Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Mundo

CRÍSIS POLÍTICA

Bolivia ante el retorno de los evangelizadores

Jeanine Áñez se ha proclamado como presidenta interina en una sesión parlamentaria que no contó con quórum; la violencia en las calles está desatada y la policía y las fuerzas militares han tomado partido por el golpe y reprimen con violencia las manifestaciones en defensa de la presidencia de Evo Morales.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Por Germán Ávila

En Bolivia se generó un vacío de poder debido a lo que la prensa internacional y varios sectores políticos aún vacilan en llamar golpe de Estado.

En Latinoamérica se ve con mayor claridad la forma que ha tomado la nueva derecha continental, una mutación entre fascismo ultracatólico, derecha neoevangélica, xenofobia y neoliberalismo impregnados de la característica violencia latinoamericana.

Ríos de tinta se han vertido en la prensa sobre el milagro boliviano y el desarrollo que ha experimentado ese país durante los últimos años, en lo que no hay acuerdo es sobre la razón de dicho progreso, los analistas de la derecha buscan argumentos económicos y financieros que muestren el avance como inevitable debido a la subida de los precios de las materias primas en los mercados internacionales, lo que generó una bonanza regional que cualquier gobierno hubiese aprovechado bien.

Estos analistas prefieren no hacer balances muy profundos que toquen, así sea tangencialmente, los niveles de distribución de los ingresos de los países y su diferencia en los gobiernos progresistas contra los neoliberales. Pero la pregunta que surge de entrada es: ¿por qué la población del país que más creció en Latinoamérica durante los últimos años ha permitido que el gobernante que implantó el esquema político económico que mejoró tanto sus condiciones de vida sea arrojado del poder con relativa facilidad?

Una de las posibles respuestas parte de la discusión clásica sobre la dicotomía entre el ejercicio del poder y la administración del Estado. Evo Morales estuvo 14 años en la administración del Estado, gracias a lo cual logró afectar el ejercicio del poder en Bolivia; los grandes sectores económicos salieron afectados en sus utilidades, pero no perdieron sus privilegios ni la posibilidad de incidir para tratar de recuperar lo perdido. Construyeron durante años un sector silencioso pero determinado que encontró tierra fértil en los imaginarios construidos por la derecha continental desde hace años.

Hasta hace dos décadas los gobiernos de izquierda en este lado del mundo tenían algunas experiencias aisladas con Cuba a la cabeza, por un lado, y los cortos intentos realizados en Centroamérica durante los años 80 luego del triunfo sandinista, por otro. En ese momento no lograron desarrollarse escenarios de coordinación regional o multilateral que consolidaran un proyecto que hiciera contrapeso real al sistema de dominación económica norteamericano.

La experiencia de los gobiernos progresistas que de manera simultánea establecieron proyectos regionales por primera vez en la historia le disputaron verdaderos escenarios de poder a Estados Unidos, que durante esas décadas procuró asegurarse la posesión del petróleo en Oriente Medio para controlar los precios internacionales y así tener resuelto el abastecimiento interno de su modelo basado en combustibles fósiles.

El acuerdo de respetar los gobiernos elegidos por elección popular, independientemente de su tendencia ideológica llegó a su fin, los golpes militares del siglo pasado se quedaron allá, tuvieron consecuencias políticas muy contraproducentes para los sectores que los encabezaron y terminaron con cuadros políticos de la derecha en el ostracismo y a la sociedad entera de todo un continente repudiando los hechos que tuvieron como punta de lanza a las fuerzas militares y policiales.

La derecha aprende con avidez de las lecciones de la historia y una de las que parece haber aprendido en América Latina es que el papel de las fuerzas militares será el que define al final, pero no es la cara con la que se debe presentar esta especie de “restauración” continental. Para esto es clave el papel que ha jugado la Escuela de las Américas en la conservación del imaginario castrense en los ejércitos de los países del Plan Cóndor.

Es difícil encontrar un ejército en la región que haya logrado desprenderse de la doctrina de la seguridad nacional y el enemigo interno y una muestra de ello son los pactos de silencio vigentes que hoy siguen siendo determinantes en el ocultamiento de los crímenes cometidos durante las dictaduras; el discurso ha mutado folclóricamente de la idea de las dictaduras como un mal necesario en el continente para detener el avance del comunismo internacional a afirmar que lo ocurrido durante la dictadura es una cosa del pasado que es necesario olvidar.

Es difícil encontrar una doctrina que goce de tan buena salud hoy como la de la seguridad nacional en cabeza de las fuerzas armadas de la mayoría del continente; en Ecuador, en Honduras, en Chile y ahora en Bolivia se ve que los años de gobiernos progresistas o incluso desde la democracia liberal no lograron hacer mella en el carácter represivo y antidemocrático de las fuerzas militares.

Héctor Mondragón, asesor de Vía Campesina, analiza la situación del país andino a partir de las elecciones del 20 de octubre, que tuvieron un quiebre en la difusión preliminar de los datos, por lo que el gobierno boliviano llamó una auditoría por parte de la OEA; este hecho, que puede ser visto como intrépido, ingenuo o incluso como una equivocación de Evo Morales, ha sido determinante en el transcurso de los acontecimientos, debido a que este organismo multilateral ha sido desde sus inicios una entidad sesgada y parcial, pero que desde que llegó a la dirección Almagro, ha entrado en una tónica abiertamente retardataria y antiprogresista, y esto se puede decir, no solo por el papel que ha cumplido respecto a Venezuela, sirviendo como plataforma de una invasión militar, sino que en circunstancias de abiertas violaciones a los derechos humanos en Ecuador, Haití y Chile, ha asumido el papel de ente acusador de quienes protestan, desestimando los crímenes de Estado que han cometido Moreno y Piñera.

Esta entidad es a la que Evo Morales llamó para que sirva como auditor de un proceso electoral convulso, en uno de los momentos más críticos de Latinoamérica durante los últimos 30 años. Las protestas por la falla en la transmisión de los datos electorales generaron una crisis en regiones que históricamente han abrigado a la oposición al gobierno; el nivel de violencia creció y se extendió debido a que los mineros salieron a apoyar al gobierno, pero cuando Evo Morales anuncia que está dispuesto a realizar un nuevo proceso electoral, la ultraderecha boliviana entendió que iba ganando.

En ese momento, la OEA, dos horas después del anuncio, publica un informe preliminar afirmando que hubo inconsistencias en el sistema de difusión de los resultados. Este informe enardece los ánimos y las protestas reciben un nuevo aire y la violencia se vuelve a disparar. El ejército afirma que no va a intervenir en el desarrollo de las protestas, la policía se vuelve contra quienes apoyan al gobierno y las agencias de inteligencia entregan información a la ultraderecha política para que en tiempo récord los principales cuadros gubernamentales y sus familiares sean asaltados, detenidos y golpeados mientras la OEA guardó silencio.

En ese momento el más neutral de los actores, el ejército, sale en cadena nacional “sugiriéndole” al presidente que renuncie, con lo que se terminó de concretar un golpe de Estado que tenía como objeto la captura de Morales; es muy posible que su vida corriera peligro, en medio de la confusión no es posible garantizarle nada a nadie y menos al objeto de un odio desbordado como el que se ve en varios sectores bolivianos.

El partido de gobierno de Bolivia, el Movimiento Al Socialismo (MAS), quedó desmantelado en cuestión de horas, sus dirigentes tuvieron que resguardarse en embajadas y residencias pues la persecución en su contra estaba cobrando vidas y un sector que creció en la sombra durante los últimos años mostró su rostro más sincero y Luis Fernando Camacho entró al palacio presidencial con la Biblia en la mano y arrió la Wiphala, bandera multicolor que simboliza la patria precolombina, declaró que la Pachamama no iba a volver al palacio y declaró a Bolivia una nación bajo la sangre de Cristo.

Pero la sangre de Cristo no fue suficiente para que Camacho se mantuviera como presidente en Bolivia, pues Jeanine Áñez, parlamentaria ultrarreligiosa, fue declarada por un pequeño grupo de parlamentarios como presidenta interina; mientras tanto, Evo Morales aceptó el ofrecimiento que le hizo México para ser recibido como exiliado político y viajó a este país, desde donde sigue el curso de los acontecimientos.

Es importante tener en cuenta que no es toda la población boliviana la que bajo la influencia mediática se declaró contra Morales; una importante parte de los sectores sociales bolivianos como los mineros y principalmente los cocaleros, sector del que proviene Evo, se han declarado en contra del golpe de Estado y van marchando hacia varias ciudades, incluyendo La Paz, con el objetivo de restablecer el orden democrático; sin embargo, no es difícil presagiar un derramamiento de sangre, pues las fuerzas militares y policiales han tomado partido por el golpe de manera frontal. Son conscientes de que hay un enorme vacío en el poder y tienen el respaldo político de la ultraderecha, que es la única con voz, por ahora, mientras que a nivel internacional tienen a la OEA, a la que cada vez le es más difícil lavarle la cara al golpe, sobre todo cuando empiezan a aparecer los informes que contradicen su auditoría.

El capítulo del gobierno de Bolivia no ha terminado aún. Morales está exiliado, pero una enorme movilización avanza sobre el centro de Bolivia, una situación no menor, ya que según Mondragón, la gran masa de población que lo respalda se encontraba en lugares muy lejanos durante los acontecimientos más críticos, por lo que el respaldo político de base no se sintió a la hora del golpe, lo que no significa que estén dispuestos a entregar la conducción del Estado a un sector más parecido a la ultraderecha bolsonarista que a sus compatriotas, pues los crímenes de odio contra la población indígena están multiplicándose en varias partes del país.

 

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO