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Política

LA MIRADA DE CASA GRANDE

Constanza: «El FA tiene que mudar sus caras, sus actitudes, pero seguir existiendo»

El Frente Amplio requiere de cambios para adaptarse a las nuevas realidades. Debe mudar muchos de sus conceptos para poder cambiar la sociedad. Así lo ve la exsenadora Constanza Moreira. Destacó que el gobierno sigue aplicando políticas represivas mientras crecen la pobreza y el desempleo.

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Uruguay y la región transitan por un particular momento marcado por la crisis de la pandemia y sus consecuencias sociales, económicas y culturales, y por el recambio en el ciclo político que ha llevado a la esperanza de un nuevo ciclo progresista, precisó a Caras y Caretas la exsenadora del Frente Amplio y referente de Casa Grande, Constanza Moreira.

En este marco, Moreira destacó la necesidad de cambios en el Frente Amplio: debe “potenciar nuevos liderazgos políticos, en tiempos de innegable recambio. Precisamos más mujeres. Precisamos muchísimos más jóvenes. Precisamos valorizar más los liderazgos de mujeres, hombres y jóvenes que la pelean en el interior del país todos los días”.

 

¿Cómo evalúa Casa Grande la actual coyuntura política?

Es una coyuntura política delicada, pero al mismo tiempo llena de movimiento y cambios políticos.

A nivel regional se ha retomado la iniciativa por una remontada del ciclo “progresista” de América Latina, liderada por México y por Argentina, a partir del encuentro de los presidentes (Andrés Manuel) López Obrador y Alberto Fernández. Se suma Bolivia a esta iniciativa con el gobierno de Luis Arce. Hay expectativas sobre la elección en Ecuador. También en Brasil, la “liberación” de (Luiz Inácio) Lula abre camino para que su capital político esté disponible para la movilización y la reorganización de las fuerzas progresistas, ante los pésimos resultados del gobierno de (Jair) Bolsonaro y la crisis sanitaria en ese país. En Chile el proceso plebiscitario abre camino a una síntesis política de las enormes movilizaciones que se produjeron en rechazo al gobierno. En Paraguay hay enormes movilizaciones pidiendo el fin del gobierno de (Mario Abdo) Benítez dada la incapacidad para dar cuenta de la crisis sanitaria y la “privatización” de insumos médicos y vacunas. El ciclo conservador que empezó con tanta fuerza la va perdiendo. Ha perdido también a uno de sus principales socios: Trump.

A nivel nacional se está produciendo una rearticulación de los movimientos sociales y el Frente Amplio a propósito del referéndum contra la Ley de Urgente Consideración (LUC), lo cual es una buena noticia.

 

Si analizamos la situación actual, marcada por la covid-19, ¿la pandemia tapa todo?

Efectivamente la pandemia se ha convertido en un monotema, y ha impedido ver las realidades que emergen detrás de la pandemia. Los análisis realizados por IDEA Internacional reportan numerosas perforaciones a los derechos cívicos y a la democracia que se producen por la pandemia: atrasos en los procesos electorales, limitaciones al derecho de reunión y de protesta, decisiones sanitarias tomadas en forma autocrática por los Ejecutivos con escasa consulta a los Parlamentos, represión de la protesta social, asesinatos a líderes indígenas, comunales, sindicales, en varios países de América Latina, uso de las Fuerzas Armadas en políticas de seguridad pública y en obras sociales, aumento de la perspectiva punitivista y represiva so pretexto de la pandemia, retracción pronunciada en varios derechos sociales. En suma, los derechos de las personas han retrocedido enormemente.

La situación de las mujeres en América Latina ha retrocedido diez años, de acuerdo a los estudios de Cepal.

La caída del PIB en Uruguay es similar a la de la crisis de 2002. El aumento de la pobreza y la desigualdad, unido a la caída en la actividad económica y a la crisis del sistema sanitario como consecuencia de la pandemia son como la tormenta perfecta. ¿Cómo emerge Uruguay de esto? La atención a la coyuntura, el ejercicio de resistencia al gobierno y la reubicación de nuestras prioridades en tiempos de pandemia han impedido una prospectiva más analítica y lúcida por parte de la izquierda del impacto del 2020/2021 y el nuevo gobierno en la perspectiva de Uruguay.

Al mismo tiempo el gobierno utilizó comunicacionalmente la pandemia como ese “gran otro” que finalmente es responsable por todos los males, y no se responsabilizó por las malas medidas tomadas: la retracción del gasto público y la reducción del gasto público en salud y educación son un buen ejemplo de cómo, aun en el peor de los momentos, los gobiernos neoliberales no entienden que es con Estado y gasto público como se sale de los pozos, siempre.

Las anteojeras ideológicas son formidables e impidieron que el gobierno tomara mejores medidas para hacerse de las vacunas y los suplementos médicos al mismo tiempo que Chile y Argentina. Hasta hace poco hubiera sido impensable que Uruguay no hubiera estado en el primer lugar en compra de vacunas, junto con Chile, con Argentina, y con un Brasil que de la mano de Bolsonaro parece haber retrocedido a los años 70, cuando hoy debiera estar fabricando vacunas. Uruguay fue el último país en América Latina en proveerse de vacunas. Eso solo ya dice mucho sobre cómo estamos. Y si no estamos peor, es porque el sistema de salud mostró una gran resiliencia, los uruguayos somos aguantadores, la situación sanitaria del país era buena, y veníamos de una buena década.

El gobierno sigue aplicando políticas represivas (como la extensión por treinta días más del derecho de reunión), y sin darse cuenta que no es momento de recortar el gasto público, sino de expandirlo. Mientras tanto, hay más de 100 procesados por “desacato a la autoridad”, hay excesos y violencia policial que han provocado denuncias e intervenciones de la Institución Nacional de Derechos Humanos, y “pretextos” para revisar la política de drogas como lo evidencian las provocaciones del ministro del Interior contra la política llevada adelante por el Ircca.

 

¿Cómo debería pararse el Frente Amplio ante esta situación?

El FA se está reformateando a “partido de la oposición y la resistencia” luego de haber sido gobierno tantos años. Ello lo obliga a una reformulación de sus alianzas, de sus estrategias, de su comunicación.

La articulación con los movimientos sociales en torno a una síntesis política común es uno de los objetivos más ambiciosos.

El otro es su propia transformación interna.

 

En ese marco se inscriben las elecciones internas, el tema del nuevo presidente. ¿Cómo lo ven desde Casa Grande?

Las elecciones internas deben servir para potenciar nuevos liderazgos políticos, en tiempos de innegable recambio. Precisamos más mujeres. Precisamos muchísimos más jóvenes. Precisamos valorizar más los liderazgos de mujeres, hombres y jóvenes que la pelean en el interior del país todos los días.

El FA tiene que mudar sus caras, sus actitudes, pero seguir existiendo, porque es la esperanza de la mitad de la gente que vota, y de los jóvenes, para quien sigue siendo la opción política preferida. Si el FA simplemente reproduce la sociedad de la que surge, y no la transforma, ¿cómo podría superar los obstáculos que se oponen al desarrollo y al bienestar de los uruguayos? Si somos tan machistas, centralistas y elitistas que nos parecemos a ese Uruguay contra el que luchamos, ¿cómo transformarlo?

También la marcha de este gobierno nos enseña que es necesario aprender a usar nuevos lenguajes, invocar otras sensibilidades, desplegar otras ideas, otras imágenes. Hay que ser más audaces e imaginativos en el discurso, en la comunicación, en las iniciativas. Por eso se precisan más jóvenes, más feministas, más ambientalistas. Insisto con los jóvenes. No queremos que de la pandemia surja una generación con los ojos apagados y las alas cortadas.

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