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Columna destacada | farsa | tragedia | Congreso

Nuevo congreso de EEUU

Entre farsa y tragedia

Dos años después de la asonada golpista "capitolina", la división política de los EEUU lejos de disminuir se ha intensificado y hoy constituye una pesada hipoteca a la tan proclamada y promocionada calidad de la democracia de Washington.

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Citando a Hegel, al inicio del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx sostenía que “la historia ocurre dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

Exactamente han pasado dos años y pocas horas más de la tragedia perpetuada por una turba que, instigada por la negativa de Donald Trump a reconocer su derrota en las urnas de las presidenciales de 2020, el 6 de enero de 2021, tomó por asalto el Capitolio de Washington (en los hechos un intento de golpe de Estado) cuando los legisladores se aprestaban a contar los votos del Colegio Electoral para elegir a Biden como el 46º. Presidente.

La misma sede del poder legislativo de Estados Unidos fue escenario de la elección del legislador republicano Kevin McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes (en inglés, Speaker of the United States House of Representatives), una “farsa” que, como ocurriera con la “tragedia” anterior, puso al desnudo las debilidades y fragilidades de dos de los pilares que sostienen la democracia: el poder legislativo y el sistema y funcionamiento de los partidos políticos. La elección del número 1 de la Cámara Baja - el segundo en la línea de sucesión a la presidencia, después del vicepresidente de los Estados Unidos -, que desde hace 100 años ha sido un procedimiento de rutina parlamentaria laudado en una sola votación, esta vez precisó 15 votaciones, 4 días de interminables sesiones caóticas y tensas negociaciones para convencer a una minoría de republicanos ultraconservadores y antisistema que de facto lo sometieron a la humillación (para algunos una verdadera insurrección por otras vías) de una derrota tras otra y le impusieron una serie de exigencias a cambio del voto que finalmente lo ungió como el sucesor de la demócrata Nancy Pelosi. No se llegaba a un número tan alto de votaciones desde hace 164 años, antes de la Guerra Civil y, según un editorial del New York Times, hicieron del nombramiento de McCarthy un evento “dramático” que expuso una “gran vulnerabilidad del Congreso” donde un puñado de legisladores puede detener el proceso de gobernabilidad básica para el normal funcionamiento del sistema. Tras su confirmación, McCarthy escribió en Twitter: “Espero que una cosa quede clara después de esta semana: nunca me rendiré. Y nunca me rendiré por ustedes, el pueblo estadounidense”. La estrecha mayoría republicana (222 a 212 escaños de los demócratas), como resultado de las elecciones de medio mandato de noviembre, ha dejado a la veintena de representantes más radicales del partido en una posición determinante y los proyectos de ley y leyes que la Cámara debe aprobar estarán cada vez más condicionados por la lucha entre los dos grandes partidos y las disputas internas entre los propios republicanos.

“Nos vemos obligados a estar aquí esta noche, debido al caos y la crisis en el otro lado, es justo señalar que los mismos individuos que avivaron las llamas del 6 de enero, que dijeron a sus seguidores y a los seguidores de sus seguidores que necesitaban contraatacar y que desafiaron la jura de los miembros basándose en una falsa reclamación de falsos electores, bien podrían estar al mando de la Casa del Pueblo. Si es que alguna vez consiguen ponerse de acuerdo sobre quién puede dirigirles”, afirmó el congresista demócrata Pete Aguilar al momento de fundamentar su voto a favor del candidato de su partido, en medio de ovaciones de sus correligionarios y abucheos de los republicanos. Es por demás evidente que, dos años después de la asonada golpista “capitolina”, la división política (la famosa “grieta” muy de moda en el lenguaje de los dirigentes rioplatenses) de los EEUU lejos de disminuir se ha intensificado y hoy constituye una pesada hipoteca a la tan proclamada y promocionada calidad de la democracia de Washington.

Las concesiones/claudicaciones que debió hacer McCarthy para neutralizar el fuego amigo de sus colegas de partido van desde que, a partir de ahora, cualquier diputado puede promover una moción de censura para destituirlo, la prohibición del voto telemático, un puesto en el influyente comité de normas, que establece las condiciones del debate legislativo en la cámara; su promesa de disolver la comisión investigó el asalto al Capitolio y el papel desempeñado por el expresidente Donald Trump, hasta la fijación de un techo a la deuda. El limite a la emisión de deuda soberana es la que más preocupa a los expertos y observadores y hará mucho más difícil cualquier entendimiento con los diputados demócratas y una amenaza al presupuesto que deberá ejecutar Biden en la segunda mitad de su mandato. El gasto público es desde siempre una de las obsesiones del ala más radical y ortodoxa del Partido Republicano y es el Congreso el que fija el límite de deuda pública que puede emitir el Gobierno. De aprobarse la prohibición de elevar el límite de la deuda pública - que según los economistas sería necesario a partir de setiembre - impedirá al gobierno federal pedir dinero prestado para pagar sus deudas y repetiría la crítica situación de 2011, cuando Obama y la mayoría republicana en la Cámara casi incumplen la deuda de la nación antes de llegar a un acuerdo, con el consecuente daño al sistema financiero de Estados Unidos y del mundo, tenedor de gran parte de su deuda pública. “No hay nada más importante que hacer posible que las familias estadounidenses vivan y gocen de las vidas que se merecen, y por eso nos comprometemos a detener el gasto inútil de Washington para bajar el precio de la comida, la gasolina, la vivienda y parar el aumento de la deuda nacional”, afirmó, en claro desafío a la política de los demócratas, McCarthy en su discurso de asunción al escaño más alto del Congreso. McCarthy, que se convirtió en el líder de la mayoría de la Cámara de Representantes con menos experiencia legislativa de la historia, es un exponente de la fracción radical del Partido Republicano y uno de los líderes más cercanos al expresidente Trump, al que agradeció “muy especialmente” por su elección. “No creo que nadie deba dudar de la influencia del presidente Trump”, declaró en su primera aparición ante la prensa. “Estuvo conmigo desde el principio. Alguien sembró la duda, pero ha estado ahí completamente. Me ha llamado a mí y a los demás. He hablado con él esta noche. Ha ayudado a lograr esos votos finales”, en referencia a los disidentes republicanos que se lo negaron hasta ese momento. Según el nuevo Speaker, la deuda pública y “el ascenso del Partido Comunista Chino” son los dos “desafíos a largo plazo” que deberá abordar la cámara. “El Congreso debe hablar con una sola voz sobre estos dos asuntos”, afirmó McCarthy. De los dos el controvertido tema de la deuda pública pudo esperar, no así “las amenazas multifacéticas que China representa para los Estados Unidos”.

En efecto, en su primera sesión con McCarthy presidente del Congreso, este martes, los partidos demócrata y republicano votaron abrumadoramente (365 a favor y 65 en contra) por la creación del denominado Comité Selecto de la Cámara sobre la Competencia Estratégica entre Estados Unidos y el Partido Comunista Chino. “Como dijo el año pasado el secretario de Estado Antony Blinken, China es el único país con la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, tiene el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”, dijo el representante republicano Mike Gallagher citando al principal diplomático del presidente demócrata Joe Biden, quien desde que asumiera fue objeto de durísimas críticas por parte del caucus republicano. Según Gallagher, principal vocero republicano de los temas chinos, destaca la “estrategia coordinada de toda la sociedad del Partido Comunista Chino para socavar el liderazgo y la soberanía estadounidense, mientras trabaja sobre una base bipartidista y con comités de jurisdicción para analizar enfoques de sentido común que se han retrasado mucho para contrarrestar las agresiones del PCCh”. En noviembre de 2022, apenas reelecto diputado de la 118ª. legislatura del Congreso de EEUU, McCarthy dijo que formaría un comité sobre China “para investigar cómo traer (a EEUU) cientos de miles de trabajos” deslocalizados en el país asiático. Antes también había anunciado que, de resultar electo presidente, visitaría la isla de Taiwán, replicando el controvertido viaje de su antecesora, Nancy Pelosi, que desató la ira de Beijing y llevó las tensiones políticas, diplomáticas y militares entre ambas potencias a niveles sin precedentes desde que se establecieron las relaciones diplomáticas en la década de los 70 del siglo pasado. La votación del comité de China ofreció una rara oportunidad para que el nuevo presidente de la Cámara lograra una genuina victoria bipartidista. Sin llegar al fanatismo de su homónimo, Kevin McCarthy, comparte con Joseph - el infame senador republicano que dirigió la caza de brujas comunista en la década de 1950 - su concepción anticomunista. “Queremos legisladores serios”, dijo McCarthy. “Esto no es para que alguien entre y sea viral para hacer algún punto. Esto es para trabajar juntos como un solo Congreso, en uno de nuestros mayores desafíos para el futuro, subrayó el Speaker en la sesión parlamentaria. “Tienen mi palabra y mi compromiso. Este no es un comité partidista… Quiero que este comité dure más allá de la mayoría, y que nunca, nunca sea un comité partidista”, agregó enfatizando el carácter bipartidista del comité. La creación del nuevo comité es una ulterior demostración de la unidad entre demócratas y republicanos cuando se trata de promover políticas contra la República Popular. Durante la campaña electoral tanto el entonces presidente Donald Trump como Biden compitieron en quién prometía ser más duro con China. La política doméstica separa a los diputados republicanos y demócratas, el “enemigo chino” los une. La elección de McCarthy consumó la tragedia y la farsa en un solo acto.

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