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Columna destacada | familias ideológicas | bloques | Ojeda

Juego electoral

Los fronterizos en las "familias ideológicas"

En 1994, Julio María Sanguinetti acuñó la expresión “familias ideológicas” para señalar que se estaban expresando lo que llamó “avenidas” o “bloques”.

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Los límites se diluyen lentamente y las fronteras que antes dividían con claridad los territorios se fueron desvaneciendo dando paso a otras fronteras. En el proceso histórico uruguayo –en clave cultural– se fortalecen las dos avenidas de sensibilidades que se insinuaban a mediados del siglo pasado y que desde 1999, con la inauguración del balotaje, adquirieron cuerpo político.

El progresismo –con aportes sustanciales de la izquierda tradicional, la social y la política– se configuró antes, con mayor nitidez que el bloque tradicional conservador. A éste le costó más esa visibilidad política, aunque en los hechos actuaba y se configuraba como bloque aún antes del balotaje.

Óscar Bottinelli, experto electoral, analista político y director de Factum, dijo en 1999: “El entendimiento en las avenidas ya se registró en 1984 cuando votantes blancos le dieron su voto al Partido Colorado para no darle apoyo al wilsonismo, y en 1989 ‘gente colorada’ votó al Partido Nacional ‘en disconformidad con Batlle’”.

Hace más de 20 años, Luis A. Lacalle Herrera habló con claridad sobre estas avenidas abiertas, con porteras de vaivén: invitó al colorado Eduardo Ache a sumarse al Partido Nacional pero la oferta fue rechazada. En 1994, Julio María Sanguinetti acuñó la expresión “familias ideológicas” para señalar que se estaban expresando lo que llamó “avenidas” o “bloques”. No en vano, Sanguinetti fue el impulsor en 1999 del balotaje: pretendía cerrar el paso al Frente Amplio que ya era el mayor tercio electoral y, al mismo tiempo, habilitaba la expresión de las “familias” en la segunda vuelta. Por diferentes motivos, el Frente Amplio aceptó aquella reforma. En 1999, Constanza Moreira hablaba de la coincidencia ideológica entre Jorge Batlle y Luis Lacalle Herrera.

Cuando Sanguinetti habló de las “familias ideológicas” en 1994, los nacionalistas reaccionaron con vehemencia rechazando esa descripción. Claro, en aquel entonces el Partido Colorado lideraba esa “familia”; hoy es distinto. Los blancos no la rechazan pero se sienten cómodos, aunque hay alguna luz de alerta en el horizonte.

El tándem Ojeda-Bordaberry

La decisión de Pedro Bordaberry de abrir su lista en las próximas elecciones –ya en las pasadas sus propios compañeros de partido se lo habían impedido– no solamente provoca reacomodamientos dentro del coloradismo. Bordaberry posee una buena imagen en el electorado del bloque conservador. Buen ministro, buen legislador y un ajustado polemista sin estridencias. Esa conducta le generó una “base electoral” medida sólo en encuestas y que, ahora, le permite dar un salto para cotejarse en votos. Bordaberry es un personaje que se siente cómodo en un electorado “fronterizo” entre colorados y blancos. Su caudal electoral seguramente es propio del corazón colorado –más ubicado en la derecha–, pero no es descabellado que muchos votantes blancos pasen por encima del alambrado y opten por su candidatura al Senado. Es más: en el seno de Cabildo Abierto se debatió que el sector liderado por el teniente coronel retirado Eduardo Radaelli se sumara al bordaberrismo. Esa posibilidad ha sido descartada. Sin embargo, esa sola reflexión deja al descubierto que Bordaberry podría obtener votos cabildantes aunque no exista alianza pública concreta entre ambas expresiones políticas.

Cuando se habla del votante blanco para Bordaberry, ¿cómo describirlo a ese elector que le dio el triunfo a Lacalle en las pasadas elecciones? Puede ser un “desencantado” del Gobierno del herrerismo, sacudido por permanentes acciones corruptas o por ninguneos a sus socios de la coalición. O sea: soy crítico del Gobierno pero pertenezco a esta “casa común” que es la coalición gobernante; voto a otro pero aquí adentro. ¿Cuál es la característica central de ese votante? Es claramente “anti Frente”.

En la misma lógica puede inscribirse al candidato a presidente del coloradismo, Andrés Ojeda. En abril de 2022, Ojeda dijo: “Mi principal referente de la política nacional es Luis Lacalle Pou”. “Eso lo digo sin tapujos. Es el principal referente porque ha logrado llegarle a mucha gente, más allá de lo partidario y lo generacional. Ha logrado liderar esto de manera inteligente, para que todos nos veamos reflejados en esta gestión”, declaró al periódico La Diaria.

Su prédica antifrenteamplista y sus definiciones sobre Lacalle lo ubican claramente en una de las “familias ideológicas” a manifestarse en octubre próximo. Como Bordaberry, no es descabellado pensar que Ojeda obtendría votos del universo “Luisista” descontento con acciones de gobierno y con el propio Álvaro Delgado y su elección de Valeria Ripoll como su vice.

Esos movimientos en el electorado de la coalición gobernante son percibidos por Ojeda, que ya en la última semana ha dicho que no debe descartarse ser el más votado en octubre, por encima de Delgado.

Los “independientes” dentro del bloque

Para el Frente Amplio, la existencia de “frenteamplistas puros” no es novedad. Ellos deambulan en cada elección entre los diferentes sectores. Un día votan al PCU, otro al MPP y otro día al PS o a la Vertiente Artiguista. Pertenecen a un universo de “izquierda” y difícilmente pasen al campo conservador. Culturalmente, el Frente Amplio ha construido esa pertenencia. En la coalición gobernante es más difícil de encontrar quien se identifique “independiente” dentro de este segmento, aunque exista.

La retórica antifrenteamplista ha intentado galvanizar una pertenencia; se identifican por no ser. Son en tanto no son. Así están estos “independientes” de la coalición republicana que en octubre próximo, parece, aumentarán la presencia colorada en la coalición o, como quieren Ojeda y Bordaberry, que Ojeda se transforme en el contendiente de Yamandú Orsi en una segunda vuelta.

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