Al compromiso se han adherido países o regiones como Colombia, Indonesia, Noruega, Australia, Brasil, China, Costa Rica, la Unión Europea, Ecuador, Honduras, Guatemala, Perú, Rusia, Turquía, Uruguay, Estados Unidos y Reino Unido, que además han sumado a esa promesa de pacto ambiental una fuente clara de financiación para lograrlo.
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Un reciente informe de la organización ecologista mundial WWF alerta de que la deforestación se está produciendo desde hace muchas décadas en la Amazonía, en África central, Mekong e Indonesia, pero señala también nuevos frentes en África occidental (Liberia, Costa de Marfil o Ghana), en África oriental (Madagascar) y en América Latina, en lugares como la Selva Maya de México y Guatemala.
Su trabajo identifica cuáles son las principales causas de esa pérdida de masa forestal y destaca entre otros la ganadería y la agricultura a gran escala de productos como la soja en América Latina; en África a causa de la agricultura de subsistencia; y en Asia debido a las plantaciones para pulpa de papel y palma.
Además de las causas, el informe de WWF enfatiza en las posibles soluciones, para señalar que no hay un enfoque único ni un criterio universal, sino que las respuestas más efectivas son aquellas que combinan múltiples encuadres, y aboga por acciones urgentes por parte de gobiernos, empresas y reguladores.
Problema de larga data
Los datos del PNUMA advierten de que desde 1990 se han perdido unos 420 millones de hectáreas de bosque por conversión a otros usos de la tierra, aunque el dato esperanzador es que esa deforestación se ha frenado en los últimos treinta años.
Millones de personas en todo el planeta dependen de los bosques para su seguridad alimentaria y subsistencia, y de hecho los cálculos de la ONU resuelven que las áreas boscosas proporcionan más de 86 millones de empleos verdes.
De las personas que viven en la pobreza extrema, más del 90 por ciento dependen de los bosques para obtener alimentos silvestres, leña o una parte importante de su sustento; esta cifra incluye a ocho millones de personas dependientes de los bosques sólo en América Latina.
Entre las herramientas más eficaces que se han puesto en marcha durante los últimos años para poner coto a este problema destaca el certificado FSC (Forest Stewardship Council), un sistema de certificación forestal sostenible promovido por numerosas empresas productoras de madera, organizaciones ambientalistas y de derechos humanos, con el objetivo de paliar la degradación de los bosques.