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¡Auxilio! ¡Me desinforman! ¿En qué creo?

La prensa informa mucho menos de lo que promete y usted querría; pero desinforma mucho más de lo que usted necesita.

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Lectores, creo que casi todos deben compartir mi desesperación. Nos dan cualquier dato, nos dan datos contradictorios, no nos muestran lo que nos prometen en los títulos, ¡socorro! ¿A quién le creo?, ¿en quiénes baso mi visión de la verdad y la realidad?, ¿qué pasó?, ¿quién tiene razón? Antes de ir directamente a ejemplos de tal estado de desesperación, déjeme contarle una pequeña historia sobre la prensa ‘informativa’.

Breve historia de la perversión de la prensa ‘informativa’

La prensa, ya a fines del siglo XX, era considerada como aquella mediación (de entre varias posibles) entre las ocurrencias reales y los receptores que era la más -o suficientemente- verdadera y actualizada como para definir qué era ‘lo que había pasado en tal espacio y tal tiempo’; aquello que permitía a los uruguayos, por ejemplo, afirmar, al fin de un informativo, que ‘así estaba el mundo’.

Es que así había sido al comienzo de la historia de la prensa informativa en la humanidad. Cuando fue creciendo la globalización de los transportes, de las comunicaciones, de las cadenas productivas, de los hechos sensacionales, se generó la inquietud de que esas nuevas necesidades de información fueran satisfechas por personas y empresas profesionalmente dedicadas a la obtención, procesamiento y difusión de las nuevas realidades y las nuevas interpretaciones del mundo; el mundo crecía en población y actividades, plenas de novedades en su realidad fáctica y en su interpretación teórica; y cada vez había más curiosidad y necesidad por conocerlas, siendo imposible cubrir personalmente todo eso, de lo que antes no se tenía necesidad, porque uno se contentaba con el conocimiento sobre su mundo inmediato. Para eso nace la prensa informativa; y tiene gran éxito, como era de esperar. Empieza a ganar mucho informando.

Pero en ese éxito estará el comienzo de su perdición, de su perversión como mediador de nuevas realidades y verdades ante los públicos crecientemente ávidos por ellas, por necesidad o curiosidad. En efecto, a los comerciantes se les ocurrió avisar por la prensa de la existencia de algún producto, porque así se enterarían más personas: y nace la ‘publicidad’.

Pero entonces se le ocurre a otro que podría difundir las ventajas que ‘su’ producto tendría sobre la competencia: y así nace la ‘propaganda’.

Más tarde, a alguien se le ocurre que no necesita propagandear ‘verdades’ sobre su producto, sino más bien aquello que, verdad o no, sirva para venderlo, y más que lo que ofrecen sus competidores; un aspecto de esto es volver necesario algo superfluo: estamos ya ante la propaganda de consumo en todo su esplendor.

Más tarde aún, a alguien se le ocurre que, para vender un producto, un hecho o una idea, puede ser más barato y convincente seducir emocionalmente que persuadir racionalmente: nace la propaganda por modelos y superhéroes, ya definida por Aristóteles (Retórica y Poética), pero que no se usa quizá masivamente hasta mediados del siglo XX; se puede engatusar más emocional que racionalmente mostrando quién usa algo, en lugar de sus virtudes de material y diseño.

Cuando empieza el marketing político se piensa que todos estos conocimientos acumulados por la publicidad y propaganda comerciales pueden perfectamente servir para ‘vender’ mejor a un candidato, una ‘lista’ o una idea. Y resulta: ha nacido la publicidad y propaganda político-ideológica, la más peligrosa para la humanidad.

A través de estos procesos la prensa y los periodistas vislumbran, y lo empiezan a hacer, la posibilidad de lucrar con la publicidad y la propaganda; la noticia será, a futuro, o bien lo que dé rating –que luego producirá avisos–, o bien lo que haya pagado para ser emitido como real y/o verdadero. La realidad y verdad de lo ocurrido y pensado son sustituidos velozmente, en los contenidos emitidos, por aquello que tenga receptores (i.e. visitas o likes) o que haya pagado como parte de la publicidad y propaganda comercial o político-ideológica.

Los antiguos mediadores entre verdad-realidad y las audiencias se vuelven mercaderes comerciales y político-ideológicos, poco preocupados por la realidad y la verdad, que, pobrecitas, pagan tanto menos que los comerciantes y los políticos. Es infinitamente más lucrativo el nuevo esquema. Y como se posee un relativo monopolio de la novedad en la realidad y la verdad, el asunto corre de modo más bien impune.

Entonces, si el contenido emitido por la prensa empezó focalizando las nuevas realidades y verdades, paulatinamente sus contenidos serán: a) aquellos hechos noticiables que pueden producir rating, indirectamente lucro; b) aquello que es directamente pago por empresarios y políticos para fungir como verdad y realidad.

Hay una tercera fuente de perversión de las funciones, papeles y procesos comunicacionales de la prensa: el imparable narcisismo de los periodistas. Esto es así: en los legendarios comienzos de la prensa, preocupada por comunicar las nuevas realidades y verdades, los periodistas no se consideraban ‘estrellas’; porque eran simples mediadores, entre los hechos novedosos o entre las nuevas ideas valiosas que ocurrían, y la gente deseosa o necesitada de conocerlas; esa misión, en principio modesta y que no implicaba saber mucho de nada, sino más bien saber acceder a las novedades y conocer el mínimo necesario para comunicarlas a la gente, deviene un desastre masivo. ¿Por qué? Porque, acomplejados porque no saben como aquellos que protagonizan los hechos o los comentarios, empoderados por lo que empiezan a ganar por la publicidad y la propaganda que encarnan y por la popularidad que merecidamente ganan entre la gente gracias a la mediación tan eficiente que han hecho entre las realidades y verdades y su comunicación, ‘agarran viento en la camiseta’, ‘se la creen’ y comienzan a opinar como si supieran, inclusive discutiéndoles a los que saben probadamente, en lugar de seguir con su fundamental misión de mediar realidades y verdades nuevas.

El resultado de todo esto: una prensa con mucho menor dosis de verdades y realidades nuevas, una casta de enriquecidos y empoderados mediadores que cada vez median menos, se preocupan menos de la verdad y la realidad, especialistas secundarizados por periodistas que se abusan de su experiencia comunicacional para superponérseles, en vivo y durante las grabaciones, a especialistas y hechos: la gente ya no recibe tantas nuevas verdades y realidades como antes, porque lo que ocurre queda plasmado en aquello que puede vender indirectamente o que se emite porque ya fue vendido. Una banda de narcisistas voraces, retórica y comunicacionalmente dotados para engañar a los públicos pasándoles el gato con el que lucran como si fuera la liebre de lo que pasó ha copado la cancha.

Todo bien hasta que se empiezan a recibir mensajes publicitarios y propagandísticos contradictorios, ya comerciales, ya político-ideológicos. Entonces, ¿a cuál le creo? Un ejemplo banal. Para la gripe que se me viene, ¿compro una medicación con ácido acetil-salicílico, con paracetamol, con ibuprofeno? ¿Le creo al dibujito que muestra cómo la pastilla cura todo a su paso por el organismo, o la compro porque la recomienda Luis Suárez en pantalla? Y así vamos llegando al corazón de lo que le quería hacer pensar, lector.

La tragedia de buscar verdad y realidad, por ejemplo, en YouTube

Primer problema: a cuál de las noticias contradictorias le creo.

Tomemos el caso del conflicto Ucrania-Rusia. Abro YouTube y me encuentro, todos los días, con noticias, a veces hasta contiguas en el espacio, que me dicen, una de ellas, que Ucrania ya está derrotada, que solo le resta rendirse, que ya perdió una enorme proporción de gente entre combatientes muertos, heridos y emigrados, que ya no tiene municiones ni equipamiento que no sea occidental; la otra, al lado, dice que Ucrania rompió la primera línea de defensa rusa, que los ucranianos astutos los engañaron, y que van por más en su exitosa contraofensiva. Si esto fuera por evaluaciones diversas sobre una misma realidad, todavía, porque puede haberlas disímiles; hay que matarse comparando mapas a través del tiempo, comparando versiones con hechos nuevos, en fin, mucho laburo. Ok, YouTube no tiene que resolverme esos problemas de diversidad; pero podría tener un poco de cuidado en no darnos cualquier mezcla inverosímil de hechos incompatibles, aunque sea comprensible la variedad de evaluaciones sobre esas realidades, que no deberían ser tan, pero tan contradictorias sobre el mismo espacio-tiempo focal.

Segundo problema: demasiados títulos de los archivos que no se corresponden con sus contenidos.

Y miren que yo entiendo la pequeña exageración en las descripciones de los archivos para incitar a que sean leídos: imágenes, adjetivos, sustantivos sensacionalistas; son leyes de un juego, que no deja de ser sucio, pero es más o menos tolerable. Pero hay muchos casos en que no pasa absolutamente nada en el transcurso del video de lo que fue anunciado en el título. Y eso ya debería poder ser objeto de denuncia penal: se está mintiendo groseramente al lector, ya no solo exagerando comercialmente en un grado comprensible para cualquiera, sino que no se da lo que se ofrece, los lectores pierden tiempo y dinero en algo que no demandan y que no corresponde tampoco a lo ofrecido. Es delito en cualquier legislación penal del mundo; la gente debería denunciarlos; la prueba es muy fácil y múltiple todos los días. Si quieren alguna sugerencia de los temas en los cuales este abusivo engaño se puede encontrar con más frecuencia: los temas cósmico-astronómicos (por ejemplo, cosas como “aterrorizante hallazgo de la sonda soviética”, “astronauta norteamericano se confiesa moribundo”, “marcianos avistados por granjeros”).

Tercer problema: mantención de subtítulos urgentes en fecha vencida.

Le explico: un día determinado, con la fecha de hoy convenientemente aclarada, se publica un hecho u opinión que se califica, ese mismo día, de ‘urgente’, ‘hace 5 minutos’, o semejantes. Pues bien, pasan los días, y mantienen el cartelito de ‘urgente’ o lo que sea, pero ya no es del día de la fecha; usted, si no mira la fecha, en letra minúscula, podrá creerse que el ‘urgente’ es de hoy. Y no. Con ese despreciable truco, usted lee mucho más de lo que debe; aunque en este caso, no podría denunciarlo como engaño mentiroso, porque usted puede no leerlo si se fija bien; en el caso anterior no tiene cómo saber que el contenido no corresponde al título, lo han engañado sin posibilidad de desengañarse, sin caer en la trampa y leerlo todo. Por eso prácticamente no leo entradas de muchos minutos en YouTube: porque si me engañan y leo algo prometido que después no está, por lo menos gasté solo 5 minutos y no 2 horas; engañan tanto que uno se acobarda de leer algo largo, aunque pueda ser tal y responder al título, porque puede ser una cruel pérdida de tiempo. Todas estas cosas claman venganza.

Me hace acordar a esos cartelitos colgados en los negocios: “hoy no se fía, mañana sí”. O los carteles de los precios en los mercados de frutas y verduras. Un precio real, por ejemplo, de $59.99 el kilo, es dibujado de tal modo que parece $50 de lejos; el truco es dibujar un 9 como un 0 con una pequeña colita, y agregar en chiquito los 99 centésimos también como ceros con colita: salía 59.99 pero parecía 50.

Cuarto problema: el aluvión de sugerencias de cosas semejantes a alguna que se vio una vez.

Además de ser una indignante violación de la privacidad el hecho de que estén controlando lo que todos vemos, supuestamente para beneficiarnos mandándonos más de lo que nos gusta o necesitamos, el control progresivo de nuestro cotidiano por la “big data” se basa en este escudriñamiento por medio de algoritmos de nuestro movimiento cotidiano, con fines comerciales o políticos, con la excusa de que lo hacen por nuestro bien, para que podamos disfrutar más y mejor de los que nos gusta o necesitamos. Bullshit. Así invadió, invade e invadirá USA el mundo, material o digitalmente; como los europeos invadieron los 5 continentes desde el siglo XV al XIX. ¡Ah!, y para convertirlos a la verdad religiosa, para que se salven, ya que se condenarían antes de la llegada de la cruz y la espada.

Pruebe a cliquear en un archivo que le muestra a un loro brasileño que cantaría como Pavarotti; pues bien, el papagayo no cantará tan así, obvio; pero usted será invadido al día siguiente por una catarata de simpáticos pero ensordecedores papagayos cantores que ocuparán la casi totalidad de su pantalla y le impedirán ver cualquier otra cosa, mentira o verdad, que quiera.

Lo del título: la prensa informa mucho menos de lo que promete y usted querría; pero desinforma mucho más de lo que usted necesita.

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