, estar actualizados y ser lo más objetivos posible, creativos y claros a la hora de hacer propuestas y consolidarlas en documentos de sintaxis preclara.

¿La ATD es un satélite del sindicato renunciando a su función técnica?, me pregunta alguien en una rueda de amigos. ¿No será hora de una autocrítica? ¿Hora de retornar a hablar de educación después de haber leído literatura actualizada sobre la misma? ¿No será hora?

Mi amigo Luis Giménez, psicólogo de profesión y profesor universitario, reflexiona sobre esta tendencia que existe en Uruguay de (re)presentar a los docentes como un colectivo homogéneo, pero datos como los que surgen de la elección dan cuenta de que hay muchos docentes que no se sienten representados por las opciones existentes. La pena es -como dice Luis- que “quienes tienen visiones diferentes a las que han sido dominantes en las organizaciones (que no hay que suponer que tampoco sean homogéneas) no han sabido organizarse de forma de presentar otra opción con capacidad de convocatoria y disputa de espacios de incidencia”. Quizás ya sea tiempo de hacerlo con tiempo para que algo cambie o que sanamente reflexionen los que deben hacerlo, porque el silencio es también un modo de comunicación y, sobre todo, porque este silencio del colectivo docente hace demasiado ruido como para que no lo atendamos.

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