“Evidentemente, no basta con sacar de la miseria a la gente. Hay que explicarles por qué, crearles conciencia de lo que se está haciendo por ellos y de lo necesario de que se comprometan con las ideas”. Silvio Rodríguez.
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Es buena cosa que nuestros dirigentes hayan iniciado un proceso de autocrítica, pero no sé si algunos soportarán oír las verdades que muchos frenteamplistas tenemos atragantadas y que explican la entrega que hicimos del gobierno a la derecha. Hay cosas que venimos diciendo desde hace años sin que nos hicieran el menor caso, por lo que no tenemos motivo para creer que ahora será diferente, más allá de la derrota.
Como sea, necesitamos refundar el Frente Amplio, pero si orden tienen las cosas, no podemos esperar a que pasen las elecciones municipales para liberar lo que tenemos en nuestra mente bajo una tonelada de frustraciones y calenturas, porque sentimos que hemos gritado en el desierto y arado en el mar.
Si alguien se ofende, mala suerte. Sabemos que nuestro dolor es el dolor de una gran mayoría, hasta ahora silenciosa, de militantes que vimos cómo nuestra dirigencia corría confiada en una dirección mientras le gritábamos que íbamos hacia el precipicio.
Por las cosas positivas hicimos correr ríos de tinta, pero hoy le toca a las otras.
Deficiente en comunicación
Perdimos porque, tal como lo hemos dicho mil veces, fuimos absolutamente incapaces y mediocres en materia de comunicación. Tuvimos un pudor inentendible de usar los medios disponibles para publicitar los logros de los gobiernos frenteamplistas y, más aún, para transmitir nuestros principios y educar a la ciudadanía. Perdimos contra el olvido, la manija y el marketing. Dejamos que se instalaran mentiras (que Sendic se robó centenares de millones de dólares, que estamos llenos de corruptos, que la educación es un desastre, que trajimos el narcotráfico, que le quitamos a los que trabajan para mantener vagos, etcétera) en lugar de salir cada día (como hacían Hugo Chávez o Rafael Correa) a desmontarlas una por una.
Perdimos porque abandonamos la lucha ideológica. No combatimos el lavado de cerebro provocado por la dictadura militar y los partidos de derecha ni erradicamos los prejuicios contra la izquierda. Permitimos, incluso, que muchos trabajadores tuvieran una mala imagen de los sindicatos gracias a la propaganda derechista.
Perdimos porque nuestra campaña electoral fue la peor desde que se fundó el Frente Amplio y demostramos no tener ni la menor idea de lo que es el marketing político. De Relaciones Públicas ni hablemos.
Dady Brieva ha planteado recientemente: “Quiero que el peronismo tenga un departamento de Relaciones Públicas. No quiero perder ni un compañero más porque no le atienden el teléfono”. Vale para nosotros. Perdimos miles de militantes porque varios dirigentes, ebrios de soberbia, cuando ascendieron al Olimpo cortaron contacto con los humildes mortales que los encumbraron. Sé de varios casos de pedidos formales de reunión para realizar planteos a algunas autoridades y no solo no fueron aceptados, ni siquiera se tuvo la gentileza de responder.
La soberbia que una y otra vez le endilgamos a Luis Lacalle, también afectó a varios de los nuestros. Perdimos porque nos llenamos de políticos profesionales. No lo digo por todos, pero sí por varios.
Malas decisiones
Perdimos porque no siempre designamos a los más capaces para los cargos, sino que priorizamos el caudal electoral e, incluso, el poder económico o el apellido, al mejor estilo de los partidos tradicionales. Nos dejamos llevar por lo políticamente conveniente: si un varón tenía más capacidad para un cargo que una mujer o una persona trans, estaba liquidado. La sexualidad o el color de la piel primaban. Así fue que le dimos lugar a Michele Suárez, por citar un caso, quien terminó siendo una persona con proceder delictivo. A ver si se entiende: estoy en contra de que se elija a alguien por ser trans y en contra de que no se le elija por ser trans. Lo que hay que tener en cuenta es su honestidad, su capacidad, su trayectoria y su compromiso con el proyecto. Lo demás es discriminación, le llamen como le llamen.
Nos equivocamos al promover a Almagro (claro, ¿quién iba a imaginar lo que era?) y a uno de los Saravia al Senado. Fuimos lentos al tratar el caso Sendic.
Perdimos porque en la campaña hablamos de lo que nos interesaba a nosotros y no a los votantes indecisos.
Perdimos también porque la disputa interna en Maldonado nos costó buena parte de los votos que faltaron para ganar el balotaje.
Perdimos porque no hicimos lo suficiente por algunos departamentos en situación crítica, como Rivera.
Policías y militares
Perdimos porque no nos dio el coraje para erradicar de las escuelas militar, naval y policial la nefasta infección ideológica de la derecha.
Perdimos porque, pese a que hicimos por los policías lo que nunca hizo otro gobierno, no los amparamos en el discurso. Los homenajes a los héroes que dieron su vida o resultaron heridos combatiendo criminales fueron tardíos y poco, muy poco, publicitados. No fuimos capaces de aclarar las veces que fueran necesarias que nuestra lucha era contra los militares y policías abusadores como Nino Gavazzo, entre otros, pero jamás contra los policías y militares honestos y respetuosos de los derechos humanos. Lo dimos por sobreentendido. Luego nos asombramos de que votaran a la derecha que siempre los tuvo en la miseria, pero que sí les dijo las palabras que querían oír.
Inseguridad
Perdimos porque tardamos diez años en reconocer que teníamos un problema de inseguridad y mientras asaltaban a la gente le decíamos que tenían un problema de percepción. Perdimos porque dejamos que proliferaran las bocas de venta de droga. Perdimos porque tras la legalización de la marihuana (que apoyé y apoyo) no hicimos la prometida campaña para disminuir su consumo. Perdimos porque, a pesar de Bonomi y Leal, primó la filosofía de “pobrecito el delincuente” y algunos legisladores solo apoyaban proyectos de ley que beneficiaran a los criminales y nunca, jamás, proyectos a favor de las víctimas. Me reservo los nombres para que el incendio no sea tan grande, pero a quien le quepa el sayo, que se lo ponga.
Perdimos porque (pese a que la mayoría de los fiscales y jueces son verdaderos héroes) en varias ocasiones las decisiones del Poder Judicial escandalizaron e indignaron a los ciudadanos, y muchos votantes, desde la ignorancia, culparon al Frente de tales fallos. Solo Bonomi intentó explicar el tema de la separación de poderes.
Lentitud
Perdimos porque nos faltó sentido de urgencia. Traer las tobilleras electrónicas fue un gran acierto cuyo mérito fue del gobierno frenteamplista, pero la lentitud en llevar el sistema a todo el país, mientras masacraban a nuestras mujeres, fue desesperante. Gustavo Leal ha propuesto comprar drones para combatir el abigeato. Otra gran idea, ya que un dron puede controlar más que un centenar de policías rurales, pero lo tendríamos que haber hecho hace mucho, mucho tiempo. En Maldonado murió un niño hace unos meses porque estaba en lista de espera de medicamentos. No hay excusa.
Perdimos porque, pese a mil cosas positivas que hemos detallado en otras notas, no se tuvo ni coraje ni imaginación para encarar una revolución educativa. Los cambios en los programas de secundaria fueron tibios y no nos atrevimos a encarar el desarrollo de la inteligencia como objetivo superior del sistema educativo.
Perdimos porque a quienes avisaban que íbamos camino al despeñadero los (nos) trataban de traidores.
El candidato
No sería justo achacar la derrota a Daniel Martínez, pero tampoco debemos perder la oportunidad de señalar algunos errores suyos o de su equipo. Nuestro candidato traía dos mochilas muy pesadas: la inseguridad y la promesa de un impuesto contemplado en el programa del Frente Amplio que le permitió a su contendiente refregárselo en la cara una y otra vez. Lo mandamos a la guerra con un tenedor.
En los debates le faltó manejar técnicas adecuadas y efectivas de oratoria y permitió que Lacalle saliera ileso de ambos encuentros. Daniel mejoró mucho en el segundo, pero no lo suficiente como para noquearlo, y perdimos dos oportunidades de oro.
Los spots en los cuales se insistía con que Lacalle no iba a respetar los Consejos de Salarios y tenía grandes maleficios detrás de la desconocida ley de urgencia no fueron efectivos y terminaron beneficiando a su contrincante.
La entrevista con Nacho Álvarez fue un error de principio a fin. Bajar al nivel de las cloacas en las que se mueve el periodista de derecha nos costó una innumerable cantidad de votos.
La gran remontada para noviembre fue mérito de los militantes de a pie que salieron a buscar el maracanazo, pero faltó tiempo y el daño ya estaba hecho.
Otros, sí digo
Merecimos perder porque el Frente Amplio practicó como nadie el centralismo montevideano en lo político. Pueden enojarse, discutir e insultar, pero díganme cuántos ministros y senadores son del interior… y no vale contar a Nin, que lleva treinta años viviendo en la capital. Los principales cargos de gobierno y conducción siempre los repartimos en el entorno capitalino. Es más, tuvimos cuatro candidatos en la interna buscando la Presidencia. Los cuatro nacieron en Montevideo. Hemos despreciado al interior y eso lo digo para que se corrija.
A propósito… esto lo escribe un montevideano.
Hay otro tema que nos llevó a la derrota, pero estoy buscando las palabras adecuadas y el coraje necesario para plantearlo. Tengan en cuenta que soy hombre, lo que significa que me cuesta razonar rápido, así que lo dejamos para la próxima nota.
Puede que me equivoque en algunos conceptos, pero les aseguro que somos muchos los frenteamplistas que pensamos de esta manera.
Pese a todo, fuimos, somos y seguiremos siendo frenteamplistas. La derecha no podrá borrar de un plumazo todo lo que el Frente le ha legado al país. Por otra parte, así como somos duros para señalar los errores cometidos por nuestros dirigentes, también estaremos en primera fila, sin pedir nada a cambio, para defender con uñas y dientes todas las cosas positivas que lograron.