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Columna destacada | masacres | armas | EEUU

EEUU

Armas pesadas libres + monstruos sistémicos = masacres

Las masacres que ocurren crecientemente, y que son tan típicas de la 'norteamericanidad' -son un deshonroso patrimonio de EEUU-, y de su 'way of life'

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Caras y Caretas Diario

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Hemos escrito durante muchos años, desde esta misma Caras y Caretas, sobre casi todos los episodios de masacre colectiva ocurridos en Estados Unidos, únicos en el mundo, y ejemplares del fracaso creciente de un modus vivendi tan perverso como decadente y, además, agresivamente rabioso con su inminente pérdida del liderazgo mundial unipolar que disfruta desde la caída de la URSS.

Todo ello manifiesto en agresiones endógenas, autoinfligidas, como esas masacres, y en agresiones exógenas tales como la organización de intervenciones militares varias (Irak, Siria, Afganistán, Libia, Golfo, Plan Cóndor, Vietnam, Corea, y tantas más), y de provocaciones pro-bélicas vicarias a otros -guerras propias pero por interpósito país - tales como la de Ucrania, Yugoslavia, Kosovo, y tantas más que puede usted mismo listar, con el modelo de las provocaciones israelíes sin cobertura mediática para parecer víctimas de los provocados, éstos sí publicitados, como Putin.

La monstruosidad frankensteiniana de un porcentaje bajo pero suficientemente letal de sujetos agresivos letales, que son productos de su formación formal y de su modus vivendi cotidiano, le agrega una faz auto-punitiva a esas exo-puniciones, que son, en profundidad, masacres que ocurren crecientemente, y que son tan típicas de la ‘norteamericanidad’ -son un deshonroso patrimonio de EEUU-, y de su ‘way of life’, que muestra un fracaso progresivo del ‘american dream’, especialmente entre los inmigrantes y sus descendientes.

Émile Durkheim, mejor que nadie, previó esta doble perversión auto/endo y hetero/exo punitiva de fracasos colectivos e individuales de raíz común, ya a fines del siglo XIX; y podríamos agregar a Robert Merton, Talcott Parsons y Axel Honneth para sustentar más sólidamente esa explicación.

Veamos algunos de los ingredientes causales y motivacionales principales en estas autopunitivas masacres tan exclusivamente Made in USA.

Primer factor: libre compra, tenencia y uso de armas letales

Lamentablemente, el tema del sí o no a la libre compra, tenencia y uso de armas se ha partidizado al extremo de que tanto demócratas como republicanos, en general, son capaces de argumentar cualquier estupidez sobre el tema con la mísera intención de contribuir militantemente a su causa electoral, que tiene una instancia importante en noviembre. Pero, además de esa miserabilidad tan americana, la posible contribución de esa libertad con las armas merece discutirse seria y técnicamente. Focalicemos algunos malos argumentos recientemente esgrimidos contra la casi obvia intención de eliminar o limitar de diversas formas esas obsoletas libertades con armas letales.

Argumento falso uno. ‘Al contrario de limitarlas o eliminarlas, lo que se debería hacer es armar a los docentes en los establecimientos para que se puedan defender ellos y proteger a sus estudiantes’. Tan atractivo argumento como falso. Puede parecer atractivo en un primer momento, pero en realidad es producto de varias ignorancias, a saber: A. Está más que probado que las armas que alguien ha adquirido para defenderse de eventuales agresiones casi nunca son usadas por el que las compró ni para los fines para los que las adquirió. La enorme mayoría de las veces las buscan o encuentran otros para otros fines, lo que resulta en homicidios, suicidios y accidentes domésticos -entre nosotros es famoso el caso del buen señor que mató a su hija que llegaba de madrugada sin hacer ruido confundiéndola con un malvado malandrín-; en el mundo moderno, aún en contextos rurales, tener un arma es un bumerán, y probablemente no sea usada para defender con ella a su dueño de agresiones, sino por otros para otros fines mucho más indeseables para la sociedad y para su dueño. B. Si los docentes o las salas de clase estuvieran dotados de armas, la bajísima aunque temible probabilidad de sufrir ataques haría que las armas no pudieran esconderse -para estar a mano por si acaso- y estuvieran al alcance de estudiantes o empleados del establecimiento, y se utilizaran con otros fines. Y ¡ojo!, que el superávit de masacres educacionales visto no debe nublar la vista e impedir calibrar que, en un país de 350 millones de habitantes y con educación universal casi hasta el nivel terciario, los establecimientos educativos son muchos miles, lo que hace que la probabilidad de ocurrencia de estos publicitados desastres sea muy baja, por alta que pueda parecer por su letalidad; por peor que pueda ser respecto de lo que pudiera ocurrir, la probabilidad de que un arma en un salón de clase en EEUU sea usada para defender a los que están en ellas de un ataque como los conocidos es mucho menor que la probabilidad de que otro docente, funcionario o alumno la use para otros fines.

Si cada salón de clase de EEUU alojara un arma que no puede ocultarse bien y que debe saberse donde está por si acaso, habría un peligrosísimo arsenal inactivo con muy bajas probabilidades de que esas armas se usen para lo que fueron acumuladas; y con mucha mayor probabilidad de que sean robadas o usadas para otras cosas, como con cualquier arma común. Sería un remedio peor que la enfermedad, como tantas otras cosas, entre ellas LA covid-19. C. Aún en el caso muy improbable -pero que trágicamente existe, como vemos- de un ataque al establecimiento o salones de clase, si el agresor supiera que va a atacar a un lugar con armas para enfrentarlo, su agresividad sería mucho mayor y su primer movimiento sería el de matar al docente que lo puede atacar. Y, en esa hipótesis, el atacante está mucho mejor preparado en el manejo de armas y en su concentración para usarlas en esa coyuntura que los docentes. Porque el arma no puede estar tan a mano como para que el docente pueda tomarla y usarla a tiempo para enfrentarlo; el atacante, en cambio, está perfectamente preparado para dispararle, objetivo fácil. Un arma en salones de clase es una tentación para robarlas y usarlas mal, y una condena a muerte para los docentes, a cambio de una casi nula probabilidad de que un docente se defienda o defienda a otros con ella. Lo mismo en un comercio; el atacante está bien preparado para atacar, seguramente ha estudiado el lugar, y los atacables están en general distraídos en otras cosas cuando el mucho mejor preparado atacante actúa. Otra condena a muerte. Y sin contar la tentación que paranoicos o miedosos pueden sentir de usar el arma sin motivo suficiente, o con consecuencias peores a lo deseado, y que terminen presos.

Argumento falso dos. ‘No se debe prohibir algo que está constitucionalmente protegido como derecho a la defensa de la vida y que se ha aplicado sin problemas durante casi 150 años, con problemas solo recientes que deben resolverse con otras soluciones’. También equivocado. En primer lugar, porque no interpretar aggiornadamente una disposición nacida en y para un mundo tan diverso del actual arriesga a la ridiculez normativa, obsoleta. Para evitar esas antiguallas obsoletas, las nuevas realidades son interpretadas y aplicadas, en países islámicos, mediante un personal religioso que aggiorna y actualiza el Corán, para que este pueda mantenerse creíblemente como ‘el’ texto básico para todo tiempo y lugar, aunque obviamente no contenga disposiciones específicas para la inmensa mayoría de los sucesos cotidianos actuales en el mundo real. Porque una normatividad sin interpretación al espacio-tiempo, rabiosamente literal, vuelve inútil y hasta desprestigia por inaplicabilidad útil y obsolescencia la misma normativa que se intenta proteger dogmáticamente -a la que le queda la modalidad ‘talibana’ de vigencia-. En el caso de la segunda enmienda constitucional de EEUU, esta se originó hace 150 años con la intención de que los residentes de ciudades y poblados, vandalizados por los sedientos, hambrientos y armados ejércitos de la guerra civil, pudieran tener armas con las que enfrentar a esos abusivos vándalos bélicos. Nada de esto sucede hoy; y, como vimos, la proliferación de armas es un bumerán y riesgo mayor que el de no tenerlas. Y, ¿qué importa que no haya producido accidentes como los de las masacres escolares actuales en el pasado? Sucede que hace 150 años no había tanta gente, ni tantos establecimientos educativos, ni armas tan livianas y letales ni había tantos monstruos construidos por la sociedad de consumo, por el fracaso del ‘american dream’ para la inmensa mayoría, mortificada por una injusta, discriminatoria y cruel ‘american way of life’; en realidad, como veremos, esos son los grandes culpables en profundidad de las masacres, aunque a los estadounidenses no les guste y desvíen la vista hacia futilidades para no tener que enfrentarse a su gigantesco y cruento fracaso sociocultural. Antes fueron una defensa civil contra vandalismos militares; pero ahora son medios de ataque civil; desde Gardel sabemos que 20 años no es nada, pero ya 150… Y que no se me diga, como lo he oído en boca de varios descerebrados en Fox News, que son un instrumento del derecho constitucional a la defensa; la OTAN también recita que lo que dice y hace es solo para defender países; casi todos los ataques militares del mundo son organizados por los ministerios de Defensa; las armas de defensa, aunque no sean específicamente diseñadas para un ataque activo bélicamente especializado, sirven siempre para atacar y provocar activamente bajas civiles. Bullshit.

Argumento falso tres. Dicho por Trump en su más reciente y repugnante último mitin: ‘Hay que instalar más seguridad en los establecimientos educativos: más seguridad, controles de ingreso con escáneres de metales en las puertas, armar salones y docentes’. Completamente imbécil. Con la bajísima probabilidad de que haya una masacre educacional, aumentar la vigilancia puede parecer aconsejable; sin embargo, no se debería inmovilizar a miles y miles de funcionarios para vigilar lo improbable, así como no se debería disponibilizar tantas armas sin probabilidad alta de usarlas bien; instalar carísimos y enlentecedores chequeos como de aeropuerto en escuelas, así como armar salones y docentes, son propuestas absurdas, solo para parecer que se propone algo por fuera de las limitaciones sobre armas, en línea con el lobby de la Asociación Nacional del Rifle. Penoso.

Segundo factor: fracaso consumista y cultural del american dream

Aquí están las verdaderas y profundas causalidad y motivación, la canilla que aporta una criminalidad imparable que ni se sueña en cerrar para evitar la inundación de sangre en el cotidiano civil, que acompaña los baños de sangre que EEUU protagoniza o promueve militarmente en el mundo. Sucede como con la problemática de la seguridad, de la violencia y de la criminalidad: las medidas y el poco ‘pienso’ sobre el tema es sobre cómo dificultarles la tarea, cómo descubrirlos y detenerlos, cómo penalizarlos mejor; en definitiva cómo lidiar con efectos y consecuencias de causas y motivos, cómo baldear el agua de una inundación sin siquiera intentar cerrar las canillas. Nadie piensa en cómo reducir los ‘por qué’ y los ‘para qué’ que motivan y causan las inclinaciones, tendencias y decisiones de comprar y usar armas para ocasionar masacres. Las verdaderas preguntas serían: ¿Quiénes son aquéllos que recorren el proceso sociopsíquico que los termina llevando a preparar y ejecutar esas masacres sobre gente que ni conocen? ¿Cómo se puede evitar su surgimiento o cómo evitar que se complete el proceso desde su concepción hasta su ejecución? Para la próxima columna, lector, éstos serán los temas. Porque antes, en épocas semejantes a la de la promulgación de esa funesta segunda enmienda, la compra, tenencia y uso de armas no provocaba estos desenlaces porque había menos gente, menos establecimientos educativos, armas letales menos transportables y, fundamentalmente, porque no había un consumismo tan desatado que provocara un colapso de la satisfacción obtenible desde el ‘american dream’, dada la crueldad cultural de la ‘american way of life’ cotidiana. Quienes inmigran o son segunda generación de inmigrantes se dan cuenta de que ahora ‘tienen más pero son menos’, que han dejado de tener identidades reconocidas para tener más cosas pero sin sentirse mejor por ello, debido a la deprivación relativa que sufren desde su insuperable secundariedad sociocultural pese a su mayor dotación de bienes y servicios. Durkheim, Merton, Honneth, nos lo explicaron ya hace bastante. Es lo que más les duele reconocer a EEUU: su pérdida de liderazgo internacional, la perversión y deterioro de su criminógeno ‘way of life’ cotidiano, la cada vez menor accesibilidad y logro del ‘american dream’, también psíquicamente desquiciante y criminógeno. Ahí está ‘la madre del borrego’.

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