No son números, son personas: trabajadores esenciales que no pueden quedarse en casa para proteger a los suyos y expusieron su vida para salvar a otras personas ante un virus desconocido. La voz de sus colegas exhaustos por un sacrificio que lleva casi seis meses, dolidos por la pérdida de compañeros de trabajo y angustiados por un escenario que se presenta cada día más complicado, se hizo sentir esta semana para tratar de concientizar a una sociedad que, en rigor, ya cuenta con las herramientas para poner freno a la pandemia: prevención, reducción de riesgos y cuidado de los otros.
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“No podemos más. Nos están dejando solos”, advirtieron desde la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. “Estamos en el punto límite del agotamiento, la desesperanza y la incomprensión”, añadió la Asociación de Enfermería de la Capital Federal. “Parece haber dos realidades: una es la de los hospitales con la lucha brutal y desigual contra la enfermedad y la muerte; otra es la de las calles y las plazas con cada vez más gente que no guarda las distancias y no se protege”, explicó la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Plata. Las frases pertenecen a tres de los comunicados publicados esta semana por organizaciones que nuclean o forman al personal que hoy multiplica sus esfuerzos para evitar que el coronavirus siga matando.
Esta semana se registraron en promedio 9982 casos nuevos por día en todo el país, el máximo desde la llegada del SARS-CoV-2, que representa un aumento del 11% respecto de la semana anterior. Tres de cada diez casos nuevos fueron diagnosticados fuera de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, lo que consolida una nueva etapa en la que el virus se expande a nivel federal casi sin distinciones. La circulación comunitaria se mantiene en 18 provincias, pero el viernes todas tuvieron al menos un caso positivo cargado al Sistema Nacional de Vigilancia en Salud.
La preocupación por la ocupación de las camas de terapia intensiva en Argentina dejó de ser exclusiva del AMBA y hoy el foco está puesto en las provincias de Río Negro (donde la ocupación llega al 84%), Jujuy (79%) o Salta (76%). Pero para entender el drama hay que poner la lupa al interior de cada provincia, porque hay ciudades ya colapsadas. En General Roca o las jujeñas San Salvador y San Pedro, los médicos ya han tenido que recurrir al protocolo de bioética para decidir a qué paciente priorizar en el uso de respirador. O debieron derivar enfermos a otra provincia. En la ciudad de Mendoza la situación también es crítica.
Hasta el viernes había 2425 camas de terapia intensiva ocupadas por personas con Covid-19. Uno de cada tres pacientes críticos estaba fuera del AMBA. Hace dos meses, la relación era uno de cada diez.
Pero no se trata solo de camas de terapia o respiradores. Lo que ya escasea es personal capacitado para atender estas emergencias. Por eso el Ministerio de Salud de la Nación movilizó a 445 especialistas en el marco de su Programa de Profesionales Itinerantes, para apuntalar los sistemas sanitarios de ocho provincias. Y seguirá enviando en las próximas semanas (ver aparte). Pero los diagnósticos de los especialistas son contundentes: si la curva no para de crecer, ningún esfuerzo será suficiente.
Esta semana fallecieron, en promedio, 193 personas por día con diagnóstico de Covid en Argentina. El número asusta, pero con tantos contagios la tasa de letalidad sigue siendo baja en comparación con la región. Mientras que en el país murió un 2,1% de los infectados, la media americana ronda el 3,5 por ciento. Pero las vidas no son estadísticas y lo peor que puede pasar es naturalizar muertes evitables.