no son para los ricos;
si alguno llega a entrar,
difícil que haya lugar.
Allí cerca hay un cuartel
con cañón y coronel”.
Se paró frente al micrófono. Respiró hondo y en tono marcial admitió la responsabilidad por los votos obtenidos. En el año 2019 había tocado el cielo con las manos, con paracaídas y todo, y ahora la vida le había arrojado al rostro un magro 3 %.
Asumió la responsabilidad por no saber conducir un partido político. Sus horas de cuartel en cuartel, mandando y obedeciendo, no pudieron transformarlo en otra cosa. No solamente creyó que había que mandar —era idóneo para eso—, sino que se rodeó de militares.
Los errores no los enumeró; solo dijo que las tensiones internas y las divisiones no fueron saldadas en forma adecuada. No detalló su corto periplo político. Es como que el aire en la cara de su segura caída le anulase la memoria. Un día dijo que tenía honor y que iba a ir a la Justicia, pero enseguida se olvidó del honor. Otro día hablaba de decencia en la cosa pública, pero enseguida se transformó en una agencia de colocaciones. Un día dijo estar del lado de los pobres, pero otro día se supo que su esposa, ministra de Vivienda, entregaba viviendas a sus amigos. Un día habló de transparencia, pero enseguida tuvo que apelar a sus amigos de la coalición para salvar la estancia okupa que tiene en Artigas. Un día se supo que en la estancia tenía a los peones entre jergones, al otro día se supo que tenía un patrimonio de 4 millones de dólares con un apartamento en Miami. Y, en paralelo, hablaba de artiguismo.
“La otra noche en una farra,
un milico con guitarra,
mirándolo al patrón
le cantaba esta canción:
‘Aunque salga a hacer mandados,
un milico es un soldado’”.
El paracaídas de Manini no se abrió; el final está cerca. El general se queda con sus charreteras y sin fueros. Memoria: en setiembre de 2019, Manini Ríos estaba a las puertas de un pedido de formalización criminal. La investigación realizada por la Fiscalía lo encontró responsable del delito de omisión por no denunciar la información aportada por Gavazzo y Silveira en sus declaraciones a un tribunal de honor del Ejército. Esas declaraciones hablaban del segundo vuelo desde Buenos Aires a Montevideo con uruguayos secuestrados en la capital argentina. Manini omitió informar de eso cuando era jefe del Ejército.
En noviembre de 2019, el fiscal Morosoli pidió el desafuero de Manini Ríos para imputarlo de un delito de omisión. La solicitud fue enviada por la jueza penal Marcela Vargas a la Suprema Corte de Justicia, la que a su vez la envió al Parlamento para que sea tratada a partir de febrero de 2020. En el Parlamento, los socios de Manini no le votaron el desafuero pese a que él, en los meses previos, había dicho que no se iba a amparar en ellos. El abogado de Manini era un tal Eduardo Lust.
Lo interesante es que la causa no se archivó y Manini ya no tendrá fueros desde febrero del año que viene. El fiscal Rodrigo Morosoli —que pidió el desafuero— deberá reevaluar el caso y eventualmente continuar con la causa.
“Chamarrita cuartelera,
no te olvides que hay gente afuera”.
NOTA: Los versos pertenecen a la canción de Alfredo Zitarrosa, “Chamarrita de los milicos”.