El Manchester City, dirigido técnicamente por el español Pep Guardiola, estaba a 2 minutos de clasificar a la final de la principal copa de clubes europea y con 2 goles de ventaja: casi clasificado. Pero en el minuto 90 y en el 91 (ya de descuento) el brasileño Rodrygo, recién ingresado, igualó las cosas y forzó un alargue, en el cual Real Madrid hizo un tercer gol que revirtió lo que iba pasando hasta el minuto 91; clasificó el Real Madrid y no el Manchester City.
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Como era esperable, hubo reacciones de los siguientes tipos básicos: A. Qué grande el Real, qué garra, qué peso de su histórica camiseta campeona, otra vez gana ‘de atrás’. B. Qué crack Ancelotti -técnico del Real-, qué cambios justos hizo para el final y para el alargue. C. El City no tiene pedigrí como el Real, otra vez se le escapa al final. D. Al final de cuentas, Pep juega muy lindo, pero no gana tanto. Un epistemólogo diría que es un típico caso de atribución causal hipotética de un resultado a factores alternativos posibles, sin evidencias científicas a favor de ninguna de las hipótesis afirmadas; además de que no son excluyentes, porque ninguna de las 4 mencionadas vuelve descartable a las otras, que podrían ser válidas también.
Sin embargo, hay apasionados defensores de cada una, aunque sin evidencias (como si fueran dogmas religiosos), y pocos que digan que lo cortés no quita lo valiente. Siempre se prefieren, para el rumor y charlas cotidianas, las explicaciones simples, monocausales, aunque casi nunca la realidad sea así; pero a la gente le gusta embanderarse con algo, y contra algo; tampoco le gusta sumar hipótesis; y no hay banderas mixtas. A la gente le gusta salir con banderas de Ucrania o de Rusia, aunque el conflicto fue creado, desarrollado y alimentado hace al menos 30 años por Estados Unidos, Reino Unido, Europa y la OTAN, por ahora las banderas triunfantes, aunque se vaya viendo que las cosas no quedarán así, y que Ucrania será cruelmente sacrificada para que Occidente ataque indirectamente a Rusia y en carambola a 2 bandas a China, sin éxito seguro.
Qué grandes Real y Ancelotti; qué mal el City y Pep
Real y City. Cuando se afirma que la reversión in extremis del resultado es producto de las diferencias entre el pedigrí futbolístico de los clubes, se afirma algo que no se puede probar, al menos en el momento en que se afirma. Para poder afirmarlo con evidencia a favor, habría que analizar estadísticamente cuántas veces revirtieron resultados ambos clubes, y ver si Real revirtió más resultados (por ejemplo en los últimos 10 minutos) que City.
Porque a veces hay algunos resultados muy famosos que llevan a una exagerada afirmación, pero que no representan el historial completo de los clubes o países de que se trata. Por ejemplo, 2 triunfos que revirtieron al final resultados a favor de Uruguay (Maracaná y el célebre cabezazo del chiquito Aguilera al gigante Mozer en un Sudamericano en Brasil) generaron una afirmación exagerada sobre el trámite normal de los partidos entre Uruguay y Brasil en fútbol. Mirando el total de los resultados entre selecciones y clubes desde 1916 resulta claro que la reversión a favor de Uruguay al final de los partidos no caracteriza a la mayoría de los partidos entre ambos; que es un espejismo alimentado por algunas influyentes, famosas y recordadas reversiones al final.
Ya que estamos en tren de cuestionar creencias religiosamente creídas, digamos que para chequear la realidad histórica de que ‘Peñarol gana a lo Peñarol’, habría que ver si Peñarol ha revertido más resultados que otros clubes, más allá de que todos podamos recordar algunas famosas reversiones de sus resultados; pero una golondrina no hace verano, y hay que fatigar y fatigarse con estadísticas para confirmarlo (aunque es cierto que la mera creencia ya ayuda anímicamente durante los partidos, a favor de uno y en contra para otros).
Entonces, habría que ver cuántos resultados, qué porcentaje de ellos, ha revertido el Real y qué porcentaje ha revertido el City. También hay que considerar que muchas veces un resultado se revierte simplemente porque es un equipo mejor, o que jugó mejor; que estaba accidentalmente en desventaja, y que revierte como reflejo de pura superioridad natural, sin nada de garra en la explicación, ni de peso de la camiseta; se da al final lo que no se manifestaba al principio, más que nada debido a que se estaba dando la improbabilidad relativa de que el mejor fuera perdiendo -pasa mucho en deportes-, y que revierte por mejor, más que por garra y camiseta diferenciales.
Ancelotti y Pep. Uno. Ancelotti no ha ganado más que Pep en su carrera, ni ha perdido menos que él. Ganó con su equipo ese día frente a Pep, que perdió ese día con el equipo que dirigía ante el que dirigía Ancelotti. Porque, y pese a lo que venden mediática y socialmente las simplificaciones (fulano lo ganó solito, se puso en equipo al hombro, lo perdió zutano), ambos hicieron bien los cambios en los momentos en que los decidieron; y les dieron buenos resultados. Por ejemplo, estando 0-0 y con City clasificado con un gol de ventaja, Pep puso a Gundogan por De Bruyne y luego a Grealish por Gabriel Jesús; inmediatamente, el juego colectivo que teje Gundogan condujo, y directamente, al gol de Mahrez, que le daba al City 2 goles de ventaja en la clasificación, con 35 por jugar. Luego, Grealish casi hace 3 goles por su lado, como esperaba Pep; pero no los hizo por centímetros; también como corresponde, faltando unos minutos introduce un cambio defensivo: Fernandinho. Todo bien, más que correcto. Por su lado, Ancelotti juega sus casi obvias cartas, poniendo a Rodrygo, que anticipa muy bien en su primer gol, y ‘liga’ en el segundo porque Benzema peina un centro, que él encuentra indirectamente así, cuando había saltado a destiempo para la pelota directa; los centímetros que le faltaron a Grealish los ligó Rodrygo. Gran acierto de Ancelotti, cuando, para y durante el alargue, dejó en cancha a jugadores jóvenes y frescos, sacando a los grandes nombres (Modric, Casemiro, Kroos, Benzema, Vinicius y, lesionado, Militao) ¡si hubiera perdido lo hubieran matado, sacar justo a esos en esos momentos!
Los dos técnicos hicieron cosas correctas; y a uno le salieron mejor que al otro, lo que, muy injustamente, y alimentado por la simplificación periodística habitual, que la gente sigue, se convirtió en que Ancelotti acertó, Pep erró, aquel es para finales, tano corajudo, y este no, exquisito livianito. Injusta ignorancia. ¿Pesa más la camiseta del Real que la del City? Aunque no sea, va a terminar pesando más, debido a estas injustas simplificaciones sin pruebas, y que se olvidan detalles fundamentales. Pero, en un mundo y país con religiosidades menguantes, la gente se aferra a otros dogmas -estos civiles, profanos- para creerse que domina el mundo entendiéndolo; la fuente principal de estos dogmas sin prueba: la prensa. Aristóteles, ya hace 26 siglos, decía que la sociedad no se orienta por el conocimiento científico, demostrativo, episteme, sino por las creencias vulgares, retóricas y poéticas, doxa.
Dos. No nos olvidemos, tampoco, que en un club de fútbol, y contra otros en torneos extendidos, los partidos no se deben describir como ‘Pep contra Mourinho’ o ‘Messi contra Cristiano’; es un planteo como para japonesitas con banderita y cámara. ¡Por favor! Son 30 jugadores, torneos de meses contra otros, con circunstancias influyentes muy variadas. No se puede responsabilizar a un técnico de fútbol por una clasificación o un resultado como se le puede atribuir a un tenista o a un atleta. Es muy injusto para el técnico, y poco indicador de un correcto raciocinio de parte de quien los iguala, y deduce toda una capacidad y habilidad desde un resultado que no permite esa inferencia, que es falaz y disculpable en hinchas desencantados sobre el pucho; pero no con tiempo de reflexión. El propio Ancelotti dijo que no se podía explicar lo que había pasado.
Tampoco olvidemos que jugadas aisladas o meros resultados no deben ser varas para medir el acierto en la intencionalidad de los cambios. Creo que en el caso de los cambios hechos por ambos, les funcionaron como deseaban, salvo por la infeliz coincidencia de la entrada de Fernandinho para defender, cuando Rodrygo hizo sus goles, pero que fueron anticipos a los zagueros, no a él. Siempre me acuerdo de un partido de Uruguay en que Tabárez puso a Eguren para reforzar el mediocampo; ¿qué pasó? Eguren se encontró un rebote en el área chica e hizo un gol. ¿Reacción equivocada inmediata? ¡Cómo le pegó Tabárez con el cambio! ¡Cómo anduvo Eguren! Nada de eso; para evaluar el cambio y la actuación del ingresado habría que ver si se reforzó efectivamente el mediocampo, que para eso lo puso. Tampoco hubiera sido un cambio equivocado y una mala actuación si a Eguren la hubiera pegado una pelota en la cabeza y hubiera resultado un gol en contra. Hay que saber evaluar los cambios, y ciertamente que no debe ser simplemente por el resultado que salga o por algún acierto aislado del ingresado.
Vistos con detenimiento y repetidamente, los dos hicieron cosas acertadas y oportunas; pero no es soplar y hacer botellas; los cambios de Pep, los ingresos de Grealish y Gundogan, podrían haber provocado una goleada del City, pero los aciertos de Pep no se cumplieron como se le cumplieron con creces los suyos a Ancelotti; y lo que hubo fue una reversión del Real, y no una holgada clasificación del City. El fútbol debe organizar cambios reglamentarios -creo- para que haya más justicia en los resultados, con más oportunidades para manifestar superioridades, como hay en otros deportes; pero, quizás por eso mismo, el fútbol es más masivo, por más dramático e inesperado, que los otros. ¿Qué me dice, lector futbolero?