"Las diferencias entre los países miembros se hicieron evidentes desde antes de la cumbre del G20, cuando el presidente chino, Xi Jinping, declinó asistir y su lugar fue ocupado por el primer ministro y número dos de la nomenclatura comunista Li Qiang”.
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Dos tercios de la población mundial, 85 % del PIB global, más del 75 % del comercio mundial y el 60 % de la superficie terrestre. Las economías más desarrolladas del planeta y las emergentes más significativas. Oriente y Occidente. América del Norte, Europa, Asia, América Latina y Medio Oriente.
Nadie duda que el Grupo de los 20 (G20), que el fin de semana pasado realizó en Nueva Delhi su 15° cumbre de jefes de Estado y de gobierno, es el principal y más representativo foro intergubernamental para la cooperación económica internacional.
Sin embargo, tampoco nadie duda que la cita en la capital del que es hoy el país más poblado del mundo debía dar respuestas a unos de los momentos más complejos y difíciles desde que tuvo su bautismo de fuego cuando, convocados a Londres por el entonces primer ministro británico Brown, Barack Obama, Hu Jintao, Angela Merkel, Lula da Silva, Cristina Fernández, Nicolas Sarkozy y Manmohan Singh, entre otros, se reunieron para coordinar las acciones para superar la crisis económica y financiera mundial de 2009, la más profunda desde el crac de 1929, provocada por la quiebra de Lehman Brothers, la mayor bancarrota en la historia de Estados Unidos.
Poli crisis, guerra fría y falta de confianza
La diferencia entre aquella cumbre y la india es que hoy vivimos una “crisis múltiple” o “poli crisis” porque es al mismo tiempo geopolítica y económica, militar y alimentaria, ambiental y sanitaria que confluyen en una crisis de confianza entre los Estados, la cooperación global y el multilateralismo en las relaciones internacionales.
En su discurso de apertura de la reunión, el primer ministro de India, Narendra Modi, advirtió que el mundo sufre una "enorme crisis de confianza", y llamó a unir esfuerzos para superar las múltiples amenazas que enfrenta la comunidad internacional.
"La guerra (por el conflicto Rusia-Ucrania) ha hecho que este déficit de confianza se profundice. Si pudimos derrotar al Covid, podemos también vencer esta crisis de confianza mutua", agregó el mandatario del país anfitrión ante los delegados de los países miembros.
El primer ministro chino, Li Qiang, interviniendo en la tercera sesión plenaria, también denunció que el mundo está atravesando un período difícil de desarrollo complejo y volátil y, a medida que las dificultades se intensifican, “existe una necesidad cada vez mayor de fortalecer la confianza y mejorar las expectativas para el futuro, adoptar una visión a largo plazo y responder activamente a las dificultades y desafíos”.
Esta poli crisis es hija de la “madre de todas las diferencias”, “la madre todas de las crisis”: las relaciones entre Estados Unidos y China, la peor en la historia entre ambos países y que enfrenta a los dos economías más grande del mundo que, además de entrañar un conflicto bélico, esta nueva versión de la guerra fría entre Washington y Beijing, nos está conduciendo, de la mano de la administración Biden, a una “desglobalización” caótica, un “desacoplamiento” agresivo, un mundo cada vez más fragmentado dominado por una una lógica perversa de amigos -enemigos, autocracias y democracias, norte y sur- cuyos costos económicos, comerciales y sociales son difíciles de calcular.
Una ausencia siempre presente
Las diferencias entre los países miembros se hicieron evidentes desde antes de la cumbre cuando el presidente chino, Xi Jinping, declinó asistir y su lugar fue ocupado por el primer ministro y número dos de la nomenclatura comunista Li Qiang.
El mandatario ruso, Vladimir Putin, tampoco acudió y será representado por su ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov.
La falta de una explicación oficial de parte de Beijing dio lugar a una serie de especulaciones, desde posibles problemas de salud de Xi y problemas internos en su país, hasta un desaire al país anfitrión, India, cuyas relaciones con China se han deteriorado a causa de una disputa fronteriza.
A pesar de la importancia que concede a la diplomacia del G20, China también ha promovido otras alternativas para la gobernanza mundial.
Si bien la República Popular sostiene que “siempre había apoyado al G20” y creía que sus miembros deberían "mantenerse solidarios y cooperar en cuestiones globales”, en su discurso, Li Qiang subrayó también lo que es la visión de Xi Jinping acerca de un nuevo orden mundial, expresado en la Iniciativa de Seguridad Global (una nueva arquitectura de seguridad sin alianzas), la Iniciativa de Desarrollo Global (un nuevo vehículo para financiar el crecimiento económico) y la Iniciativa de Civilización Global (un nuevo sistema de valores definido por el Estado).
Los medios chinos se ocuparon tangencialmente del encuentro y muchos coinciden en considerar el G20 como una plataforma con un valor y una eficacia decrecientes y que debería limitarse a debates económicos y evitar la politización en torno a las líneas divisorias geopolíticas que Estados Unidos y los europeos quieren impulsar.
De todas maneras, lo que sí es evidente es que la ausencia del líder chino al summit -la primera desde que asumió la jefatura del Estado y del Partido Comunista en 2012- contrasta con el protagonismo en la recientemente concluida cumbre de los BRICS y el que seguramente tendrá cuando en octubre, en Beijing, presida el tercer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional, el megaproyecto de infraestructura e inversión más grande de la historia. Según el Banco Mundial, una vez culminado el proyecto podría aumentar el ingreso real global entre un 0,7 % y un 2,9 % y podría ayudar a sacar a 7,6 millones de personas de la pobreza extrema y a 32 millones de personas de la pobreza moderada en todo el mundo para 2030.
Un nuevo corredor que corre (de atrás) a China
El G20 fue escenario de una ulterior prueba de parte de Washington de lo que Beijing denuncia como una estrategia para “contener y suprimir” gradualmente a China.
"Hoy estoy orgulloso de anunciar que hemos terminado un acuerdo histórico para crear un Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa", dijo Biden en un acto realizado al margen de la cumbre para anunciar un proyecto de ferrocarriles, puertos y conexiones energéticas que pretende ser una alternativa a la Ruta de la Seda de China.
Según el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan,el objetivo es establecer ferrocarriles y rutas marítimas que conecten a la India con Europa a través de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania e Israel.
Para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que también lo catalogó de “histórico”, el memorándum de entendimiento firmado -que no hace ninguna referencia al financiamiento del proyecto- reducirá en hasta un 40 % los tiempos del comercio entre India y Europa.
El anuncio tiene un alto significado político que se propone como un freno a la creciente influencia china en Medio Oriente en los últimos años donde, además de los resultados económicos y comerciales alcanzados, logró un éxito diplomático relevante en su papel de intermediario en el acuerdo histórico que suscribieron en marzo Arabia Saudí e Irán para restablecer relaciones diplomáticas. A pocas semanas de que BRICS anunciara la incorporación de 6 nuevos países, el Corredor Económico demuestra la voluntad de Estados Unidos y sus aliados de enfrentarse con China para consolidar sus relaciones con países de una región estratégica.
Ucrania, el nudo gordiano
El nudo gordiano a desatar por los participantes fue la guerra de Ucrania donde contrastaron posiciones los países miembros de la OTAN presentes, liderados por EE. UU. que propugnaban una condena explícita a Rusia por la invasión a Ucrania, y el bloque de países del Sur Global que propusieron un pronunciamiento más neutral y equidistante de las partes en conflicto.
Las discrepancias acerca de la guerra de Ucrania ya habían impedido alcanzar acuerdos en las más de veinte reuniones ministeriales que precedieron al cónclave Nueva Delhi.
Finalmente, y cuando la falta de entendimiento puso en riesgo de dejar huérfana a la Cumbre de una resolución final por primera vez en su historia, se llegó a un consenso para una declaración común que, en referencia al enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, reclama el respeto de la integridad territorial, pero evita manifestar una condena explícita al Kremlin, como ocurriera en el G20 anterior de Bali, Indonesia, cuando se afirmaba que “la mayoría de los miembros condenaron firmemente (a Rusia) la guerra en Ucrania”.
El comunicado final aprobado afirma que “todos los Estados deben actuar de forma coherente con los principios y objetivos de la carta de la ONU en su totalidad. En línea con la carta de la ONU, todos los Estados deben abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza para buscar conquistas territoriales contra la integridad territorial y la soberanía o la independencia política de cualquier Estado. El uso o amenaza de uso de armas nucleares es inadmisible”.
El acuerdo alcanzado -con una activa participación de India, Brasil e Indonesia- recoge muchos de los puntos del plan para una solución pacífica del conflicto de Ucrania propuesto por la República Popular en febrero pasado. Si bien la referencia a los principios de la ONU es incómoda, la falta de una condena fue un alivio para Moscú, que la consideró un “hito”.
Al contrario, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania calificó la resolución como “nada de lo que estar orgulloso”, y señaló que la presencia de Ucrania habría aportado a las participantes de la cumbre la perspectiva necesaria para un mayor entendimiento de la situación. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, fue invitado a la cumbre anterior de Bali y participó por videoconferencia.
El sur global también existe
“La Declaración de la Cumbre de los Líderes del G20 de Nueva Delhi” reflejó dos importantes reivindicaciones del sur global.
Sobre medioambiente, los participantes se comprometieron a “acelerar urgentemente las acciones para afrontar la crisis medioambiental”, a “trabajar para facilitar el acceso a financiación de bajo coste para los países en desarrollo” y a “perseguir y alentar los esfuerzos para triplicar la capacidad de producción de energía renovable (...) para 2030”.
Y en materia económica, la Declaración señala la necesidad de “promover un crecimiento sostenible abordando urgente y eficazmente las vulnerabilidades de la deuda de países en desarrollo”. Además, se compromete a fortalecer y hacer más eficaces los bancos de desarrollo y reconoce que “el sistema financiero internacional debe entregar una significativamente mayor financiación para ayudar a los países en desarrollo a luchar contra la pobreza”.
La necesidad de revisar el funcionamiento de las instituciones financieras internacionales -especialmente del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- es impulsada por China desde hace años y para Estados Unidos ha sido una prueba más para acusarla de querer “revertir el orden mundial”.
Por último, los líderes de las 20 economías más importantes del planeta aprobaron la incorporación de la Unión Africana como miembro permanente. Hasta ahora, el único miembro africano era Sudáfrica y el ingreso de los 55 Estados que componen la organización es un significativo reconocimiento a un continente de 1.400 millones de habitantes que busca desempeñar un papel más importante en la escena internacional.
Aún con modestos resultados, el G20 superó la prueba y volverá a reunirse dentro de un año en Brasil. No es poca cosa para los tiempos que nos toca vivir.
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