Sus novelas trascienden el carácter policial para constituir un riguroso examen de nuestra época y una severa crítica al poder y a los partidos políticos. Comunista y ateo, Camilleri mostró en novelas y declaraciones una ética intelectual implacable. Además de un auténtico gran escritor de nuestro tiempo, el mundo perdió a un referente ético y un maestro de la vida, venerado por multitudes.
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“La ley es tela de araña, y en mi ignorancia lo explico / no la tema el hombre rico, no la tema el que mande / pues la rompe el bicho grande y solo enreda a los chicos / Es la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja / el que la aguanta se queja, más el asunto es sencillo / la ley es como el cuchillo, no ofende a quien lo maneja”. Estos versos del Martín Fierro de José Hernández podrían ser la clave que explica la conducta del comisario Salvo Montalbano (personaje al que Camilleri bautizó así en homenaje a su gran amigo Manuel Vázquez Montalbán, con el que compartió el placer de la buena mesa y el odio a la injusticia y la desigualdad), el hombre que conduce la comisaría de Vigàta (una ciudad imaginaria, como Yoknapatawpha, Santa María o Macondo, pero bien inserta en Sicilia y sus códigos) mediante procedimientos no ortodoxos y aplicando sus propias nociones de justicia.
Así, algunos episodios memorables lo muestran evitando una sangrienta guerra entre los dos grandes clanes mafiosos de Vigàta (cuyos ancianos jefes se abrazan en su presencia en las ruinas de lo que fue un imponente anfiteatro griego); recibiendo confidencias de ladrones y prostitutas; dejando que se suicide el hombre que mató a su único hijo porque se había convertido en un asesino a sueldo; o liberando por su cuenta y riesgo a algún preso para que pase Nochebuena con su madre y luego regrese a prisión.
Este extraordinario personaje, un “héroe positivo” afecto a la buena mesa, el humor cáustico, mujeriego y gozoso nadador de las incomparables aguas del Mediterráneo, es desde hace más de 20 años una especie de héroe nacional italiano (cuya casa en Sicilia es visitada por decenas de miles de turistas) y protagonista de una notable serie de la RAI, seguida por fanáticos de todo el mundo. Como Mario Puzo, autor de El Padrino, Camilleri tomó el tema del delito para “mostrar el mundo como realmente es”, y lo logró con creces. Como nuestro inolvidable Tomás de Mattos, hizo de la literatura un instrumento para el conocimiento de la verdad, la lucha contra la injusticia y la búsqueda de la redención humana.
Camilleri, un italiano universal
El creador de Salvo Montalbano fue el guionista, director cinematográfico, ensayista y novelista italiano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925-Roma, 2019), un gigante de la literatura, a quien los críticos suelen encasillar en un género (en este caso, la novela negra), cuando su obra ha retratado la realidad profunda del mundo y la peripecia humana.
En una inmensa trayectoria de más de 70 años, fue poeta, guionista, director de cine y novelista, siempre fiel a su impronta siciliana, como sus coterráneos Leonardo Sciacia, Giuseppe Tomassi di Lampedusa y Luigi Pirandello.
En 1944 se inscribió en la Facultad de Letras de Agrigento, pero no terminó sus estudios, sino que comenzó a publicar cuentos y poesía y se inscribió en el Partido Comunista Italiano.
Entre 1948 y 1950 estudió dirección y comenzó a trabajar como director y libretista, a la vez que publicó cuentos y poesía.
En 1957 se casó. Fue padre de tres hijas.
Desde 1958 y durante 40 años, fue guionista, director de teatro y de series para televisión.
En 1978 comenzó a publicar narrativa con El curso de las cosas, pero no tuvo éxito sino hasta 1992 con La temporada de caza.
En 1994 publicó La forma del agua, su primera obra protagonizada por el comisario Salvo Montalbano, y con esa temática (llevada a la TV por la RAI en notables escenificaciones), se convirtió en uno de los escritores de mayor éxito en Italia y prontamente en el mundo entero.
Lleva publicados más de 100 libros, de los cuales 24 novelas y 3 libros de relatos cortos están dedicados a la saga de Montalbano, que lo llegó a fastidiar debido a que le quitaba tiempo para sus ensayos y el teatro, pero que lleva vendidos 50 millones de ejemplares.
Hace años escribió el último volumen de la serie, titulado Riccardino, que verá la luz seguramente después de que se publiquen las cuatro novelas que permanecen inéditas referidas al Commissario.
¿Escritor policial, cultor de la novela negra?
Existe una mala tendencia en los malos críticos literarios a encasillar en géneros determinados a autores que exceden con mucho cualquier calificación. Eso le ocurre a gigantes de la literatura del siglo XX, como Stephen King o Ray Bradbury, caratulados como escritores de terror y de ciencia ficción, respectivamente.
En nuestra opinión, se cometen con Camilleri dos errores significativos: el primero es identificarlo como un autor de novelas policiales, ya que aun su narrativa dedicada al tema (24 novelas y tres libros de cuentos dedicados a Montalbano, en más de cien libros) excede con mucho el género. Camilleri muestra en sus textos el funcionamiento torcido del mundo, los manejos del poder. Es un narrador e investigador de la condición humana.
El segundo es considerarlo un autor de la llamada “novela negra”, definida por uno de sus mayores autores, Raymond Chandler, como “la novela del mundo profesional del crimen”, que generalmente se enmarca en el ambiente del hampa y los suburbios, mirando casi sin esperanza la decadencia y la corrupción, generalmente con gran violencia, ya que es hija de la Gran Depresión de 1929, que motivó un importante desarrollo del crimen organizado.
Como bien se ha dicho sobre la novela negra, “el desarrollo de la acción es rápido, movido y frecuentemente violento, no tan intelectual e inquisitivo como en la narrativa policíaca inglesa […] y la resolución del crimen no es un objetivo primordial, sino la elucidación no explícita de su motivación moral. Tanto el detective como los criminales cruzan a menudo la barrera entre el bien y el mal, pero el detective se muestra muchas veces como un personaje fracasado y cínico”.
Si bien, como en la novela negra, los textos de Camilleri sobre Montalbano muestran preocupación social y por la corrupción del poder, los mismos siempre se enmarcan en una celebración de la vida (son famosas las recetas, los platos y los restaurantes que describe con minuciosidad, así como la amplia vida amorosa y los placeres marinos del Commissario) y están poblados de personajes amables, como su amada novia Livia (que vive en Génova), el suboficial Catarella, el médico forense Pasquano, el subcomisario Mimí Augello, y su fiel servidora Adelina, entre muchos otros.
Los textos, aun cuando se ocupen de crímenes terribles, están recorridos por un fino hilo de humor y de gozo vital subyacente, muy propio del talante siciliano, donde floreció la Magna Grecia.
También fluye por esos libros el sendero de la redención: Camilleri cree en las posibilidades del ser humano y su capacidad de superar las miserias de su condición.
En esta época de mercaderes de la cultura y de la política, el siciliano se inclinó siempre sobre los desdichados de este mundo con infinita compasión y ternura, mostrando los caminos para superar las injusticias.
Igual que Borges, Camilleri se quedó ciego, no obstante lo cual pudo seguir escribiendo gracias a una ayudante, que lo asistió durante 17 años.
Su actividad creativa y ensayística no menguó en nada, como tampoco lo hizo su legendario mal carácter, y siguió lanzando vituperios contra Silvio Berlusconi, que ahora se habían trasladado a Matteo Salvini, mientras no ahorraba críticas a las defecciones de la izquierda (ver recuadro).
Actualmente dirigía en el Teatro Griego de Siracusa su espectáculo Conversaciones con Tiresias, y se aprestaba a presentar en las Termas de Caracalla una obra titulada Autodefensa de Caín.
Había declarado más de una vez que le hubiera gustado finalizar su vida “contando historias en una plaza y pasando luego entre el público con la gorra en mano”.
Murió en su ley, representando, dirigiendo, escribiendo y fumando.
Andrea Camilleri falleció el 17 de julio en el hospital romano del Santo Spirito, pero sus libros seguirán encantando y enseñando a multitudes.
Arrivederci, caro maestro. Grazie di tutto.
Las ceremonias del adiós
Este escritor irascible, comunista y feroz crítico de la izquierda, ateo pero gran admirador del papa Francisco, descansa desde el jueves en el cementerio no católico de Roma, llamado “el cementerio de los poetas”, donde también reposan John Keats, Percy Shelley y August von Goethe, hijo de Wolfgang, y nada menos que Antonio Gramsci, teórico, filósofo y fundador del Partido Comunista Italiano.
Fue, de acuerdo a su voluntad, enterrado sin honores oficiales, pero lo acompañaron la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, y el ministro de Cultura de Italia, Alberto Bonisoli, ambos militantes del Movimiento 5 Estrellas, integrante de la coalición gobernante. Raggi declaró que el novelista, “contando su tierra, Sicilia, ha contado toda Italia, sus contradicciones y su inmenso patrimonio de historia, cultura y humanidad”. Bonisoli afirmó que «era una persona libre que decía cosas que te gustaban y cosas que no, pero cuando hablaba tenía una rectitud moral que no es común encontrar”. El propio vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini (de quien Camilleri abominó públicamente varias veces), declaró en su cuenta de Twitter: “Adiós a Andrea Camilleri, padre de Montalbano y narrador incansable de su Sicilia”.
Por su parte, el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giuseppe Conte, declaró: “Hemos perdido a un gran intelectual que sabía hablar con todos”.
Camilleri y sus críticas a la izquierda
El gran escritor siguió considerándose comunista pese a la desaparición de la URSS y el socialismo real. Continuó siendo un hombre de izquierda, sumamente crítico en su pensamiento. En su último reportaje, concedido dos días antes de morir a eldiario.es, mantuvo el siguiente diálogo.
Hace diez años, confesó en una entrevista que había pasado del cabreo sublime al divertimento. ¿Todavía está en el divertimento o ha cambiado de estado de humor?
Un desánimo grandioso.
¿Qué le pasa a la izquierda en Italia?
¿Y a mí me lo pregunta? Estoy convencido de que todos los políticos de izquierda en Italia se consideran a sí mismos una genialidad, un mundo único e irrepetible, y quieren someter a todos los demás a esta idea. Es una forma diferente de mandar al garete cualquier posibilidad de unión.
¿Y cómo va la izquierda del resto de Europa?
Falta coherencia. Hace 50 años la izquierda mundial tenía finalidades similares. Hoy día, hay partidos de izquierda que realmente tienen objetivos de derecha, que no tienen nada que ver con los principios de la izquierda.
¿Todavía considera que el papa Francisco es uno de los mejores que ha habido o ya le ha decepcionado en algo?
Es cierto que es uno de los mejores papas de los últimos 100 años. ¿Por qué me tendría que decepcionar un hombre que equipara, porque de esto no hay duda, los principios religiosos con los principios sociales?