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Columna destacada | icónico combatiente | rebelde empedernido | Gobierno

JOSÉ MUJICA

Un icónico combatiente por la vida

Este rebelde empedernido militó casi hasta el último momento de su tan apasionante como turbulenta peripecia vital.

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Uruguay está de luto por el fallecimiento del expresidente y exguerrillero José Mujica, quien en sus casi 90 años de vida, y desde diferentes ámbitos y espacios, desplegó una enconada lucha por la transformación radical de la sociedad uruguaya, la justicia social, la dignidad humana y la pública felicidad, como lo proclamó José Artigas.

Este rebelde empedernido, que militó casi hasta el último momento de su tan apasionante como turbulenta peripecia vital, fue un digno representante del uruguayo promedio, en quien, desde muy joven, se despertó una vocación por la política.

En ese contexto, militó inicialmente en el Partido Nacional, luego de conocer a Enrique Erro, que por entonces era diputado blanco y posteriormente fue ministro de Trabajo del primer colegiado nacionalista.

No obstante, a comienzos de la década del sesenta inició otro camino, no desde la política formal sino desde las armas, cuando se incorporó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que desarrolló una experiencia de guerrilla urbana de impronta guevarista, inspirada en la heroica Revolución cubana pero con anclaje en la historia y en el pensamiento artiguista.

Esa opción por la lucha armada, que inexorablemente lo condujo a la clandestinidad, lo enfrentó, junto a sus compañeros de lucha, al aparato represivo del gobierno autoritario del colorado Jorge Pacheco Areco, que gobernó entre 1967 y 1972, con medidas prontas de seguridad y suspensión de garantías individuales.

En esta nota, que no pretende ser una biografía de este auténtico prócer de la izquierda uruguaya y latinoamericana, optó por destacar su lucha por los más débiles, fiel al mandato de nuestro padre José Artigas y también su inclaudicable brega por la construcción de la Patria Grande, con otros tantos referentes de la izquierda continental.

Obviamente, durante su extenso periplo vital, conoció la derrota pero también la victoria.

No en vano, su osadía de desafiar al statu quo de la derecha fascista enquistada en el sistema político y aliada a la oligarquía vernácula le deparó ser inicialmente baleado por las fuerzas represivas y ulteriormente privado de libertad en el decurso de 13 años de espanto, en condiciones infrahumanas, durante el gobierno autoritario de Juan María Bordaberry y la dictadura liberticida. Fue, en efecto, uno de los nueve guerrilleros rehenes de la tiranía cívico militar, que padeció el infierno del terrorismo de Estado, el suplicio y la tortura, pero jamás claudicó en sus profundas convicciones ideológicas y en su ideario verdaderamente libertario, que le acompañó hasta sus últimos días.

Luego de ser liberado en marzo de 1985, en el marco de la Ley de Amnistía sancionada por el primer parlamento de la posdictadura que permitió la excarcelación de los presos políticos, se incorporó, junto a otros tantos compañeros e inspirado en el faro del inconmensurable guerrillero y luchador social Raúl Sendic, a la lucha política en el marco de la legalidad.

Así inició otro camino realmente descollante, que corroboró sus innatas condiciones de líder y conductor de masas, sumándose al Frente Amplio y fundando el Movimiento de Participación Popular, que es el sector más votado de la izquierda nacional, al influjo del carisma y la inteligencia estratégica de su creador.

Desde su ingreso a la Cámara de Diputados en 1990, durante el gobierno del herrerista Luis Lacalle Herrera, Mujica se destacó por su verba inflamada impregnada de lenguaje coloquial y refranes populares.

Ello le permitió conectar con los uruguayos de todos los estratos sociales, particularmente con aquellos que viven en la periferia de la sociedad, por quienes luchó durante toda su carrera política. Esa dialéctica le posibilitó, junto al MPP, iniciar un paciente trabajo político de acumulación que trascendió a las fronteras partidarias e impactó en el interior de la República, donde muchos paisanos se sintieron identificados con su figura y con su austero estilo de vida.

Fue, por supuesto, senador de la República y ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en el primer gobierno de izquierda encabezado a partir de 2005 por Tabaré Vázquez, actividad que cumplió con singular destaque por sus profundos conocimientos de los problemas del agro, engendrados en su pasión por la tierra, que despuntó casi hasta sus últimos días en su chacra.

Su figura y su prestigio crecieron vertiginosamente, al punto que fue tentado para candidatearse a presidente de la República. En ese marco, ganó holgadamente las elecciones nacionales de 2009 y se transformó en el jefe de Estado a partir del 1º de marzo de 2010.

Su gobierno es recordado como el de los derechos, entre los cuales cabe destacar la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, la ley de matrimonio igualitario que permitió casarse a personas del mismo sexo y la despenalización de la venta de marihuana.

Asimismo, durante su administración se logró la baja más importante de la pobreza de la historia y también el nivel más bajo en la tasa de desigualdad. Además, se registró el indicador más bajo de desempleo y mejoraron sustantivamente el salario real y las jubilaciones.

Otra de las políticas sociales de su período de gobierno fue la creación del Plan Juntos para la construcción de viviendas destinadas a los más humildes, al cual contribuyó con dinero de su propio bolsillo.

Asimismo, en materia educativa, marcó una impronta muy destacada con la creación de la Universidad Tecnológica (UTEC), una institución de nivel terciario que se ha transformado en un trampolín de oportunidades para uruguayos de todos los estratos sociales y en todos los rincones del país. En efecto, Mujica era un empedernido defensor de la educación técnica, por su intrínseco vínculo con el trabajo. Al respecto, solía expresar que tan importante como el intelecto es la inteligencia de las manos.

Naturalmente, otro logro de particular relevancia de su gobierno fue el monumental salto cualitativo en materia de diversificación de la matriz energética, que le permitió al país avanzar sustantivamente en materia de bienestar y desarrollo productivo.

Luego de abandonar la presidencia, siguió trabajando como senador y defendiendo con valor, coraje y pasión sus ideas emancipadoras, que lo transformaron también en un gran referente latinoamericano y mundial. Naturalmente, uno de los aspectos más destacados que se resaltaba de su personalidad, además de su frontalidad y sus frecuentes elucubraciones filosóficas, fue su humildad. No en vano, pasó a la historia como el presidente más pobre, ya que donaba buena parte de su sueldo y jamás abandonó su austero estilo de vida.

Militó hasta donde pudo y casi hasta el final de su vida, participando, en la medida de las posibilidades que le permitía su precaria salud, en la última campaña electoral que le otorgó un nuevo triunfo a su querido Frente Amplio.

Guerrillero, militante, político, gobernante, filósofo y pensador. Estas seis palabras definen la personalidad de José Mujica. Sin embargo, ante todo, el Pepe fue un combatiente, porque combatió por la vida y por la consecución de la pública felicidad, erigiéndose en un sembrador de esperanza.

Fue y sigue siendo un ícono para los que ya peinamos canas hace bastante tiempo, pero también para las futuras generaciones, obviamente los jóvenes, que veían y apreciaban en él a un ser humano auténtico, bondadoso, generoso y profundamente humanista. En efecto, fue, entre otras facetas destacadas de su personalidad, un carismático seductor.

Partió el Pepe Mujica hacia otra dimensión, pero nos queda su legado y su inconmensurable ejemplo. Para quienes somos de izquierda, seguirá siendo un faro en la brega cotidiana por la construcción de una sociedad más justa, sin explotados ni explotadores, para que todos los uruguayos puedan alcanzar la cima de la felicidad.

Pepe amó la vida y derramó amor. Los colosos como él no mueren, se siembran.

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