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Columnas | Yamandú |

Columna

Yamandú: nuestro camino

No creo que exista asesor publicitario ni campaña de marketing que pudiera lograr que Yamandú deje de ser quien es.

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Ya era muy tarde cuando pude ponerme a pensar en algo que me brotaba inadvertidamente en la cebra. ¿Era el mismo Yamandú que antes de saberse el resultado? Me había encantado su mensaje. Me había llegado, como siempre. Pero no era el mismo. Finalmente, me di cuenta de que era el mismo Yamandú que nos había devuelto la esperanza, pero consciente ya de su nueva responsabilidad. No había hablado el candidato, sino el presidente electo. Su misma cercanía con la gente, su misma idiosincrasia, pero a la altura y a la talla de su responsabilidad. Hablaba aquel que habíamos votado, pero en su nueva condición que lo obligaba a hablar en nombre de los que lo citamos, pero también de los demás.

Lacalle Pou se cambió hasta de nombre. De gurí, y aún de diputado suplente de su madre, todos lo conocimos como Luis Alberto… Una costosa campaña publicitaria lo bautizó más corto: “Luis”. No sé si para distanciarse de su padre o su bisabuelo, pero el Luis Alberto ya quedó en las historias. “Es Luis” como decían los carteles de entonces.

No creo que exista asesor publicitario ni campaña de marketing que pudiera lograr que Yamandú deje de ser quien es. Es más, estoy seguro de que él no querría. Esa es parte de su magia. Yamandú es quien es y es quien ha sido siempre. El hombre del interior, canario, docente, 20 años al frente de la principal intendencia fuera de Montevideo. Primero como secretario general de Marcos Carámbula y luego como jefe de la comuna.

Esos años de intendencia tienen mucho que ver con muchas de sus condiciones. Canelones tiene más centros urbanos que ningún otro departamento, pero también mucha zona rural. Tiene industrias, agro y turismo y más de 30 balnearios en sus 60 kilómetros de playas. El producto de todo eso es Yamandú. Y es imposible entender a Yamandú sin tener en cuenta que todo ello está inspirado en su gen existencial.

En los tantos kms urbanos y rurales que recorrí en esta campaña, concentrábamos en la primera mañana de cada departamento un tour por todas las radios y canales de TV… Recuerdo una entrevista en particular en la que el periodista me preguntó: “¿Qué es lo que más le gusta del discurso de Yamandú?”. Pensé y le respondí: “Cuando termina”. Se le hizo agua la boca. Habrá pensado “lo agarré en una pifia”, y me repreguntó: “Ah, no le gusta nada, nada, nada…”. Y rápidamente le aclaré: “Me gusta todo, todo, todo; pero lo mejor es cuando, al bajar del estrado, se vuelve uno más entre la gente. La escucha en un modo de igual a igual y logra que la gente se sienta escuchada…”. Y es así, eso es Yamandú.

En eso Yamandú no ha cambiado nada desde que ganó. No podría. Dejaría de ser él.

No han pasado aún dos semanas desde la noche del triunfo y una vez más me viene a la cabeza, aunque ahora ya sé la respuesta: “¿Es el mismo? ¿Cambió?”. Y siempre la misma respuesta: “No cambió, es él”. Cambió su rol y lo tiene muy presente. Tiene la estampa presidencial. No ha cambio nada de todo aquello que es parte de su ser y que fue tan importante para que confiáramos en él. La misma cercanía a la gente que el primer día, pero en código de vengo a aunar, no a dividir.

Impresiona más aún cuando uno recuerda que el gobierno que nos pedían que “reeligiéramos” durante la campaña electoral se limitó a hablar contra el Frente: “Lo horrible vendría si ganaba el Frente”. Pero hoy él los representa, les guste o no.

En política exterior, habla con la sencillez de siempre pero con la certeza, seguridad y tranquilidad que exige su investidura. Su visita a Lula (mi querido amigo de mis años de exilio), su visión sobre cómo llegar a China, a la Unión Europea, cómo superar las dificultades que Francia plantea para un TLC con el Mercosur, sus señales a nuestros dos vecinos, “las relaciones son entre Estados y serán siempre buenas y con tendencia a mejorar siempre…”.

En la campaña fue ganando votos día a día para llegar a la presidencia. Pero también cada día fue ganando experiencia y conocimientos como para ser un gran presidente. Está a la talla y nos está mostrando un camino, nuestro camino.

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