Cuarenta jefes de Estado y de gobierno, casi un centenar de ministros de Defensa y Relaciones Exteriores, decenas de parlamentarios (60 de Estados Unidos), cientos de académicos, empresas y representantes de la sociedad civil de casi todo el mundo se dieron cita en el emblemático hotel Bayerischer Hof, en el corazón del centro histórico de Múnich.
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La Conferencia de Seguridad de Múnich nació en 1963 en el contexto de la Guerra Fría, promovida por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para enfrentar a la Unión Soviética, bajo el nombre “Encuentro internacional de ciencias militares”.
Desde entonces, todos los años la capital de Baviera es el punto de encuentro de los actores claves de política exterior y de defensa para discutir desde las crisis regionales, carreras armamentísticas o armas nucleares, hasta temas de alcance global como derechos humanos o cambio climático.
Además del primer ministro del país anfitrión, Olaf Scholz, las presencias más destacadas fueron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el primer ministro de Reino Unido, Rishi Sunak, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. El invitado especial fue el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, quien participó por videoconferencia, y los “excluidos de honor”, Vladimir Putin y las autoridades de la Federación Rusa.
El tema que acaparó la agenda fue el conflicto ruso-ucraniano y el encuentro más esperado lo mantuvieron el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, y Wang Yi, recientemente nombrado director de la Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, un cargo que está por encima del de ministro de Relaciones Exteriores.
Armas sí, diálogo no
Los discursos de los principales líderes occidentales fueron una oda armamentista a Ucrania y una diatriba a cualquier tipo de diálogo para encontrar una salida política y diplomática a una guerra que ya ha causado más de 300.000 víctimas civiles y militares en ambos bandos.
Para el primer ministro británico, “ahora es el momento de duplicar nuestro apoyo militar (a Ucrania)” y pidió una nueva carta de la OTAN para garantizar una "paz duradera" en el territorio ucraniano para ayudarlo a defenderse "una y otra vez" frente a futuras declaraciones de guerra por parte de Rusia.
Según un comunicado conjunto firmado por el mismo Sunak y su homólogo alemán, ambos “coincidieron en la necesidad de mantener el nivel récord de apoyo internacional para Ucrania. Estuvieron de acuerdo en que las recientes ofertas internacionales de tanques de batalla principales y otros equipos serían transformadores sobre el terreno”.
Por su parte, los mandatarios de Francia y Alemania declararon que el conflicto en Ucrania será prolongado y subrayaron la importancia de mantener el apoyo militar por parte de los aliados de Kiev mientras sea necesario. “No es la hora del diálogo”, dijo Macron. “No son nuestros envíos de armas los que alargan la guerra. Todo lo contrario. Cuanto más pronto Putin entienda que no alcanzará su meta imperialista, mayor será la posibilidad de un final de la guerra”, subrayó Scholz.
La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, además de acusar a Rusia de “cometer crímenes de lesa humanidad” instó a los aliados de la coalición a permanecer “fuertes”, porque el desenlace del conflicto será un mensaje fundamental para “otras potencias autoritarias que podrían intentar reconfigurar el mundo a través de la coerción o incluso de la fuerza bruta”, en clara alusión, aunque sin nombrarla, a la República Popular, “ese oscuro objeto del deseo” (Luis Buñuel dixit) que orienta la estrategia internacional de Washington y condiciona buena parte de su política doméstica.
Más explicito fue el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que endilgó a Beijing el “observar con detenimiento para ver qué precio paga o qué beneficio logra Rusia por su agresión. Lo que sucede hoy en Europa podría ocurrir en Asia mañana”, en clara referencia a Taiwán.
Armas no, diálogo sí
En flagrante contraste con las posiciones de sus colegas, Wang Yi utilizó su discurso para hacer un llamamiento al diálogo y sugirió a los países representados en la conferencia a que “piensen con calma” en cómo poner fin a la guerra. “Por muy difícil que esté la situación, no podemos dejar de buscar la paz”, enfatizó.
“Puede que algunas fuerzas no quieran que se materialicen las conversaciones de paz. No les importa la vida o la muerte de los ucranianos ni el daño a Europa. Puede que tengan objetivos estratégicos mayores que la propia Ucrania. Esta guerra no debe continuar”, afirmó el enviado de Beijing, lo que fue interpretado como una respuesta a los dichos de la vicepresidenta Harris.
Lo mismo manifestó en su encuentro bilateral con el ministro de Relaciones Exteriores ucraniano, Dimitró Kuleba. “Beijing siempre ha estado del lado de la paz y el diálogo”, le aseguró el número uno de la diplomacia China y uno de los 24 miembros del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista.
Según el sitio web oficial de la cancillería china, Kuleba reconoció que "Ucrania y China se han mantenido en contacto durante todo el año pasado" y su país "valora el estatus y la importante influencia de China en el ámbito internacional, así como la postura de China sobre una solución política a la crisis. Ucrania espera que China continúe con su papel constructivo".
Mientras sus colegas debatían acerca de la impostergable necesidad del envío a Ucrania de los tanques alemanes Leopard 2 y los modernos Abrams 1 estadounidenses, poco después de que la Casa Blanca comprometiera una ulterior ayuda de 30.000 millones “para reforzar la seguridad de Kiev”, Wang anunciaba en su discurso que el gobierno de su país, el 24 de febrero -cuando se cumple el primer aniversario del inicio del conflicto-, presentará un plan de paz que se basará en contemplar dos principios fundamentales. Por un lado, “respetar la soberanía e integridad territorial” (Ucrania incluida) y, por otro, la necesidad de “considerar legítimas inquietudes de seguridad” (Rusia incluida).
Desde el estallido de la guerra, Beijing ha mantenido una postura neutral entre Occidente y el Kremlin. No condenó a Rusia en las Naciones Unidas, pero tampoco ha apoyado el accionar ruso en Ucrania, aunque las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países se han notoriamente intensificado en el último año.
El máximo representante diplomático de Beijing aprovechó también su intervención para responsabilizar a Washington de haber reaccionado de forma “histérica y absurda” en la crisis del globo chino que penetró en su espacio aéreo y fue posteriormente derribado por el Pentágono.
“No demostró fuerza, sino debilidad. Fue al 100% un abuso del recurso a la fuerza. No lo aceptamos”, dijo Wang, quien también acusó abiertamente a EEUU de buscar “contener a China, dañarla con falsas acusaciones y cooptar a otros países para que hagan lo mismo”. Aseguró que “la mentalidad de Guerra Fría está de vuelta, los riesgos geopolíticos se amplían y el unilateralismo es rampante” y acusó a la presidencia de Biden de “promover una confrontación ideológica y la conformación de bloques excluyentes”.
Dialogo sí, pero entre sordos
El encuentro entre Wang y Blinken puso de manifiesto la tensión y deterioro de las relaciones entre los dos países más importantes del planeta, con graves intercambios de acusaciones y advertencias y dejando en evidencia los riesgos geopolíticos que esta situación implica para la paz mundial.
Al conflicto con Taiwán, acusaciones de ocultar información sobre la propagación de la covid-19, la conformación de la alianza transatlántica Quad, la instalación de bases militares en Filipinas, el avistamiento de globos de presunto espionaje sobrevolando espacios aéreos internacionales, la reciente prohibición a las empresas estadounidenses de exportar a China chips para supercomputadoras e inteligencia artificial, así como tecnología y maquinaria para desarrollarlos, entre otros temas de enfrentamiento, el secretario de Estado le sumó el “tener pruebas de que Beijing contemplaba la posibilidad de abastecer a Moscú con armas para sostenerse en la guerra en el este de Europa”.
“Hasta ahora hemos visto que proporcionan apoyo no letal a Rusia para su uso en Ucrania. Nuestra preocupación ahora se basa en que están considerando brindar apoyo letal, según información que tenemos”, afirmó Blinken a la salida de la reunión con su interlocutor chino.
“Quien no para de proporcionar armas al campo de batalla es Estados Unidos, no China. No están calificados para dar órdenes a China y nunca aceptaremos que dicten o impongan cómo deben ser las relaciones chino-rusas”, fue la tempestiva respuesta de la cancillería del gigante asiático.
Y el mismo día, el ministerio difundió un documento en el que acusa a EEUU de interferir en asuntos de otros países para solventar su “supremacía mundial”.
El artículo titulado “La hegemonía estadounidense y sus peligros” explica cómo el país norteamericano se ha movido con “más audacia” desde el final de la Segunda Guerra Mundial para mantener su estatus y ganar influencia. Según la publicación, Estados Unidos ha fomentado conflictos bélicos ajenos para adjudicarse la bandera de la democracia, por un lado, mientras por el otro forja bloques internacionales que “avivan el conflicto y la confrontación”.
Un (triste) epílogo anunciado
Los ecos de Múnich se escucharon en Kiev y Moscú. Este lunes y a menos de 24 horas del cierre de la conferencia, el presidente Biden llegó a la capital ucraniana sorpresivamente y rodeado por estrictas medidas de seguridad, lo que significó el mayor símbolo de adhesión política de EEUU a Ucrania desde el inicio del conflicto y también la primera vez en la historia moderna que un presidente estadounidense visitaba una zona de guerra.
“La democracia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania” y el compromiso de Washington es inquebrantable, dijo Biden; y aseguró que apoyará al país todo el tiempo que sea necesario y prometió más munición para los sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad. De entre todos los aliados occidentales, Washington es el que más apoyo armamentístico ha proporcionado al ejército ucraniano.
Saliendo del palacio presidencial de Marisnky, donde mantuvo su primer encuentro con Biden, Zelenski afirmó que se trataba de la “visita más importante en toda la historia de las relaciones entre Ucrania y Estados Unidos” y aseguró que la misma tendría “seguramente un reflejo en el campo de batalla”.
No se puede vencer a Rusia en el campo de batalla”, respondió Putin un día después en su discurso anual ante la Asamblea Federal en Moscú.
Hablando poco menos de dos horas, el inquilino del Kremlin responsabilizó -con tonos especialmente virulentos- a Estados Unidos y la OTAN de preparar un plan para convertir a Ucrania en una plataforma de lanzamiento repleta de armas para atacar a su país, lo que, según Putin, hizo inevitable e impostergable la intervención militar rusa para “proteger a las personas en nuestras tierras históricas, para garantizar la seguridad de nuestro país, para eliminar la amenaza que representa el régimen neonazi que surgió en Ucrania después del golpe de 2014”.
Acto seguido anunció la suspensión de la participación rusa en el Tratado (New) Start -el último pilar del sistema de seguridad construido por ambas potencias para frenar la carrera nuclear- firmado el 8 de abril de 2010 por los entonces presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y Rusia, Dmitri Medvédev,
La Conferencia de Múnich (y su epílogo en Kiev y Moscú) nos dejó un carnaval amargo y al ritmo de la inseguridad planetaria.
Post scriptum
Al momento de entregar esta nota las agencias internacionales informan de las primeras declaraciones de Wang Yi luego de su encuentro con Vladimir Putin, su ministro de Relaciones Exteriores, Sergéi Lavro,v y el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Pátrushev, para informar el contenido de la iniciativa de paz que pretende presentar la República Popular para Ucrania. Según el dirigente chino, su gobierno transmitió su disponibilidad para “que todas las partes superen las dificultades, continúen creando las condiciones para el diálogo y la negociación y encuentren una vía efectiva para una solución política”. “Cuanto más complicada es la situación, menos podemos ceder en los esfuerzos por la paz” subrayó.
Un renovado llamado al diálogo y un no a las armas. China enciende una luz al final del túnel.
“Lo que hace hermoso al desierto es que en algún lugar esconde un pozo”. (Antoine de Saint-Exupéry, El Principito)
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