En varias columnas de Caras y Caretas hemos analizado la fuente común de graves disturbios en Estados Unidos, que debemos reiterar, ajustada, para entender la violencia urbana francesa que ha salpicado antes y tiñe hoy el cotidiano francés, amplificado mediáticamente por las redes sociales, prestamente silenciadas por contrariar el discurso y narrativa oficiales.
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Antes que nada, ampliemos lo del título de la columna. Los países coloniales, y los idealizados por ellos (EEUU) están sufriendo el ‘efecto bumerán’ de la conquista y evangelización coloniales.
Revancha ampliada del odio colonial y nueva explotación neocolonial
En primer lugar, porque la inmigración en las colonias se ve ahora sucedida, como consecuencia de la explotación colonial inicial, de una neo-inmigración de los colonizados hacia las exmetrópolis coloniales, respuesta a la inferioridad socioeconómica en que los colonizadores dejaron a los colonizados, y a las esperanzas socioculturales que los históricamente desfavorecidos concibieron sobre su bonanza probable al dejar el desventurado terruño por el bienaventurado paraíso colonial. La explotación colonial por las metrópolis no solo empobreció y subdesarrolló a las colonias: también condenó a los colonizadores al bumerán de los desesperados colonizados a través de su obsesiva contra-neo-inmigración esperanzada, ahora desde las colonias a las metrópolis; aprendiz de brujo si los hay.
En términos psicosociales concretos, el odio ancestralmente generado y cultivado de los colonizados por los colonizadores se veía de algún modo suavizado, en sus consecuencias más cotidianas, por la admiración y esperanzas de bonanza que la superioridad del desarrollo metropolitano y su marketing sociopolítico infundían: te odio, pero también te quiero o, al menos, te deseo, porque podrías ser mi salvación y mi buenaventura. Pero, con la neo-contra-inmigración desde las colonias a las metrópolis, de efecto retardado (sustained release), al odio ancestral difuso del colonizado por el colonizante se suman dos odios más, producto del nuevo y traumático contacto colonizado-colonizante: uno, la experiencia cotidiana de la alienadamente inesperada y humillante discriminación étnica y social del neo-inmigrante colonizado por parte de sus receptores coloniales, mentida por la políticamente correcta reverencia a los derechos humanos de los neo-inmigrantes, sin embargo tan negada en la práctica cotidiana, ulteriormente rechazada por los neo-inmigrantes cono hipócrita; dos, la inferioridad del bienestar obtenido respecto del utópicamente esperado por el desarrollo y marketing de los colonizadores, desde siempre; lo que produce una sensación de peligrosa frustración, que Durkheim estudió tan venerablemente y que hemos estudiado en Caras y Caretas como disparador de violencia en EEUU (cómo la inaccesibilidad del ‘american dream’ y del ‘american way of life’ producen peligrosa deprivación relativa, semejante a la de los neoinmigrantes en Francia); tres, la comprobación de una nueva hipocresía: la de la igualdad de oportunidades meritocrática que la metrópolis democrática ofrecía a los neo-inmigrantes. En los tres casos: ¡bullshit!, hipocresía más que nada. Y cuando hay episodios que exageran la realización de esos efectos psicosociales, fósforos furtivos, las velas arden, y los disturbios se dan, y crecientemente, como con el asesinato policial del adolescente étnicamente condenado. Algunos números ilustrativos: 2 muertos, 1.243 procesados, 3.300 detenidos, 5.600 vehículos destrozados, 1.000 edificios quemados.
En segundo lugar, porque lo que ocurre laboral y callejeramente con los neo-inmigrantes es un nuevo capítulo de la explotación de los colonizados por los colonizantes: si antes los colonizados y sus tierras y subsuelo fabricaron los lucros extractivos de los imperios durante el capitalismo mercantil, ahora se agrega una nueva explotación, la de los que trabajan ‘en negro’ para los industriales y empresas de servicios coloniales durante el capitalismo industrial y financiero; los empresarios utilizan la necesitada neo-inmigración colonizada para rebajar el costo de su mano de obra (capital variable) y para depreciar el trabajo de los sindicatos por mejores salarios y condiciones de trabajo (como hoy en Uruguay con cubanos, dominicanos, venezolanos, peruanos y tantos otros, que, a su vez, usan a Uruguay para obtener documentación internacional migratoria con mayor facilidad que en otros lados, y que toleran, entonces, la explotación como costo transitorio).
Un representante francés, Retailleau, muy insensiblemente, afirmó que los revoltosos no eran extranjeros, sino ciudadanos franceses, pero inmigrantes colonizados de segunda o tercera generación; y que regresaban a sus raíces étnicas en Francia, después de un tiempo; obviamente, la solución sería limitarlos y reprimirlos. Entiende muy poco de lo que le estamos explicando a usted, lector. No regresan a sus raíces (doble discriminación étnica: son revoltosos por origen étnico y por regresar a él, desde el paraíso colonial francés), sino que sus raíces alimentan su conciencia desdichada, que tiene contribuciones que los franceses encumbrados no conocen o no desean expresar.
Particularidades de la violencia urbana francesa histórica
En primer lugar, la violencia callejera francesa ha sido y continúa siendo famosa en el mundo. Ya Marx, al escribir La ideología alemana, a mediados del siglo XIX, afirmaba que el desarrollo teórico alemán era superior, pero que la práctica política francesa era muy superior. Y así ha seguido siendo. Pensemos rápidamente. La Revolución francesa; el 18 Brumario; la Comuna de París; el mayo de 1968 con epicentro en Nanterre, como el último episodio violento; los adolescentes norafricanos electrocutados en 2005; los atentados terroristas de 2014; los episodios de Charlie Hebdo de 2015; las movilizaciones de 2016 contra la Ley de Trabajo con la Noche de Pie; los chalecos amarillos de 2019 en pequeños pueblos y ciudades por ocupación y futuro; en este 2023 contra la reforma jubilatoria; y ahora esto.
En segundo lugar, anotemos que Francia es el país con mayor porcentaje de inmigración no europea; y que aún posee 14 países coloniales. Por lo que es de esperar que este tipo de violencia que le estamos explicando, lector, se mantenga e intensifique a futuro, desde que seguirá habiendo contingentes de neo-inmigrantes que sumen odio colonial ancestral al odio por la discriminación étnica en la metrópolis al neo-inmigrar, y al odio por el fracaso allí de su desesperada esperanza neo-inmigratoria, bumerán y aprendiz de brujo. Los países otrora coloniales tendrán que arcar con las consecuencias de la discapacidad productiva que han instalado en sus tierras colonizadas, con la consecuencia de la neo-inmigración hacia las metrópolis que alguna vez inmigraron en las colonias; ciertamente lucen la cola entre las piernas y han aprobado neo-inmigraciones hasta con sus familias; pero el trato discriminatorio y la cortedad de lo conseguido socioeconómicamente establecen ese bumerán de aprendiz de brujo anotado.
En tercer lugar, resulta muy ilustrativo e interesante el análisis de algunos sondeos de opinión al respecto de la más reciente violencia urbana francesa. En uno de ellos, en que se pregunta en quién confía para solucionar los problemas que están aquejando a Francia, los resultados, más allá de lo puntual, permiten, reprocesando las cifras conocidas, inferir tres procesos muy importantes en la opinión pública francesa: su desesperanza, su polarización y su derechización.
Su desesperanza, porque hay un 32% que dice que no hay ‘ninguna’ solución a la vista, accesible, dentro de las instituciones y personas propuestas como posibles solucionadores; aunque hay un 65% que confía en jerarcas gubernamentales en ejercicio, y un 85% deposita esperanzas en los partidos y líderes políticos en carrera.
Dentro de aquellos que concitan esperanzas de solución, hay una polarización muy fuerte, ya que el 62% confía en políticos del espectro de derechas (Le Pen, Bardella, Zemmour); 17% del espectro de izquierdas (Mélenchon, Roussel); y solo el 6% en figuras del espectro del centro del continuum político-ideológico (Ciotti). También se puede inferir una derechización al interior de esa desesperanzada polarización, ya que la esperanza de soluciones a cargo de personajes de derecha más que triplica a los de izquierda y decuplica a los de centro. Como elocuente botón de muestra sobre la inclinación de la opinión pública, digamos que la campaña para financiar gastos judiciales para el policía que mató a quemarropa al menor francoafricano en su auto va quintuplicando a la colecta para financiar los gastos para el menor asesinado y para su familia.
Otro sondeo de opinión pide a la gente atribuir responsabilidades sobre lo ocurrido: 89% condena la violencia policial; 20% la defiende; 66% lo atribuye a negligencia de la patria potestad; 55% a laxitud del orden público; 43% al tráfico de drogas. Así estamos. Otros insumos de relevamiento de opinión refieren al explícito rechazo de los políticos consolidados como vía de solución, entre los jóvenes de las edades dominantes en los episodios.
Discépolo en su apogeo.
Anotemos que hemos obtenido información de Internet, especialmente desde YouTube; y también de Caras y Caretas del 07/07/2023 (Marco Teruggi), de Brecha de la misma fecha (Daniel Gatti), y de Extramuros del 09/07/2023 (Olivier Bault y Richard Abelson).