Lector, cuando esté leyendo esto, Uruguay estará por debutar, o ya lo habrá hecho, en las eliminatorias para el Mundial de fútbol 2025 ante Chile, en nuestro estadio Centenario.
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El fútbol, importante ingrediente identitario nacional, siempre mueve a polémicas, crecientemente aguzadas y azuzadas por el interés comercial de la prensa, en especial de la deportiva, buena parte de cuyo lucro procede del rating de audiencia y de la asignación de publicidad y propaganda, en parte guiada, a su vez, por los ratings. Esto se lo espetó, sin aspirinas ni vaselina, Marcelo Bielsa al periodista deportivo Javier de León, en el transcurso de su conferencia de prensa, dos días antes de anunciar los 26 jugadores elegidos para los dos primeros partidos eliminatorios. Y, como sería de esperar, se armó la gorda.
Marcelo Bielsa tiene, sin duda, razón, al acusar de esas cosas a la prensa deportiva –también sería verdad de la prensa en general–. Porque es un tema que está amplísimamente estudiado desde hace mucho por varias ciencias sociales, en especial por la sociología, la comunicación, la ciencia política, la psicología social. Y la coincidencia con lo dicho por Bielsa es total; ningún periodista, por más desinformado y carente de autocrítica que fuera, podría negarlo.
Sin embargo, en ese momento del diálogo y del modo en que Bielsa lo dijo, fue un error diplomático que le permitió al periodista driblar lo dicho por Bielsa, amparado en tres descargos: a) que no se debe acusar con ese grado de generalidad sin aportar evidencias; b) que él ha estado muy poco en el país como para generalizar ya tal cosa; c) que nadie lo había aún acusado de nada como para que ‘saltase’ con ese vigor.
Tiene razón Bielsa al decir eso de la prensa deportiva, y tiene razón también de León al defenderse así, y defender de paso a su ‘corporación’ (al decir de Bielsa).
¿Y entonces?
El calvario periodístico de cualquier técnico de fútbol
Para el debate público masivo, los técnicos de fútbol están en una gran desventaja frente a los comentaristas deportivos y también frente a la afición futbolística en general.
¿Por qué? Por varias razones: a) porque los comentaristas tienen muchas más oportunidades para decir lo suyo que los técnicos; tienen mucho más espacio escrito, muchos más micrófonos y muchas más cámaras a su disposición, y pueden dedicarle mucho más tiempo a opinar y a cambiar con el viento, porque es lo suyo, mientras que los técnicos no; b) tienen mucho más oficio y experiencia comunicacional y pueden, por ello, defender y aparentar mejor sus razones; c) intercambian con los técnicos en general dentro de sus espacios periodísticos habituales, frente a audiencias que ya son adherentes frecuentes de los programas y de los periodistas involucrados, conformando otra desventaja más de los técnicos respecto de los periodistas; y, d) quizás lo más indignante, pueden decir cualquier irresponsabilidad, que la gente no lo creerá así y se olvidará de lo dicho; al contrario, los técnicos serán siempre ‘cobrados’ cuando las performances de sus equipos oficien de prueba cruel sobre sus conocimientos y decisiones. Por ejemplo, periodistas y afición pueden decir, irresponsablemente, ‘cómo no va a estar fulano en el plantel’ sin decir quién tendría que salir para ello, cosa de la cual el técnico es mucho más consciente y responsable; y generalmente se pronuncian ‘con el diario del lunes’ cuando no lo habían dicho antes del partido, aunque ahora levanten airados gestos y epítetos como si efectivamente lo hubieran dicho; así, acostumbran mal a la gente a razonar sin rigor y con oportunismo fanático (aunque no les cueste mucho ese error, ya que tienen, ambos, el perenne mal ejemplo de las discusiones políticas, tenebrosa escuela de mala fe, oportunismo, hipocresía, razonamiento falacioso y doble rasero).
Una razón más, y muy importante, de asimetría y desventaja de los técnicos frente a los periodistas: en un momento, ante una pregunta, Bielsa le dice que él no puede contestarle esa pregunta y que él tampoco debería hacérsela. Son usuales 2 tipos de preguntas inadecuadas; por ejemplo, preguntar, con gran frescura “usted ya debe haber observado a Chile, próximo rival nuestro, ¿cuáles son sus principales debilidades y cómo piensa explotarlas?”; parece una pregunta técnica y valiente, pero es una estupidez imposible de responder; si un técnico la respondiera en serio, sería un kamikaze que debería ser inmediatamente destituido, del mismo modo si se le pide que señale debilidades propias. Es una entrevista pública, la están viendo los rivales; el técnico le diría que no le puede contestar y que esa pregunta no se le debería hacer, y tiene toda la razón.
Otra pregunta equivocada que no puede esperar respuesta sería la siguiente, por desgracia muy común: “¿Por qué el partido pasado jugó Fulano, y bien, y ahora juega Zutano?”. Doble inconveniencia. M’hijo, esas razones no se deben dar en público por dos enormes motivos: uno, de nuevo, es darle datos al rival sobre una modificación, que da información sobre lo que se piensa hacer con recursos propios para atacar fragilidades rivales; dos, muchas veces las razones se pueden conversar, bien con los jugadores envueltos en el cambio, bien con el plantel entero; pero muchas veces mostrar públicamente intimidades técnicas, psíquicas o tácticas es sentido como inadecuado por muchos jugadores, y con razón.
Entonces, los técnicos deben convivir durante su tiempo de ejercicio profesional con malos periodistas que preguntan lo que no se debe y los ponen en riesgo, o de quedar mal ante los idiotas que creen que debería contestar esas idioteces, o bien de soltar algún dato contrario a sus intereses, los del equipo y de la afición. Bielsa ya ha sufrido años de estas desgracias del oficio; no debería extrañar tanto que se pare de manos y se ponga en guardia cuando empiezan a preguntarle esas cosas; gato quemado con leche ve una vaca y llora, dicen en el campo, aunque eso pueda ser exagerado y las vacas interactuantes se lo puedan reprochar.
Otro problema que los técnicos deben sufrir a través de los años es que la afición muchas veces (crecientemente, por desgracia) se contagie o coincida con los periodistas: les pide imposibles a los técnicos, los critican sin darles soluciones, los insultan con el diario del lunes exigiéndoles algo que no era exigible entonces; en el boliche, en la sobremesa familiar, en la playa o en el trabajo, le ‘hacen’ el equipo al técnico (bueno, también arreglan el país y el mundo así), sabiendo muchísimo menos que él y sabiendo casi nada de las circunstancias íntimas de las previas de los partidos que explican buena parte de las decisiones; ojo, y que no se pueden hacer conocer públicamente sin favorecer al rival y/o traicionar la intimidad del grupo deportivo en competencia.
Los periodistas están en la fácil; no arriesgan casi nada porque pocos se acuerdan de lo que dijeron o no dijeron inmediatamente antes, durante y después de los partidos; aunque ahora, en que quedan escritos, audios y videos de audiciones y relatos los periodistas deberían cuidarse más; y también hacen la fácil porque son solo recoger infidencias, confidencias y abrir el teléfono a las audiencias llenan los minutos por los que cobran ellos sin pagarle nada a sus insumos. Si la gente supiera la recopilación de datos de la que disponen los técnicos para decidir, las observaciones y los criterios que crecientemente se usan para decidir antes y durante los juegos, el cúmulo de detalles del grupo que se deben considerar, se quedarían sorprendidos y no le harían más los equipos a los técnicos en el boliche. Aunque esa conducta igualmente ocurriría, y muy probablemente se explicaría psicosocialmente por motivos profundos que es antipático desarrollar sin tener mucho espacio como para no herir con la explicación.
Algunos problemitas posibles contra Chile y Ecuador
Aunque no debemos interferir con Bielsa porque no poseemos su información respecto de los jugadores y de Chile (muchos de sus jugadores fueron dirigidos por él en el pasado), algunas observaciones arriesgaremos, en aspectos solo tangentes respecto de aquellos que son resorte exclusivo de Bielsa. Antes que nada, Chile será dirigido por Berizzo, exzaguero argentino que fue asistente de Bielsa en Chile; y Chile fue dirigido, con mucho éxito, en el pasado cercano, por el propio Bielsa. Será un partido con muchas cartas vistas: Berizzo podrá suponer muchas cosas del juego de un Uruguay dirigido por Bielsa; a su vez, Bielsa conoce bien a muchos chilenos y cómo serán dirigidos por Berizzo. Interesante duelo de conocimientos a priori y de su puesta en práctica en la cancha.
Otra cosa en la que hay cierta coincidencia entre Chile y Uruguay es que ambos están pasando por el arduo momento de tener que empezar a prescindir de una generación gloriosa, con 3 alternativas entre las cuales optar: a) mantenerlos hasta que rompa los ojos la conveniencia del recambio; b) ir sustituyéndolos paulatina y racionalmente, con un ojo en la psicología del plantel y en lo que la gente y los dirigentes dirán, envenenados por los periodistas, como casi siempre; c) cambiarlos abruptamente, confiando en la trascendencia de ese cambio para la buenaventura futura. Respecto de estos temas, en estos días estamos presenciando desesperados esfuerzos de la prensa deportiva para ‘pelear’ a Suárez con Bielsa, a Bielsa con Tabárez y su ex equipo técnico (Celso Otero nunca dijo lo que le han adjudicado, y seguramente le costaría mucho corregirlo); involucrar al ´tornado’ Alonso en esas disputas; inyectar veneno ubicuo en las redes y en las plataformas comunicacionales. Siempre envenenando para lucrar, no solo a río revuelto, sino forzando audiencias y posicionamientos sobre temas ficticios, maliciosamente construidos para forzar a que la gente tome partido por falsos enemigos, y desate conflictos y discusiones con los que ganan solo la prensa y los anunciantes, pierde el fútbol, y los dirigentes se complican la vida con asuntos secundarios pero que pueden insumir tiempo y energías mejor aplicadas a asuntos reales y centrales.
Chile ha optado por mantener a todos los veteranos históricos; Bravo está lesionado, pero Medel, Pulgar, Sánchez, Aránguiz, y quizás Vargas estarían desde el inicio. En cambio, en Uruguay, de los que estuvieron en el plantel y en la cancha en las eliminatorias y Mundial, ni Muslera, ni Godín, ni Martín Cáceres, ni Suárez, ni Cavani, ni Coates han sido tenidos en cuenta; el camino del cambio generacional elegido por Uruguay es más arriesgado, no solo porque puede tirarse en contra a prensa y afición (y no digamos nada si los resultados no se dan), sino porque la veteranía experiente y el mando informal dentro de la cancha pueden llegar a ser necesarios para enfrentar mejor el ahogo que la altura y la humedad de Quito pueden producir en la forma del pánico respiratorio que todos los que hemos estado en la altura conocemos, sin siquiera poder imaginarnos cómo se haría para jugar fútbol de alta competencia en esas condiciones. Deberían haber estado en Quito para exigirles mucho menos a los jugadores.
Es cierto que el tipo de fútbol de Bielsa quizás no escoja zagueros grandes, cueveros de área, trancazo y cabezazo (i.e. Coates), pero también es cierto que, si Uruguay normalmente ha radicado buena parte de su chance en la fortaleza de su juego aéreo en las dos áreas, no convocar para nada a jugadores que puedan refugiarse para defender y jugársela atacando ‘por la azotea’ (Scelza dixit) puede pagarse caro en la húmeda altura ecuatoriana ante sus enormes físicos que invaden al ataque. Desde al menos 2010 y hasta 2022, el juego aéreo defensivo y muchos goles han tenido por autores a Lugano, Godín, M. Cáceres, Giménez, Coates, Suárez y Cavani; decidido aparentemente un abrupto camino sustitutivo, que tendrá sus razones, ¿cómo sustituimos, abruptamente, su experiencia, su mando y su juego aéreo? Porque no han sido meros detalles en todos estos años, y dentro de una tradición bastante uruguaya. ¡Ojo al gol! Literalmente. Aunque, como deseaba Peloduro, esperemos ‘que todo sea para bien’.