Montevideo del 2021. Un chofer de una autoridad de gobierno escucha los chanchullos de su jefe. Es “normal”. Y como ese es el marco admitido en esa mínima esfera social, el chofer también hace de las suyas porque tiene un ejemplo de la autoridad.
La moral, esa construcción social
Un tema es el delito, otro la falta ética. Ambos casos obedecen a un marco definido por el tiempo, la geografía y los valores imperantes (la cultura).
En los dos casos, la “moral” está en tensión o en entredicho, aunque la ética se diferencia de la moral. En contexto filosófico, la ética y la moral tienen diferentes significados. La ética está relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad.
De acuerdo al lingüista colombiano Fabián Coelho, la relación entre ética y moral estriba en que ambas son responsables: 1) de la construcción de la base que guiará la conducta humana, determinando su carácter, su altruismo y sus virtudes; y 2) de enseñar la mejor manera de actuar y comportarse en sociedad.
Con la ayuda de Google uno puede decir que la moral es el conjunto de costumbres y normas que se consideran “buenas” para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad. También es la diferenciación de intenciones, decisiones y acciones entre las que se distinguen como propias (correctas) y las impropias (incorrectas). La moral permite distinguir qué acciones son buenas y cuáles son malas con criterios objetivos. Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad social.
El término “moral” tiene un sentido opuesto al de “inmoral” (contra la moral) y “amoral” (sin moral). La existencia de acciones susceptibles de valoración moral está fundamentada en el ser humano como sujeto de actos voluntarios. Abarca la acción de las personas en todas sus manifestaciones, además de que permite la introducción y referencia de los “valores”.
(De paso y motivo de otra columna: ¿Javier Milei no está planteando una nueva “moral” que cuestiona “valores” asentados y admitidos en Argentina y el mundo? Afirmado en sus “principios” y “valores”, Milei dice que esto y aquello es “inmoral”, o sea, no es aceptable. El presidente argentino hasta habla de una “estética” de los libertarios: “Somos más lindos que los colectivistas”).
Las capas culturales
Un tema es el delito, otro la falta ética. Ambos casos obedecen a un marco definido por el tiempo, la geografía y los valores imperantes (la cultura). (La ética o la falta ética –que no llega a delito– es igualmente sancionable socialmente. Que no vaya preso no significa que no sea un sinvergüenza).
En los dos casos la “moral” está en tensión o en entredicho.
El tono de las sociedades es de un desarrollo contradictorio de las construcciones sociales, de mareas tectónicas que se mueven. Unas lógicas culturales sustituyen a otras, en capas históricas. Más todavía: la capa anterior de valores y conductas “normales” sobreviven en el inconsciente colectivo, van por debajo de la superficie de las sociedades y son vigorosas y difíciles de eliminar. Ellas –las de esa capa cultural anterior– son el basamento de la capa nueva. Ni siquiera las revoluciones logran sepultar lo anterior. Por lo tanto, las capas conviven aunque son superadas por el nuevo consenso social de valores, de una nueva moral o de una nueva “costumbre”. Me explico mejor: hasta hace poco, fumar en el ómnibus era “normal”; ya no lo es. La sociedad se apropió de una conducta y la hizo suya en clave cultural. Otro ejemplo lejano y cercano a la vez: el tono imperial del zarismo no fue desplazado o eliminado por la revolución bolchevique. Continuó y fue resignificado bajo otra “religión”. Putin es un heredero cultural del zarismo y del stalinismo. El zarismo se originó durante la época de Iván III (1440-1505) y fue abolido después de 1917. Pero, ¿cómo eliminar los “valores” y las claves culturales dominantes durante 500 años?
Justificar la corrupción propia
Dicho esto, resulta curioso que frente a distintas situaciones irregulares, desprolijas o en apariencia delictivas del actual gobierno, la respuesta de jerarcas y, consecuentemente, de sus seguidores, sea la siguiente: antes, cuando gobernaban ustedes, pasaba esto y esto; “pasaba lo mismo”. Hay una suerte de narrativa perversa que justifica todo porque alguien ya lo hizo.
Es curioso por varias razones: 1) la “moral” parece ser elástica y hasta tiene un interesante don fantasmal, aparece y desaparece según la lumbre ocasional; 2) justifican sus “situaciones irregulares, desprolijas o en apariencia delictivas” con el argumento de que ya las hubo y, frente a las críticas, dicen: “Vos no tenés autoridad moral”; y 3) actores relevantes que tienen esa conducta no se paran en un afán humano superador, no construyen una nueva capa cultural superadora; cometen la misma “inmoralidad”, justificando la actualidad opaca con que ya se hizo en el pasado. Siguen en el pleistoceno.
Esto último es como admitir que es válido, edificante y superador lo que dijo el diputado colorado Gustavo Zubía –que hay niñas de 12 años que disfrutan del sexo con adultos–, porque en la Roma antigua poseer sexualmente a niños era un hecho común y admitido. “Normal”.
Finalmente, les tengo mucho miedo a los “policías de moral”, esa figura extraña en Irán, que circula por lugares concurridos de las ciudades y examina a toda mujer que considera sospechosa de no cumplir con el código de vestimenta. Ojo: allá es “normal”.