Camila Ferrari sabe habitar los bordes y traducir lo que ocurre en las fronteras. Siempre estuvo cerca de la música, y durante algún tiempo, alternaba su trabajo de ingeniera química con el canto en el grupo vocal femenino Coralinas, la banda Los Dobers y como sesionista de otros proyectos.
Cerca de la pandemia tomó la decisión de jugársela por la canción y por hacer un recorrido propio. Dice que algo del pensamiento matemático que le dejó la ingeniería todavía le aporta mucho para entender la música y construir armonía. Así, haciendo tráficos entre ciencias duras y sabiduría blanda, compartió con el público en 2021 su primer EP Caer, en 2022 su primer disco largo De los bordes, y en 2023 Se renueva, compuesto a dúo con el bajista y productor Nacho Mateu. Además presentó varias colaboraciones con otros artistas y sencillos como La suerte con Sofía Alvez yDel silencio con Eugenia Mosca.
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Es difícil hablar de su música porque lo que hace te devuelve al borde de las cosas. Si entendemos al acontecimiento como aquello que el lenguaje no puede nombrar, a lo que pasa cuando las palabras no alcanzan para describir la experiencia, escuchar sus canciones es entrar en una dimensión armónica que pone a prueba todo el tiempo lo narrable o lo decible. Y construye con poesía sutil y potente un universo expresivo bello y singular, que la convierte en una referente de la canción y la composición de la escena musical uruguaya de este momento.
Esa tensión entre lo decible y lo que se escapa atraviesa también su manera de componer. Sus canciones orbitan alrededor del folk o la canción popular. La guitarra está muy presente y también hay sonidos de la naturaleza que acompañan, pero siempre la voz late como corazón. Dice que es el instrumento que más la emociona y con el que se siente más cómoda. Dice que porque usa acordes mayores es que construye sonoridades luminosas a pesar de que diga cosas medio oscuras en las letras, y que eso es representativo de cómo se toma las cosas. Quizá tenga que ver con ese contraste lo que vuelve fronterizo al lenguaje en su música, inaugurando acontecimientos. Escucharla es una experiencia melancólica y optimista a la vez: te hace pensar en “el misterio del eco viejo que viene de un lamento”, mientras construye un terreno fértil con la armonía que te conecta con el presente e ilumina perspectivas de futuro. Lo que hace es intenso desde lo sensible y lo temporal, porque algo de la conciencia deja de ser lineal cuando la escuchás.
Esta conversación en Atardecer naranja es una invitación a comprender un poco más de sus procesos creativos, y al mismo tiempo, un intento de cuidar el misterio, porque conversar es un buen ejercicio pero el lenguaje siempre corre detrás del acontecimiento.
Embed - Atardecer Naranja #24. Camila Ferrari
¿Qué te pasa en el cuerpo cuando cantás? ¿Cómo escuchás en el cuerpo cuando componés?
Cuando estoy cantando, no importa el estado emocional en el que me encuentre, es como un lugar de refugio para mí, como una manera de sentirme bien. Es una especie de meditación en donde todo el resto de las cosas que me están perturbando se van y estoy ahí. Presente. Pero muy increíblemente, se termina la canción y ya vienen los pensamientos intrusivos, y empiezo a cantar la otra y se va. No sucede todas las veces, pero la gran mayoría de las veces, y más cuando es en vivo. Estoy ahí.
En la composición es parecido, pero para mí depende de un estado emocional. No puedo componer en todos los estados emocionales. Cuando estoy muy, muy triste, no puedo componer. Cuando estoy llena de pensamientos intrusivos, tampoco. Necesito una calma. No necesariamente estar bien del todo, pero cierta calma mental y física para darle lugar a eso. El proceso creativo me ocupa mucho lugar. Tiene que tener lugar. Si no, se me complica un poco.
Yo hiper racionalizo todo, pero hay una cosa por la que me guío que está en el cuerpo. Y a la hora de componer, hay una melodía que de pronto me genera algo, una especie de satisfacción corporal. O cuando hay erizamiento, pienso “esto me sirve”. O componer una canción que no la puedo cantar porque me pongo a llorar las primeras veces. Después ya lo supero y lo puedo cantar. Cuando me genera una emoción fuerte, para mí ya sirve, ya sea linda o triste o lo que sea. De ahí a que le guste a los demás, es otra cosa. Pero me guío mucho por lo que me genera a mí.
Y volviendo al cantar en vivo, eso es algo que me pasa a veces y otras veces no. Igual he aprendido a disfrutar cuando no está también, porque si fuera siempre una revelación sería agotador.
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El salto a la canción
¿Cómo fue el proceso de tomar la decisión de encarar la música como profesión y trabajo?
Fue igual de difícil que de fácil. Fácil porque había una certeza en mi cuerpo que era que yo no disfrutaba mi otro trabajo. Calculo que si yo no hubiese tenido en esta vida una pasión o algo en lo que yo me sintiera que era buena, hubiera seguido adelante con mi trabajo y quizás encontrando el disfrute en otras cosas. Pero el tema es que yo tengo una pasión, tengo el canto, canto desde que tengo memoria, y me tenía fe en eso.
Terminé el liceo y me metí en una especie de piloto automático de estudiar. Me divierte estudiar ciencias. Entonces fui salvando exámenes y cuando quise ver, hacía cuatro años que estaba en la facultad. Ahí empecé a decir, “¿che, yo habré elegido bien?”, y como me quedaba el proyecto final y algunas materias dije “voy a terminar con esto y después veo”.
Es interesante que durante esa época no compuse ninguna canción, o sea, también tuve como un bloqueo creativo. Lo que te decía recién. Es como que tiene que haber energía disponible para crear, en mi caso. No es que las canciones me llueven, son momentos. En el momento del proceso creativo una tiene que estar alerta.
Fueron muchos años de sentirme mal con lo que estaba haciendo. Fue difícil por eso. Fueron muchos años de estar estudiando algo que capaz no me gustaba tanto, y cuatro de estar laburando en ese ámbito. Me sentía mediocre en todo lo que estaba haciendo. No me la estaba jugando por nada. Y bueno, ahí después de esos años que mi cabeza decidió entender, dije, “bueno, voy a probar”. Y así fue.
Yo soy de procesos muy lentos.
No soy impulsiva. Todo lo contrario. A veces quisiera hacerlo un poco más rápido, pero las cosas orbitan en mi cerebro. En el cuerpo ya lo sabés desde el día 1. Hago el ejercicio de escuchar esa sabiduría lo más que puedo.
Pero también entiendo que en mi cabeza las cosas van mucho más lento, hasta que un día hace como tuc y se entiende. Cae por su propio peso.
¿Qué traficás de la ingeniería a la música cuando componés?
Me pasó cuando empecé a estudiar música. En paralelo con la ingeniería había tomado algunas clases de guitarra o de piano o de canto, no tenía mucha idea de armonía o de ciertas herramientas. Después me metí en la Escuela Universitaria de Música y empecé a hacer algunas materias. Y me puse a estudiar armonía, contrapunto, lectoescritura. Y eso es matemática pura. Ahí me sirvió mucho. Me daba cuenta porque para mí había cosas que eran re fáciles de entender o de procesar. Porque venía también con un bagaje científico, de razonamiento muy entrenado.
Creo que el ejercicio constante que hay que hacer en cualquier forma del arte es ese equilibrio entre el lado racional y el lado emocional. Si uno se come lo otro, hay un desbalance. Cuando la música es solamente mental, le falta alma. Y cuando es solamente alma, puede ser increíble, pero estás acotado de herramientas.
Hay grandes genios de la música que pueden tirar abajo todo esto que estoy diciendo, pero en la vida de los simples mortales nos pasa eso.
¿Cómo pensás tu recorrido desde las primeras canciones hasta hoy? ¿En qué sentís que te fuiste afirmando y qué desafíos te siguen abismando?
Yo creo que el primer EP que saqué, “Caer”, fue un ejercicio que hice para salir de una especie de parálisis creativa en la que estaba. Era como “quiero sacar mi música pero no tenga temas”. Y además pensaba, el día que tenga temas, ¿qué hago?, ¿por dónde empiezo?, ¿con quién trabajo?, ¿cómo hago la instrumentación de las canciones? Muy rápidamente se me iba todo a una cosa gigante, de superproducción. Y eso me paralizaba porque no sabía ni por dónde empezar. Pretendía hacer mi mejor obra la primera vez. Y en un momento dije “tengo estas tres canciones, voy a grabar lo que sé, la guitarra y las voces”. Y fue muy honesto. Era de la manera que podía sonar a mí. Tenía muy claro que esa fuera la sonoridad. Y estuvo bueno el ejercicio de empezar por algún lado. Y qué bueno que mi primer disco no sea lo mejor que haga en toda mi carrera, ¿no? Porque, ¿qué hago después si no?
Después con el primer disco largo ya me vino como curiosidad por instrumentar un poco más las canciones. Igual el componente vocal estuvo muy presente en esos dos discos. Para mí la voz es la herramienta máxima de expresión, con la que me siento más cómoda. Y después en el disco con Nacho, eso fue completamente otro proceso porque fue compartirlo con él. Desde la composición hasta la producción.
Ahora mi mayor desafío para los próximos temas es trabajar con alguien que me ayude en el proceso de la producción sin dejarme a mí de lado. Coproducir con alguien. Me interesa traer a otra persona que haga la producción de canciones mías, porque en los dos discos solistas la hice yo. Me interesa otra visión de alguien. Pero siempre se me desdibujan muy fácilmente los límites, qué es lo que me gusta, qué es lo que no, qué es lo que le gusta a la otra persona. Me agarran muchas dudas. Me interesa hacer ese ejercicio de escuchar a otra persona pero respetando mi deseo también.
Ahora estoy trabajando con Diego Morales, que es un productor y un músico increíble. Y me encanta el trabajo que estamos haciendo porque es muy de los dos. Está habiendo tremendo respeto y comunicación.
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La voz, la materia sonora del lenguaje
Dijiste que te gusta mucho Eduardo Mateo, que es tu compositor uruguayo favorito. ¿Cuál es la influencia de Mateo que seguís abrazando y cómo sentís que tu música dialoga con la tradición uruguaya?
Siento que las canciones de él, a primera escucha te parecen sencillas o fáciles. Pero si te la pones a analizar más en concreto, a escuchar la línea de bajo que está haciendo la percusión, qué es lo que toca en la guitarra, intentar tocar lo que él toca en la guitarra, más cantar, te das cuenta de que es un kilombo. Cada cosa está por su viaje totalmente separado y, de alguna manera, todo junto. Hay un ensamblaje de las distintas partes que es increíble. Lo descubrí con una escucha más atenta. Eso, por un lado, es algo que me interesa mucho y que intento incluir en mi composición.
Y, por otro lado, lo que son las letras de él. Hay una libertad tremenda ahí. Tremenda poesía, increíble, pero también libertad. Inventa palabras. Y también eso es importante para mí, el uso de la musicalidad de las palabras. Hay determinadas palabras que, por más que rimen, por más que entren donde vos querés que entren, no suenan bien, no sé por qué.
¿No te pasa a veces que te das cuenta que una letra fue escrita antes y que le pusieron melodía y que hay ciertas partes que quedan como medio mal acomodadas? Eso me rompe la oreja. Priorizo la musicalidad de las palabras a la poesía. Me gustaría eventualmente llegar a una cosa que tuviera las dos partes, pero si tengo que elegir, elijo cómo suenan las palabras. Y creo que él hace eso de manera muy espectacular también.
Lo que tiene que ver con la tradición uruguaya es esa nostalgia que, por más que yo quiera, no me la puedo arrancar de las canciones. Eso como agridulce. Es muy nostálgico todo. Así como vas a la rambla y te da nostalgia. La música uruguaya tiene un gran componente de eso. Y creo que mis canciones, en cierta parte, también.
Hay como una búsqueda de “¿Quién soy?” de los artistas de acá, para mí. Es muy poca la gente que hace música porque la quiere pegar. O porque quiere ser famoso.
Esa gente se va a vivir a otro país. No sé si es muy mediocre esto que estoy diciendo, porque uno quisiera querer triunfar en lo que hace. O no, yo qué sé. Yo no quiero ser famosa. Sería una pesadilla. Siento que difícilmente seas millonario y famoso acá haciendo música. Nadie está como haciendo fórmulas de lo que la está pegando ahora. Debe haber gente que sí, pero por lo menos la gente con la que me rodeo, hace música que le gusta. Es muy auténtico eso.
¿Cómo te sentís parte de la música del presente de Montevideo? ¿Qué vínculos te interesa construir?
Siento que es muy importante que la música que hagamos sea fiel a lo que somos. Estoy de nuevo con la palabra autenticidad, pero siento que es muy importante para crear cualquier cosa. Me encantaría eventualmente ser una referencia para otras pibas que se manden a hacer sus canciones. Siempre está la figura del varón productor. Tengo muchos amigos varones, toco con ellos y es maravilloso compartir con varones y con mujeres. Pero me gusta que la mujer componga, produzca sus propios temas, es como que... “Sí, es tu disco. ¿A quién más le tiene que gustar que a vos?”
Tengo muchas amigas músicas y me parece que para crecer como artistas acá hay que crecer en bloque o nada. No sirve de nada irse solo para arriba.
Es algo que hablo mucho con amigas y estoy muy a la orden para pasar cualquier tipo de información que precisen para todo lo que sea sacar un disco, lo que sé, mis contactos. Soy muy generosa en ese sentido. No es así siempre, hay gente que se guarda la info.
¿Cómo vas descubriendo los distintos planos musicales en los procesos de composición?
Me aburro muy fácil de las cosas, entonces intento estar saliéndome un poco de lo que ya hice. Ahora en mi próximo disco, no sé si va a estar tan cargado de voces, ya lo hice, ya está. Obvio que van a haber momentos vocales y cosas, pero me interesan más otros sonidos. Para ir variando y divertirme con otras cosas. Eso me activa otra escucha. Porque si se me ocurre que una canción tenga un arreglo de viento, me abre a cualquier otra canción que esté escuchando que aparezcan vientos, se me para la oreja. Es re enriquecedor estar en esa escucha activa ante todo lo que está pasando. Me divierte.
¿Cómo articulás lo racional y lo sensible para encontrar el equilibrio?
Siempre primero va lo emocional. El primer vómito es muy del cuerpo. Y después se pule más racionalmente.
El cuerpo genera esto, después veo qué me genera eso en mi cabeza y en mi cuerpo después de salir. Y ahí voy buscando qué cosas me cierran. Pero el primer impulso siempre es como desde las entrañas.
¿Cómo es tu relación con las palabras?
Siento que es mi punto débil. Eso me pasa cuando escucho mis canciones. Siempre pienso que las letras podrían estar mejor. Y también me dejo ser, porque vengo de una escuela muy científica, de cierta manera elegí todo ese camino porque me ponía a estudiar un libro de historia o literatura y no podía, no puedo. Me tiene que interesar mucho lo que estoy leyendo para colgarme con algo. Cuando me puse a escribir canciones se me activó una lectura más atenta, me puse a leer poesía. Y también a hacer algunos talleres de composición que van enriqueciendo esa cajita de palabras que uno tiene a mano. Y después es lo mismo, el primer borrador es una cosa que sale y de ahí voy puliendo. A veces estoy semanas, años con una palabra que no me convence. Y llega un punto que la grabo porque sino no sacaría nada. Pero es algo en lo que constantemente me estoy revisando y me gustaría mejorar cada vez más. A veces las letras surgen de cosas que digo que no tienen sentido que se transforman en palabras.
Hay momentos en los que la voz deja de decir palabras cuando cantás, y se entrega a la sonoridad, la inflexión. Como si por momentos el lenguaje se deshilachara y se volviera música. ¿Cómo funciona la voz como instrumento para vos, más allá del lenguaje?
Me gusta mucho cantar melodías que de pronto son sonidos, como cosas fonéticas nomás. La voz como instrumento es la cosa más increíble que existe. Es un instrumento vivo adentro de tu cuerpo que está totalmente atravesado por todo lo que nos pasa en nuestra vida, en nuestros días, por el clima, por cuánto tiempo dormimos. Está muy atado a todo lo que vivimos y a cómo somos. Y es un laboratorio infinito de exploración. Me parece fascinante.
También lo que me genera cuando voy a cantar con Coralinas, si estamos todas cantando distintas voces, no hay otro instrumento que me genere eso. Se me eriza todo. Por eso también está tanto la influencia vocal en mis canciones y muchas armonías y cosas generadas con la voz. Es lo que vengo mamando desde chica.
¿La voz también es un canal por el que la experiencia se desborda?
Para mí eso es la música. Eso es lo que atraviesa y lo podés explayar en cualquier instrumento. Con la voz es mucho más directo porque está dentro de nuestro cuerpo. La conexión con la experiencia es mucho más intensa que con una guitarra que está afuera.
La voz es un instrumento de cuerdas con el que uno tiene que aprender a tocar. Y eso se entrena.
El tema con el entrenamiento vocal es qué cosas de esas que yo sé de mi propia técnica vocal quizás puedo cambiar por otras que me hagan cantar de una manera más cómoda y que me hagan aumentar mi registro vocal. Es muy interesante porque es increíble cómo va cambiando. Una cree que es algo más estático, pero es muy elástico. Empezás a entrenar la voz y empezás a hacer cosas que jamás pensaste que ibas a poder hacer. Pero por eso para mí la música es como la experiencia, y la voz es el instrumento.
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El arte como experiencia distinta del tiempo
¿Cómo te vinculás con el inconsciente y cómo lo estás haciendo en tus procesos creativos actuales?
Con el inconsciente tengo un vínculo muy gracioso. Lo veo más que nada en mis sueños, que son como unas pelis de ciencia ficción. Me parece re divertido eso, como que hay una creatividad ahí también en cómo interpreto las cosas que me encanta soñar. Me despierto, anoto todo y trato de entender. Ese vínculo con el inconsciente es un poco de donde sale la mayor cantidad de las canciones que hago. Otras no, otras son mucho más racionales.
Es ese primer borrador del que te hablaba hoy, no lo pienso, sale. Entonces ahí hay una conexión, supongo yo, con esa información que tenemos. Una data de toda nuestra vida, de nuestros antepasados, de todo lo que estuvimos absorbiendo desde niños. Esa información va quedando ahí, y es un terreno muy rico para explorar. Me he dado cuenta de cosas después de terminar una canción.
¿Para vos cómo es la relación entre la creación, la percepción y el tiempo? ¿Te parece que el arte permite vivir una experiencia distinta del tiempo?
Sí, obvio. Es un viaje en el tiempo. En el proceso compositivo, si está este vínculo con el inconsciente, funciona un poco así.
Me ha pasado de hacer alguna canción y decir “che, esta información no es mía”. O este dolor, el eco viejo. Como una data que no la reconozco tanto en mí, pero a la vez tiene pila de sentido para mí.
Lo estoy cantando, y lo puedo sentir, puedo sentir ese dolor o esa angustia.
A veces en la creación aparecen contactos con placeres y dolores ancestrales o ajenos, por empatía, y aparecen con una calidad de certeza que no la dudás.
Me gustó eso que dijiste de la empatía, porque también pensaba en eso el otro día. Me siento re empática cuando estoy cantando. Y también me pasa con mi pasado. Cuando canto una canción de hace cinco años o que habla de alguien que igual ya no está en mi vida, cuando la canto empatizo mucho con mi yo de ese entonces. Lo mismo cuando canto o escribo esas letras que no sé de dónde vienen. Hay una empatía con el pasado, con esa información. Interpretarlo es lindo.
¿Vos sentís que luchás contra algo?
¿Si lucho? Se me viene una idea, pero no sé si lo puedo poner en palabras. Lucho contra la idea que tengo de lo que es la vida. Me doy mucho la cabeza contra eso. Como contra lo que creo que tendría que ser o que me pase a esta edad. Estoy haciendo lo que puedo con las cosas que quiero y con mis tiempos y está todo bien. Creo que lucho contra ciertos estándares. Me tengo que volver a decir en varios momentos “vos elegiste esto, y esto está siendo así. Es como es”.
¿Cómo te vinculás con el público cuando tocás en vivo? ¿Hay algo que aprendés de esa instancia que después te aporta a la hora de componer en solitario?
Al principio, por esa melancolía de la que veníamos hablando, me pasaba que se acercaba la gente a decir “estuve re llorando” y yo pensaba que la gente se venía a divertir y se había comido un bajón. Después logré transformar ese pensamiento, también está bueno abrir ese canal sensible en las personas. Pero al principio me re incomodaba ver las caras de la gente y que todos estuvieran como para adentro. Ahora encuentro cierto goce.
Trato de no pensar mucho en cómo va a ser la canción tocada en vivo cuando estoy componiendo, porque ahí ya me estoy yendo un poco para afuera, me aleja de lo que me gusta a mí. He ido aprendiendo a tocar en vivo. Te vas acostumbrando a los nervios. Cuanto más lo hacés con otros, más conocés tu instrumento. Yo antes sentía que era una lotería lo que podía pasar. Pensaba que no tenía idea qué iba a salir cuando abriera la boca. Mirá si me sale un gallo. Y después a medida que vas cantando más vas teniendo más confianza en que vas a abrir la boca y va a estar todo bien. Y si te sale un gallo no pasa nada. Porque somos humanos. Están viniendo a un concierto en vivo.
¿En qué estás trabajando ahora y qué sonidos nuevos están apareciendo?
Quizás una cosa como con más fuerza, aunque no sé si esa es la palabra. Tenía ganas de hacer una cosa más dura. Mostrar otro lado de mis canciones, de mi voz. Yo arranqué de chica cantando blues. No tiene nada que ver cómo canto blues a cómo canto mis canciones. Son como dos voces distintas. Me interesa poner ese componente un poco más a ver qué sale de ese lugar.
Quería sacar más la voz.
No estoy haciendo blues ahora tampoco, pero quería sacar más la voz. Y me interesan también nuevas sonoridades, quiero que haya arreglos de cuerdas, otros instrumentos. Yendo hacia una producción más grande. Como que voy intentando acercarme a la producción que soñé aquella vez. Y siento que después de eso va a venir un disco de solo de guitarra y voz de nuevo. Como que me voy a enloquecer con esto y voy a querer volver a un disco solo de voces. Pero ni idea qué va a pasar después.