El arriamiento de la bandera nacional, al caer el sol en el día previo al relevo presidencial es un protocolo ineludible de la continuidad institucional.
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Como es tradicional, la ceremonia se realizó, en el espacio que media entre el monumento a José Artigas en Plaza Independencia y la entrada de acceso al Palacio presidencial, con la presencia del presidente saliente, Tabaré Vázquez, el expresidente José Mujica y la vicepresidenta Lucía Topolansky.
La instrumentación de la ceremonia estuvo a cargo del personal de efectivos del Regimiento Nº 1 de Caballería, encargados de arriar el pabellón y hacer entrega del mismo al mandatario saliente. La nota de color la dieron los militantes que espontáneamente se dieron cita junto a la valla colocada a pocos metros, a la que concurrieron a confraternizar José Mujica y Lucía Topolansky.
Al final de la ceremonia, el aún presidente Tabaré Vázquez, requerido por la prensa, dijo sentirse «con la conciencia tranquila», expresando que «hicimos todo lo posible para que el pueblo uruguayo pueda vivir mejor» y dijo estar «profundamente emocionado». Inquirido acerca de si iba a seguir participando en política, respondió afirmativamente. En cuanto a qué características iba a tener esa militancia, además de reafirmar que iba a seguir concurriendo a comités y coordinadoras del FA.. ..»si el cuerpo me da». Deseó que al próximo gobierno le vaya bien y que se gobierne en beneficio de los más necesitados». Sobre los debe de su gobierno, manifestó que «quizás queden cosas por hacer». Por el margen de incertidumbre que comporta cada iniciativa: «la vida de un país se construye todos los días, pero me voy tranquilo». Por último, cuando se le preguntó sobre cómo se sentía en lo hondo, como hombre, culminó diciendo que «no hay herida que no la cure el tiempo».
Acerca de la negativa a dar custodia al ministro saliente Edison Bonomi y a su segundo, Jorge Vázquez fue tajante: «A nosotros, cuando se nos pidió protección especial para ciudadanos amenazados de muerte, y más habiendo cumplido gestiones para todo el pueblo uruguayo, nunca nos hemos negado a dar esa protección, porque es la protección de una vida, y toda vida es muy importante».
Más desapegado del protocolo y los micrófonos, el ex presidente Mujica, bordeó la valla desde dónde se le vitoreaba, repitiendo con una sonrisa, mientras repartía apretones de mano: «siempre que llovió paró».