Se viene el Mundial de fútbol en Catar y algunos problemas, ya presentes en los partidos actuales, amenazan con agravarse, a medida que su importancia crece con la repercusión de los resultados y el crecimiento de las audiencias, lo que amplifica la visibilidad de algunas dudas, errores y discusiones, que aumentan en torno a algunas reglamentaciones del fútbol que no han podido definirse satisfactoriamente como para minimizar debates, discusiones y detenciones del juego.
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En el centro de esos debates y disensos en torno a determinadas reglas del juego, tan sutiles como imperfectas, están la ley del off-side y la parte de la regla 12 que legisla cuándo cobrar o no ‘mano’ (hands) cuando el balón es interceptado o desviado con ‘esa’ parte del cuerpo. El VAR ayudará para esto, aunque sus intervenciones detienen mucho el juego y solo se deberían producir cuando hay un gol, un penal o una expulsión en cuestión a propósito de ese posible ‘hands’. La importancia del hands crece en la medida que la mayor elasticidad de los balones lleva a que cualquier impacto de desvío del balón respecto de su trayectoria original se vuelva mayor, y que como consecuencia la definición de la ilegalidad o no de la intercepción o desvío aumente.
Un aspecto no desdeñable es que la evolución de la regla 12 se ha producido a impulsos espasmódicos, muy probablemente sin buenos asesores técnicos (i.e. ergónomos, preparadores físicos, anátomo-fisiólogos), lo que ha provocado imperfecciones en la regla y contradicciones entre sus disposiciones, surgidas en momentos diferentes.
Pero antes que nada debe conocerse el porqué del origen de la parte de la regla 12 que prohíbe el uso intencional de determinada parte del cuerpo en el fútbol, parte en el proceso de separación y diferenciación del fútbol y del rugby, que se inicia en el primer tercio del siglo XIX en Reino Unido, y que se consolida entre 1840 y 1870, cuando se definen las reglas del juego en ambos deportes, antes indiferenciados en prácticas deportivas comunes, en las que se utilizaban recursos más tarde distribuidos entre los dos deportes nacientes. Veamos.
El origen: la prohibición de ‘jugar con las manos’ en el fútbol, no en rugby.
Desde la humanidad antigua, a través del medioevo y hasta el siglo XIX en Reino Unido (que es donde se produce la separación entre un deporte que busca atravesar un espacio básicamente golpeando y transportando un balón con piernas y pies (el fútbol) y otro que intentaba básicamente lo mismo pero en base a brazos y manos (el rugby). En el caso del rugby, un ‘goal’ quedaba definido por la suma de dos jugadas: el cruce de una línea transportando el balón con brazos y manos –el ‘try’, que vale 3– y un intento de ‘conversión’ con los pies, pasando el balón por la parte ‘superior’ de un espacio no custodiado en forma de H –que valdría 2 más, total 5, si se tenía éxito–. En el fútbol, por el contrario, sólo había un goal –valor 1– si se atravesaba con ayuda solo de pies y manos la parte ‘inferior’ de ese espacio en forma de H, que fue perdiendo los postes verticales superiores con la diferenciación de los campos de fútbol y rugby, con dimensiones y marcado distintos. Ese espacio inferior de una H inicial muy pronto comenzó a ser defendido por un ‘cuidador del gol’ (goal-keeper, golero, arquero) solo en el fútbol.
Pues bien, como ancestralmente se habían usado indistinta y reglamentariamente brazos, piernas, manos y pies para cruzar una línea defendida, había que prohibir el uso de brazos y manos en uno de los deportes (el fútbol), y dificultar el uso de piernas y pies en el otro (el rugby). Eso se hizo por intermedio de reglas que lo prohibían en casi todas pero no todas las situaciones (i.e. los arqueros y los saques de banda en fútbol; las conversiones posteriores a los tries en la parte superior de la H, los penales por infracciones determinadas, la impulsión del balón hacia adelante, imposible con las manos, todo esto último en rugby. La forma específica de los balones favorecía su manejo manual para transportar, ovalado, en el rugby (luego también en fútbol americano) y se dificultaba así también su conducción y transporte golpeado con los pies; pero, al revés que en el rugby, en fútbol se privilegiaba, con un balón esférico, su golpeo y conducción en la superficie, y se dificultaba en algo su transporte y pasaje manual, más fácil con el balón ovalado.
Las reglas de los dos deportes, ambos buscando la consolidación de su especificidad, la alimentaron con reglas básicamente prohibitivas: en el caso del rugby, el predominio del manejo con manos y brazos del balón para la conducción, pase y cruce de la línea rival, y para impedirlo; en el caso del fútbol, el predominio del ataque y la defensa mediante piernas y pies. En ambos deportes se sancionaba el uso de las extremidades superiores (fútbol) o de las inferiores (rugby) como recurso estándar de juego.
La parte de la Regla XII que define el ‘hands’ en fútbol debe entenderse como parte de este proceso de diferenciación entre el fútbol y el rugby, y el espíritu de su evolución no debería ignorar esa finalidad original de la regla. En efecto, inicialmente, lo que se prohibía era el uso intencional de manos y brazos para la conducción, pase y cruce de los espacios que demarcaban los objetivos a superar, y que señalarían los ‘goles’ (fútbol); y para el caso del rugby, la conducción, pase y cruce de la línea para los tries (apoyar en el suelo el balón con las extremidades superiores más allá de la línea fina adversaria). En conformidad con esa intencionalidad diferenciadora de deportes que habían nacido de prácticas deportivas comunes, en las cuales se usaban indistinta y legítimamente las extremidades superiores y las inferiores, el fútbol y el rugby definen balones más aptos para el manejo con brazos y manos, ovalados, y más aptos para el manejo con piernas, pies y cabeza, esféricos. Pero también se castiga con ‘foul’ (desleal, prohibible) el uso de las manos en fútbol, como ‘hands’, y el uso de los pies en rugby, mediante otras reglas de ilicitud. Inicialmente, y en consonancia con esos objetivos diferenciadores, lo único que se prohíbe en el fútbol, es el uso ‘intencional’ de las manos para atacar o defender; lo fundamental fue, es, y debería ser, entonces, la evaluación de la intencionalidad del uso de las extremidades superiores, sea para conducir, pasar, detener o desviar al adversario o al balón.
Pero las necesidades arbitrales determinarán modificaciones para mejor definición de lo que provocaría o no la sanción de la infracción del ‘hands’ cuando hubiera contacto del balón con extremidades superiores. Y todas esas modificaciones han sido insuficientes como para orientar las decisiones arbitrales; incluso, algunas de ellas deberían ser abolidas porque no son ya necesarias, porque han sido dictadas por gente insuficientemente técnica para determinarlas, y porque han resultado contradictorias entre sí. Lo que veremos a seguir.
Problemas técnicos en los cambios y aclaraciones de la regla 12
Uno. Se decide explicitar qué parte del cuerpo debe ser ilegitimada sea para atacar sea para defender, y que antes podía ser usada para ello, antes del cisma rugby-fútbol. La definición de las partes del cuerpo cuyo uso intencional debería ser sancionado como hands ilícito fue lo primero: desde siempre estuvo claro que las ‘manos’ (hands) serían ilícitas, pero también los brazos podían obstaculizar, deteniendo o desviando la trayectoria de balones golpeados con los pies, muslo, rodilla o cabeza. Al mismo tiempo, si se incluía a los dedos, las manos y los brazos como prohibibles si se usaban intencionalmente para atacar o defender, el brazo debía ser prohibido de modo de no impedir el uso del hombro para el empujón lícito que hasta hoy sobrevive (para mí erróneamente). La parte del cuerpo penalizable por uso intencional abarcaba: dedos, manos, y brazo hasta el ‘arm pit’ donde termina el hombro (escápula, clavícula y deltoides). No suficientemente preciso, pero un intento válido de aproximación objetiva.
Dos. Pero subsistía el problema de que la legalidad o ilegalidad de la intervención de esa parte del cuerpo dependía más de la intencionalidad subjetiva del usuario de esa parte del cuerpo que del uso material, objetivo, de esa parte del cuerpo y su impacto en el curso del juego. Un problema fundamental era que la distancia de los árbitros del lugar del problema, su ángulo visual y la velocidad del juego hacían difícil la evaluación de la intencionalidad, criterio principal para penalizar o no el contacto. Por eso, modificaciones y adiciones reglamentarias buscarán definir situaciones material y objetivamente indicadoras a priori de que ese contacto del balón con esa parte definida del cuerpo. Los árbitros podían evaluar intencionalidad independientemente de esas situaciones objetivas; pero esas situaciones reglamentariamente definidas constituían algo así como ‘presunciones simples’ de que se había cometido, o no, infracción de hands. Se establece, así, que: a) si el brazo se eleva por encima de la altura del hombre, hands, como veremos muy cuestionable como criterio ‘objetivo’; b) si el contacto resulta de una impulsión del balón tan próxima que no permite evitar el contacto, no hands, ok; c) el más cuestionable: hay hands si con brazos (arm pit), manos o dedos, se aumenta el volumen corporal que puede detener o desviar el balón, entendiéndose como ‘aumento del volumen corporal’ si ese aumento no es justificado o consecuencia del movimiento corporal específicamente requerido en esa situación específica; puede entonces, ser o no, hands ilícito.
El futuro, las ignorancias y las contradicciones reglamentarias
Aquí, los problemas presentes o a futuro dependen de una muy fina evaluación de la medida en que el contacto del balón con esa parte del cuerpo no sea intencionalmente producido por un aumento del volumen corporal no justificado o consecuente a un movimiento específicamente motivado por una situación del juego. Todos extremos cuya apreciación por el árbitro, en caso de duda, puede ser eventualmente ayudada por los registros y reproducciones del VAR.
Es por eso que yo creo que para definir esta sutileza, que predefine ‘intencionalidad’ a los efectos de la decisión arbitral soberana, debería ser tomada por un equipo de entrenadores, preparadores físicos, ergónomos y especialistas médico-biológicos en anatomía y fisiología que definan científicamente, y con ayuda de videos y fotogramas congelados, sucesivos y vistos a través de diversos lentes y cámaras, qué posturas son las naturalmente requeridas para jugar en situación específicas, sea para jugar el balón, sea para mantener un equilibrio corporal que los habilite a posteriores intervenciones; y cuáles hacen presumir intencional transgresión de la regla del hands. No estoy con esto proponiendo que haya un concilio de especialistas con el VAR ante cada incidencia en que hay contacto de balones con ‘hands’, lo que paralizaría largamente los partidos. Lo que sí estoy proponiendo es que los jueces, en su formación como tales, reciban largos e interactivos cursos con esos especialistas donde sean orientados para la rápida apreciación de la intencionalidad definida por esas posturas o gestos deportivos como indicativos de intencionalidad. Porque, por ejemplo, es inadmisible lo que estamos viendo por todo el mundo hoy: que frente a un delantero que ataca con el balón y que puede conducir o rematar, los defensores lo enfrenten con las manos atrás para no correr el riesgo de que un contacto eventual con su hands resulte en un penal; es una gran desventaja para los defensores y una gran ventaja para los delanteros; y una diferencia indeseable provocada por una insuficiente comprensión de los gestos corporales que pueden definir un intencional uso de las extremidades superiores, o no. He visto, también, partidos definidos porque algunas presunciones reglamentarias de intencionalidad, para facilitar la visualización ocular directa de los árbitros, son seguidos literalmente y no como presunciones corregibles frente a una mejor comprensión situacional de la incidencia, o hasta descartando imágenes del VAR que podrían hacer opinar contrariamente a la presunción reglamentaria provisional convertida en ley.
Hasta podemos ver que, de las modificaciones de la regla 12 propuestas luego de la inicial, la a) se contradice con la c); en efecto, si el brazo no debería levantarse ni abrirse por encima del hombro, muchas maniobras de equilibrio que son necesarias para la intercepción de pases o conducciones, para el apoyo para saltar a cabecear, o el descenso del aire, deberían ser anulados como hands intencional, lo que es un disparate ergonómico, biomecánico, funcional, dinámico, que podría decidir injusta e ignorantemente resultados en el fútbol futuro, y en el inminente campeonato de Catar.
Deberían eliminarse de los reglamentos las hipótesis incluidas para orientar la visión insuficiente de los árbitros, mantener el principio del no uso intencional de brazo-mano-dedos; y someter a los árbitros a refinados cursos con especialistas y tecnología del tipo VAR que los ayude a definir intencionalidad ilícita o funcionalidad deportiva con celeridad frente a cada incidencia deportiva que se suscitara. Por supuesto que la experiencia como jugador ayuda para la intuición de intencionalidad o no, empatizables desde esas experiencias comunes a jugadores y árbitros. Pero no es suficiente, aunque pueda ser necesaria; y debe científicamente ser suplementada, como la mera visión del árbitro en el campo se supera por el VAR fuera de él. El progreso tecnológico tiene sus bemoles y peligros, pero también sus puntos fuertes, algunos de ellos muy aplicables a la mejoría de la precisión en la aplicación de las reglas de juego y, así, a la mejoría de la justicia de los fallos arbitrales y de los resultados deportivos, aunque estos siempre serán falibles y discutibles; pero menos.