El país “consensualista”
En “El país de la bisectriz” –libro de mi autoría que pronto saldrá a la venta–, describo el conjunto de discursos y prácticas, tanto de la izquierda como de la derecha, que operan en torno a la bisectriz “liberal-humanista” de la cultura política uruguaya; un eje en torno al cual giran los dos grandes bloques políticos. Hay períodos en donde la izquierda se mueve hacia ese sector del medio ángulo construido por el lado de la bisectriz; en otros momentos, la derecha se mueve al área lindera pero sin alejarse mucho del segmento central. Esto significa que el Uruguay es un país “consensualista”, como lo ha escrito el antropólogo uruguayo Nicolás Guigou.
Esa lógica –expresión cabal de la “uruguayez”– deja campos abiertos hacia los extremos del área del ángulo. En la extrema izquierda del área hay pocas expresiones que logren fuertes apoyos; lo mismo ocurre hacia la extrema derecha. El país, entonces, se siente cómodo moviéndose en el “consensualismo” del eje liberal humanista.
En una columna escrita el pasado 1 de setiembre, el exministro Ignacio de Posadas habla del “consensualismo” y le pone nombre: “El Pacto de la Penillanura”. Sostiene que la mayoría de los gobiernos –exceptúa al de Lacalle Herrera– no hacen olas y prefieren continuar con la medianía. De Posadas propone sacudir el avispero, porque de otra manera vamos “camino al horno”. Parece claro que propone cuestiones “disruptivas” en una zona de la derecha de la bisectriz, alejada de ese eje. En el extremo derecho.
¿Qué ocurre con los discursos y prácticas disruptivas o no “políticamente correctas”? En otras palabras: ¿Qué ocurre con quienes se alejan de la bisectriz? Resulta obvio señalar que esas expresiones quedan fuera de la conversación y se transforman en “registros testimoniales” con escasa relevancia. Eso ocurre, por ejemplo, con algunas expresiones del general Manini Ríos (propuso liberar a los militares presos y nadie se la llevó) o la propia senadora “disruptiva” Graciela Bianchi.
La propuesta del Pit Cnt –acompañada por el PCU, PS y expresiones menores de la izquierda– puede leerse en el campo de lo “políticamente incorrecto” o “disruptivo”. Se sale de los lugares comunes o consensuados, aunque alcanza grandes niveles de visibilidad. En efecto, sobresale por lo “disruptivo”; es “justo” el planteo de la papeleta del plebiscito, argumentan, aunque hay un agujero: el economista Daniel Olesker –que acompaña el plebiscito– dijo el pasado lunes 2 de setiembre que "la vida dirá si el grado inversor se pierde, la vida dirá si hay que aumentar impuestos", generando sospechas de que no se ha calculado adecuadamente el impacto del plebiscito. Pero no logra alcanzar consensos políticos. Está por verse si logra consensos sociales y ello se advertirá con el resultado del plebiscito de octubre.
Los plebiscitos, el plebiscito y Seregni
Lo interesante es que habrá varios plebiscitos en ese mes de octubre: el de la seguridad social, el de los allanamientos nocturnos y el más relevante: el plebiscito entre la derecha y la izquierda.
A los promotores del plebiscito de la seguridad social se les ha dicho que el plebiscito más relevante –el premio mayor de octubre– es quién gana las elecciones y que incorporar al debate político el de la seguridad social perturba el foco, distrae atenciones y –quizás lo más importante– provoca tensiones hacia el interior de la izquierda política y social. En el Pit-Cnt no hubo unanimidad en torno a esta propuesta. Varios sindicatos no acompañaron el plebiscito aunque acataron a la mayoría.
La propuesta del Pit-Cnt, PCU y socialistas acaba siendo una iniciativa que transita la avenida de lo “incorrecto” a la luz del pronunciamiento de 111 economistas de izquierda y de lo que se lee en las redes. Hay que admitir que hay un debate que era silencioso, casi clandestino, en la izquierda. Hay sectores que proclaman la “ética de la responsabilidad” y otros la “ética de la convicción” (lo ha dicho Constanza Moreira, que acompaña el plebiscito del Pit-Cnt). La dinámica de los 15 años de gobiernos de izquierda parece estar diciendo que ambas éticas pueden caminar juntas en una suerte de “consenso”. Hay quienes postulan cuestiones irrealizables y otros buscan en el pragmatismo, hacer lo posible.
Las tensiones a cielo abierto que se están observando en la izquierda están dejando un sabor amargo en la denominada “unidad”. Unos y otros se acusan de atentar contra la “unidad” y presentan su discurso para que les calce en la lógica argumental. Es interesante recurrir a Líber Seregni, aunque es medio tarde para algunas cosas: “Yo les he dicho siempre a los compañeros que importa, por supuesto, la decisión que tomamos, pero importa, por sobre todas las cosas, la mañana siguiente. Todas nuestras decisiones deben estar pensadas, calculadas y jugadas por la responsabilidad, por sobre todo, de la mañana siguiente”.
Y ojo, sin medir las consecuencias, puede pasar que el dentífrico no vuelva al pomo. (Habría que ver cuánta pasta dentífrica está saliendo del pomo, cuánto queda afuera y cuán averiado quedó el pomo de tanto apretarlo).