Un tiro en la cabeza, cuatro en el resto del cuerpo, cuerpo torturado, y un vagón de secretos enterrados en una playa cerca de Parque del Plata.
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Así terminó sus días en abril de 1995 (Luis A. Lacalle ya había entregado el gobierno a Julio M. Sanguinetti) el químico chileno Eugenio Berríos, uno de los personajes más siniestros de la dictadura pinochetista.
Aunque fueron presos y condenados varios militares –tres uruguayos y once chilenos– con motivo del 50º aniversario del golpe de Estado en Chile, aquel cráneo agujereado surge de nuevo de entre las dunas de una playa uruguaya para contar, a través de casetes secretos, la historia de la coordinación militar en el cono sur aún en tiempos de democracia.
Las revelaciones
Berríos desapareció en Uruguay en 1992 y fue encontrado en 1995 en el balneario El Pinar. Para el general Augusto Pinochet el químico era un problema y, por aquellos tiempos, la justicia chilena había comenzado a hurgar en los delitos que –según diversas denuncias– había cometido el químico pródigo de la dictadura chilena.
Los militares chilenos tenían miedo de que Berríos hablara. Fue por eso que, con identidad falsa y rodeado de vigilancia chilena, lo trajeron a Uruguay, donde ya se habían concretado contactos con militares uruguayos en actividad y en democracia para que les dieran apoyo logístico. Las relaciones eran amistosas; la Operación Cóndor de los 70 atravesó los 80 y llegó hasta los 90.
En el transcurso de 1991, el juez chileno Adolfo Bañados dictó orden de prisión contra Berríos y ahí se enteró de que este había escapado. (Como informó Caras y Caretas oportunamente, Bañados desconocía que un actuario de su juzgado fotocopiaba todos los decretos y escritos del expediente para informar al general chileno Fernando Torres Silva que llevaba adelante una operación de inteligencia para obstaculizar el proceso judicial).
Berríos es traído a Montevideo y lo alojan en un hotel de Pocitos. Siempre vigilado. Al tiempo, es trasladado a una finca del balneario Parque del Plata, propiedad de los padres del teniente coronel Eduardo Radaelli, actual mano derecha del general Guido Manini Ríos.
En octubre de 1991 –pleno gobierno de Luis A. Lacalle– Berríos es embarcado desde Buenos Aires a Colonia para seguir viaje a Montevideo, donde lo esperan el chileno Carlos Herrera (mayor del Ejército chileno, acusado de asesinar a un dirigente sindical) y el coronel uruguayo Tomás Casella, que era superior de Radaelli.
Casella tenía muchísimas amistades en Chile, donde había realizado el curso de paracaidista –como Manini Rios– y era una persona clave en la relación con los militares chilenos, incluido el mismísimo comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet (una foto del semanario Brecha muestra a Casella como guardaespaldas de Pinochet en la peatonal Sarandí en una visita que hizo el dictador a Uruguay en 1993, cuando Berríos estaba secuestrado. Lacalle no quiso recibirlo).
Berríos era un problema. Logra escapar de la casa de Parque del Plata y allí comienza un calvario e historia que sacude los propios cimientos del gobierno uruguayo de la época. Va a una comisaría, denuncia que estaba secuestrado, los militares logran rescatarlo, el parte policial desaparece, los jueces reciben instrucciones de dar largas al asunto y el secuestro queda en el olvido.
En junio de 1992 –antes de la visita de Pinochet a Uruguay– los militares uruguayos Tomás Casella, Eduardo Radaelli y Wellington Sarli viajaron a Chile, aunque es un enigma saber quién los convocó y para qué. Retornaron el 4 de julio a Montevideo para hacerse cargo junto a los militares chilenos de Berríos.
En Uruguay la justicia no avanzó; en Chile sí. Así fue que Casella, Radaelli y Sarli fueron extraditados tras ser hallados culpables del secuestro y muerte de Berríos y purgaron su condena en Santiago.
Los casetes secretos
Ahora se conocieron unos casetes secretos en donde se brinda nueva información sobre el caso Berríos y nuevamente el nombre de Radaelli surge, en directa relación con Casella, de quien se dice que era el superior del ahora devenido en político de Cabildo Abierto. En el informe chileno se dice que Berríos fue asesinado por varios disparos y que del asesinato participaron militares uruguayos y chilenos, como signo de un pacto de silencio sobre el caso.
En los casetes se escucha a la señora de Berríos contando su estadía en un hotel junto a él mientras era vigilado por militares chilenos.
Incluso el informe dice que, tras la fuga de Berríos de la casa familiar de Parque del Plata, informó a su “superior”, Casella, acerca del episodio.
Para Radaelli, el tema está “saldado”, según declaró al semanario Búsqueda hace pocas semanas. Radaelli califica a la justicia de Chile de “corrupta e ideologizada”.
Por aquellos años, el ministro de Relaciones Exteriores, Sergio Abreu, muestra un diario de Italia donde Berríos figura viviendo en aquel país, mientras otras fuentes gubernamentales lo ubican viviendo en México.
El 13 de abril de 1995 se encuentra el cadáver de Berríos enterrado con dos impactos de bala en el cráneo, en el Pinar.
NOTA. La investigación proviene del Centro de Investigación Periodística de Chile. En este link aparece todo lo relacionado con Berríos, Uruguay y los militares uruguayos.