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Columnas de opinión | Radío | drogas | detractores

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Daniel Radío tiene razón sobre drogas

¿Cuáles son los ejes principales del planteo de Daniel Radío en cuanto a las drogas? ¿Qué dicen (y en qué se equivocan) sus detractores?

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Lo del título, lector, no se refiere al total del conocimiento de Radío sobre drogas, ni tampoco al total de su gestión pública en el tema, sobre todo lo cual no creemos tener elementos suficientes. Es solamente sobre lo que sigue, pero que es muy importante: cuatro grandes asuntos que son básicos para entender y decidir sobre ‘drogas’.

El actual secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Daniel Radío, del Partido Independiente, ha tenido varios enfrentamientos con legisladores de su propia coalición de gobierno, respecto de algunas decisiones y dichos suyos durante su mandato.

Veremos cómo tiene toda la razón frente a sus cuestionadores, que han planteado llamarlo a Sala para que explique y fundamente lo criticado, y hasta se han planteado pedirle la renuncia. Radío ha manifestado que no le quita el sueño ninguna de esas alternativas.

En lo que sigue, mostraremos cómo tiene razón Radío y cómo se mantiene la super-obsolescencia de sus detractores y adversarios políticos. En este caso no interesan los nombres, porque lo que importa es combatir el error, más que a los equivocados –contra quienes no tenemos nada personal–, porque pueden pasar ellos y que el error siga; y eso es lo principal a evitar, de una vez por todas, si es posible.

Uno. Cannabis, puerta de entrada a peores drogas. Probado error

Hace 40 años aún se decía eso, contra todos los datos y experiencias contrarias. La ignorancia tantas veces demora en corregirse, y peor cuando no se quiere cambiar. El propio Radío subrayó algo que debería bastar por su obviedad para destruir la afirmación de la escalada en el uso de las drogas desde la permisividad para con las menos peligrosas.

En efecto, si uno simplemente toma todas las cifras del mundo y del Uruguay sobre consumo de cannabis y de todas las otras drogas ilícitas, y ve cuántas veces más se consume cannabis que todas las otras juntas, claramente podría darse cuenta de que el consumo de cannabis no ha llevado, ni en el mundo ni en el Uruguay, al consumo de las otras; porque si así fuera, el consumo de las otras se iría acercando al del cannabis a medida que se consumiera éste. Y no ha sucedido eso nunca en ningún lugar.

Además, la afirmación revela una profunda ignorancia sobre la diversidad de los efectos de las distintas drogas, y la insensatez de la creencia en la apetencia por las ‘drogas’, así, a secas. En realidad, hay consumidores de, por ejemplo, cannabis, éxtasis, ácidos, hongos, ayahuasca, peyote, que aspiran a sensaciones y experiencias muy distintas de quienes optan por cocaína, crack, pasta base y cristales. El uso de unas no tiene por qué llevar al consumo de las otras, como el apetito por salados no tiene por qué llevar al de dulces o viceversa; ni se sacia con los otros. Si bien puede haber policonsumidores de varios tipos de droga, en ningún caso el consumo de unas lleva al de las otras; más bien hay apetitos diferentes, o comunes, pero ninguno es inductivo de otros; ni se previene el uso de unos por prevenir el de otros, o se induce a unos mediante otros.

No solo las cifras ya vistas prueban la falsedad de la escalada del cannabis a otras drogas; saber algo del tema impediría pensarlo, y menos decirlo, y públicamente, desde cargos públicos. Radío ha dicho públicamente lo cierto; sus críticos lo equivocado.

Dos. Desconfiemos de los datos de exadictos y de sus familiares

Quienes han criticado y aún critican a Radío, desde dentro de la misma coalición gobernante, lo acusan de opinar y decidir desde su escritorio, ignorando la dramática realidad que se supone surge del contacto vivo con exconsumidores, familiares y con colectivos dedicados a recuperar adictos. Esta es una ignorancia más disculpable que la anterior, porque enterarse de ese error no es tan fácil como darse cuenta de que el cannabis no lleva a otras drogas. Pero es una trágica equivocación, también.

En efecto, hay que desconfiar mucho de las declaraciones de los adictos, de los exadictos, de sus familiares y de los grupos de recuperación de perjudicados y adictos a drogas. Veámoslo, aunque sea antipático criticar a personas sufrientes pero que: a, se hacen trampas al solitario, demonizando excesivamente a las sustancias en la causalidad sobre sus problemas; b, buscan chivos expiatorios para culpas propias; c, intentan explicarse cosas cuyas causas ignoran.

A, quienes han estudiado ‘sociología de la conversión’ saben que los conversos desde algo a otra cosa muestran, como reflejo de defensa y alejamiento de su pasado, una maldición de las supuestas causas de su permanencia antigua en un lugar o estado equivocados, de lo cual abjuran, en parte mediante la demonización de cosas o personas que toman como chivos expiatorios. Quienes abandonan un grupo o consumo, y adhieren a otros, casi inevitablemente demonizan excesivamente el pasado que desean cambiar, y, casi simultáneamente, angelizan personas, grupos y objetos a los que desean adherir ahora. Hablan mal, entonces, de las sustancias, personas y objetos vinculados a su pertenencia anterior, exorcizándose así y sacudiéndose el sayo; así como angelizan el nuevo destino y todo lo vinculado a éste.

La sociología de la conversión, elaborando sobre la experiencia de la conversión de San Pablo y posteriores, muestra que un exadicto no dice la verdad sobre su pasado, sino que maldice su pasado anterior a la conversión; y angeliza su futuro destino. No es una fuente segura de información objetiva sobre su pasado, como ingenuamente se cree, debido a su actualidad fuertemente subjetivizada por la traumática situación que vive, y que influye drásticamente sus creencias, opiniones, decisiones y emociones actuales y retrospectivas.

B, en ese proceso de conversión y de autoabsolución de sí mismo en su pasado, las sustancias adquieren una superevaluación causal. Tenemos el conocido ejemplo del alcohol; suele decirse, equivocadamente, “ay, ¡es tan bueno!, pero cuando toma se vuelve un desastre”. Perdón, la enorme mayoría de las personas en el mundo toman alcohol, y muy pocos de esos tienen problemas importantes consigo mismos y en los ambientes que frecuentan; no es tan bueno como usted quiere creer y hacer creer para salvarlo. Si le pasa eso, el principal problema no es el alcohol sino sus demonios individuales; trátese y podrá tomar alcohol, como la enorme mayoría que lo toma sin ulterioridades.

No le eche la culpa a la sustancia de los que son sus defectos propios, que transforman una sustancia inocua en dosis normales en una causa chivo-expiatoria de sus problemas profundos.

Y lo mismo pasa con las drogas ilícitas. No es un pasado de cannabis el que me explica problemas con la cocaína, ni todo consumo de ellas convierte en adicto a alguna o a ambas. El problema es usted y su vínculo con la sustancia, los motivos por los que consume y los objetivos para los cuales lo hace. Hay muchísimos más consumidores de cannabis y cocaína que problemáticos con ellas; y mucho menos adictos a ellas aún. El problema principal es el consumidor, no las sustancias (aunque, claro, nadie tiene mayores problemas ni adicción al agua –salvo los borrachos, jaja–). No le apunte al inocente, apúntese usted y resuelva el problema solucionando sus vínculos con las sustancias, no con una equivocada abstinencia, como recetan los ‘anónimos’ que, a falta de curación profunda, evitan consecuencias indeseables con una abstinencia socializada que no es ni curativa ni analíticamente profunda. Pero que, a veces, ‘es lo que hay’, y peor puede ser nada.

C, y desconfíe de lo que lloran los familiares y de lo que magnifican los que ganan con los problemas. ¿Por qué? Por estas cosas.

En primer lugar, quienes trabajan y lucran con la desintoxicación de consumidores tenderán a culpar a la droga para que usted y los suyos le paguen para que lo hagan; y exagerarán sus problemas y la bondad de la solución que le venden, aunque tantas veces no sea más que una puerta giratoria: entra, se desintoxica, paga, sale y volverá sine die a hacerlo: negociazo.

En segundo lugar, muchos de los vínculos inadecuados con drogas se deben a la búsqueda de satisfacciones que no se pueden obtener desde relaciones personales con familiares íntimos, que se sustituyen perversamente por consumos abusivos de drogas que suministren la dopamina y la serotonina faltantes y deseablemente originarias de vínculos íntimos satisfactorios. Tantas madres llorosas que maldicen a las sustancias y dicen querer todo el bien para sus hijos, bien podrían pensar sinceramente con la almohada y descubrir qué insuficiencias en el relacionamiento con sus hijos pueden haber contribuido a su vínculo perverso con las drogas, en lugar de posar de injusticiadas virtuosas por sustancias malignas y dioses adversos.

Así que hay que tener mucho cuidado con esos ‘contactos con la realidad’, porque ingenuamente leídos pueden ser más desorientadores que orientadores. Entonces, más que contactar esas resbalosas realidades, hay que estudiar el tema para saber a qué atenerse, más que enfrascarse en peligrosas inmersiones en realidades que pueden ahogarnos. Radío probablemente sabe de la peligrosidad de contactos ingenuos con actores sociales que pueden hacer creer que ‘son’ la realidad en los temas; sus críticos no parecen conocer esos riesgos.

No nos queda espacio suficiente para dos ítems importantes más en ese debate, que casi solo nombraremos.

Tres. Liberalizar todas las drogas y amnistiar el ciclo, solución

No estamos seguros de que los críticos de Radío lo estén haciendo exactamente con una propuesta suya en este sentido. Pero si así lo fuera, sin duda que lo aprobaríamos, tal como lo hemos hecho ya anteriormente desde esta columna.

La mejor solución para los creciente problemas con las drogas, y para toda la violencia social e institucional que esa contraproducente persecución genera, estaría, efectivamente, en la despenalización de todo el ciclo de todas las drogas hoy ilícitas, y, quizás, una suspensión o amnistía de penas derivadas de la prohibición para quienes trabajan para la satisfacción de necesidades que la humanidad siempre sintió; para que puedan continuar siendo desempeñadas legalmente por aquellos hoy y ayer ilegalizados. Y no sustituidos por virtuosos estatales que producen desempleo y violencia por mercados disminuidos.

Cuatro. El secretario general de la Junta de Drogas no tiene por qué trabajar para disminuir su consumo masivo

Los críticos de Radío también parecen creer que las personas a cargo ‘deben’ trabajar para minimizar, disminuir o eliminar (no usemos el equivocado verbo ‘erradicar’) el consumo de drogas en la población. En realidad, cuando el cargo surge se estaba en medio de la moda teórica de la ‘reducción de daños derivados del consumo’ y no en la moda anterior de la ‘erradicación de la oferta y la demanda’, absurdo distópico que produjo esta catástrofe económica, política, social y cultural inédita en la humanidad que vivimos; y que nunca se produjo antes, cuando la humanidad, sensatamente, las permitía, socialmente controladas con espontaneidad (ver, por ejemplo, ‘Las bacantes’ de Eurípides, al respecto); el consumo se consideraba ritualmente sagrado y profanamente disfrutable, dentro de determinados límites, no por cierto los que la hegemonía del cristianismo fue imponiendo luego.

Total acuerdo con Radío y total desacuerdo con sus críticos, entonces; en uno hay información, formación y pragmatismo; en otros, desinformación, ingenuidad e imposibles.

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