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Columnas de opinión | fútbol | hands | codos

¿Fair play o Foul play?

Más sobre manos, codos y brazos en fútbol

El Mundial de fútbol de Catar en noviembre-diciembre de este año va lenta y sutilmente aumentando su presencia en los estados mentales individuales y en las conversaciones sociales.

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Además de eso, luego de mi última columna en Caras y Caretas sobre el ‘hands’ en fútbol, los muchos comentarios recibidos me motivan a ampliar lo dicho y a agregar reflexiones sobre otras catástrofes que suceden durante los partidos, y que merecen cambios reglamentarios urgentes por el bien del deporte y de su prestigio en el mundo, que quedará muy expuesto ante las millonarias audiencias que seguirán su desarrollo en noviembre-diciembre de 2022.

El hands

Un primer asunto prioritario desde el punto de vista reglamentario y arbitral es el ‘hands’, parte de la regla XII de FIFA desde los comienzos del fútbol como deporte independiente autonomizado del rugby a mediados del siglo XIX.

Pero, dentro de esa misma regla, la ley sobrellevó varias modificaciones, no siempre acertadas; por lo cual su aplicación e interpretación, más aún en tiempos de VAR, es muy debatible y da origen a innúmeras protestas y disensos que interfieren con la continuidad y pacifismo del desarrollo del juego en canchas, tribunas y lugares donde pantallas de diverso tamaño congregan audiencias.

Resumamos puntos cruciales en esos procesos de cambio reglamentario que producen impactos fuertes tanto en las canchas como entre las audiencias no presenciales a los estadios.

Uno. El hands, reglamentariamente, sanciona transgresiones al proceso de separación del fútbol y de rugby como juegos deportivos salidos de un mismo deporte-madre que se podía jugar indistintamente con manos y pies.

El fútbol, en pos de su diferenciación específica, prohíbe mayoritariamente (salvo para el arquero en su área y para ejecutar saques de banda) el uso ‘intencional’ de brazos, manos y dedos superiores para conducir, pasar o interceptar el balón, favoreciendo ese uso con la forma esférica.

Por el contrario, el rugby, también buscando su especificidad, la favorece, con un balón ovalado y reglas básicamente prohibitivas del uso de dedos inferiores, pies y piernas.

Dos. La sanción de la infracción del ‘hands’ era aplicable a la intención, evaluada por los árbitros, de intervenir en el juego con esas partes del cuerpo.

Pero como muchas veces la lejanía del árbitro del lugar o la buena visión de la jugada dificultaban la evaluación de la intencionalidad en la acción, FIFA tipificó algunas acciones-tipo que podían ser usadas como presunciones de intencionalidad, a los efectos de ayudar a los árbitros en la atribución de intenciones.

Pero la introducción de intencionalidades presuntas a partir de movimientos corporales particulares introduce peores dudas que la dificultad visual para ello, ya que esa tipificación de movimientos y posturas presuntamente intencionales ha sido determinada, casi seguramente, por gente sin especialización en la descomposición analítica de la biomecánica de los movimientos necesarios para jugar el fútbol, diferentes de los necesarios meramente para moverse en la vida extra-deportiva.

De ese modo definen algunos movimientos, tales como ‘aumentar el volumen corporal’ cuando se intercepta o desvía un balón, de modo muy ignorante de los movimientos de equilibrio y re-equilibrio que son biomecánicamente requeridos, sea cuando se acelera, frena, se eleva en salto, se desciende del salto, o se intenta una intercepción con vehemencia o lejos del cuerpo; en todos esos casos, es necesario, para intervenir con la fuerza necesaria, para cambiar de objetivo inmediato, o para recuperar una buena posición de actividad, ‘ampliar el volumen corporal’ con la apertura de los brazos para ello. Pruebe usted mismo, lector, a hacer esos movimientos y verá que no los puede realizar con eficacia si no abre los brazos y aumenta su volumen corporal con ello. La apertura de brazos más allá de la normal en posición inactiva o de movimientos suaves, no debería ser siempre presumida como de intencional en el uso de dedos superiores, manos y brazos para jugar ese deporte. Así terminamos con esa ridiculez humana extrema de jugadores que ‘marcan’ a sus rivales en posesión de la pelota con los brazos atrás, culpables de tenerlos, en enorme inferioridad injustificada, absurda.

Si la FIFA convocara a un congreso de jugadores, entrenadores, preparadores físicos, ergónomos y médicos anátomo-fisiólogos del deporte, no sería difícil que, clasificando videos de movimientos finamente analizados con cámaras varias y enfoques en diferentes ángulos y velocidades, se pudiera proporcionarles a los árbitros, durante sus cursos formativos, buenas bases científicas para la determinación de la intencionalidad de los hands en fútbol, en lugar de las burdas y anticientíficas presunciones vigentes.

Pero, además, el estudio del uso intencional indeseable de manos y brazos plantea problemas reglamentariamente mucho más relevantes que los de los hands, aunque Estos pueden implicar, o no, la sanción de penales, lo que veremos a seguir.

Luchas libres en córners y tiros libres

En el Mundial de Brasil 2014 el Comité de Arbitrajes de la FIFA recomendó a los árbitros una mayor severidad en la sanción de infracciones en las áreas, ya que los millones de tele-espectadores del torneo podrían sentirse chocados y tendientes a considerar al fútbol como poco adepto a una ética deportiva que facilitara el triunfo de los mejores si las cámaras, grandes angulares y amplificación de tomas fijas focalizaran la infinita acumulación de empujones, agarrones, codazos, salivazos, puñetazos traperos e insultos legibles desde labios en HD que se producen en córners y tiros libres en las áreas.

El ‘fair play’ tan promocionado se vería como hipócrita, plenamente sustituido por un ‘foul play’ sensorialmente más frecuente, y presente en todo su esplendor en las zonas más ´calientes’, en aquellas en que la deportividad tiene su test de vigencia y prioridad moral. La deportividad del fútbol se vería desmerecida frente a otros deportes, y bien intencionados padres no recomendarían a sus hijos la práctica de un deporte tan reñido con el ‘mens sana in corpore sano’ que definía ideológicamente al deporte desde la antigüedad.

Debería reiterarse, y profundizarse, la recomendación arbitral de 2014; aunque sea cierto que la unánime imposición del juego sucio (foul play) en las áreas, haría difícil que jugadores ancestralmente educados en el juego sucio desde su infancia pudieran, abruptamente, disfrazarse de ángeles que juegan limpio sin que los fouls y sobre todo los penales alteraran profundamente los resultados de los partidos. Es una urgente tarea ética la mantención y recuperación de la deportividad perdida por la mercantilización del deporte, aunque no sea causada solo ni principalmente por la mercantilización, sino también por los chovinismos y sectarismos cruentos provocados por desmesuras de identidades y localidades en instancias agónicas.

Aunque quizá sea aún más importante lo siguiente, que involucra también los dedos, manos, codos y brazos, aunque no solo de esas partes del cuerpo.

Manos, codos y pisotones en los cuerpo a cuerpo

Si las manos eran la parte corporal más en cuestión para la sanción del hands (sobre todo para la diferenciación con el rugby), y los brazos lo más peligroso en los forcejeos en las áreas, los codos, las manos y los pies lo serán en las disputas cuerpo a cuerpo en toda la cancha.

Cuando hay una pelota dividida en el aire, brazos, codos y manos se convierten en armas ofensivas que aprovechan la aparente disputa del balón, y la necesidad de mantener equilibrios corporales y distancias del rival. La boca, la nariz, las cejas y los parietales son los blancos más buscados, con las excusas de los equilibrios aéreos y las distancias en disputa. Los codos y las muñecas las armas más usadas, a excepción de los pies en los pisotones, todo un arte maligno y cobarde, tan peligroso.

Codazos en boca, nariz, cejas y sienes deberían tener especial sanción porque pueden producir lesiones graves dadas la velocidad y masas corporales en pugna. La cámara lenta, las reiteraciones ampliadas y el VAR deberían poder marcar expulsiones cuando el dolo, o intención de dañar al rival, pudiera quedar documentada en las imágenes registradas. Y las penalidades de las comisiones de penas consecuentes deberían acompañar las tarjetas rojas merecidas en el juego.

Más aún: creo que ese código ancestral y no escrito de que ‘las cosas ríspidas quedan en la cancha’ debería ser abolido y sustituido por la posibilidad de denuncias penales por agresión y lesiones como en el resto de la vida cotidiana ciudadana. Y, como sucede en el resto de la judicialidad cotidiana, una sentencia penal con dolo, o con dolo eventual, (que lo son todas las incidencias e incidentes referidos antes) podría habilitar a una denuncia civil por daños y perjuicios, daño moral y lucro cesante, ya que es muy claro que las acciones agresivas descritas satisfacen las condicionantes para la denuncia penal y civil, con sus evidencias posibles accesibles. Llego más lejos: ¿Por qué no hay fiscales especializados en deportes, que puedan plantear, de oficio, acciones penales y civiles? Pepe, el portugués, el español Sergio Ramos, Paolo Montero, los holandeses Van Bommel y Van Brockhurst (agregue usted nombres, lector), habrían pasado buenos tiempitos a la sombra y sus fortunas se habrían visto disminuidas por indemnizaciones civiles muy merecidas.

Todo esto se vuelve aún más peligroso y antideportivamente inmoral cuando se pisan quirúrgicamente tobillos, tibias y manos calculadamente, aunque con aire de casualidad infausta, en las ocasiones en que puede calcularse cómo aterrizar con el movimiento propio en los lugares más frágiles del rival caído, sin que la velocidad del movimiento de ambos permita confirmar con facilidad la ‘mala leche’. Así sacó Sergio Ramos a Mohammed Salah del mundial del 2018, beneficiando así a Uruguay, que debutaba contra Egipto; las imágenes ya mostraron entonces que el español luxó el hombro del egipcio sobre-estirando su brazo al caer, movimiento deportiva y corporalmente innecesario, solo explicable como agresión personal. Que el VAR desnude a esos HDP; tengamos al VAR listo para cuando Uruguay enfrente a Portugal en Catar, con Pepe probablemente en la zaga lusitana; asesino serial incomprensiblemente jugando aún, con una larga lista de lesionados serios en su foja.

Aunque sería para muy largo, digamos que mientras se considere como ‘un inteligente foul táctico’ a un foul intencional que no pretende jugar sino destruir ilícita y antideportivamente la superioridad meritoria o casual del rival, estaremos perdidos, y el fútbol seguirá siendo un capítulo avanzado del capitalismo mercantil, en la era de la sociedad de consumo y del espectáculo.

Si se reclama vehementemente que un jugador ‘corte’ el accionar de un rival en el básquet, para impedirle un triple o una doble anotación segura y recuperar así la pelota para tener tiempo, nosotros, de conversiones mejores, estamos aconsejando y educando en la inmoralidad antideportiva más flagrante; hay un diabólico consenso entre entrenadores, periodistas, dirigentes e hinchas sobre la deseabilidad de esa inmoral e ilícita infracción reglamentaria. Quiero creer que no han reflexionado bien sobre lo que hacen cuando reclaman eso, lo más opuesto al fair play que pueda haber, una escuela viva y ubicua de inmoralidad, antideportividad e ilicitud antirreglamentaria, que contagia de inescrupulosidad a toda la vida social, recomendando y elogiando la inmoralidad cuando las papas queman. Así, la moralidad deviene una utopía que sirve solo cuando lo que sucede no nos afecta negativamente; si nos afecta, cambio y fuera, el fin justifica los medios; y no solo en un deporte, entonces, sino también en una acción política, para provocar una situación bélica, geopolítica. Nada como la autocrítica y repasar a Nietzsche en este respecto.

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