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Mundo vacuna |

Cuba podría ser el primer país que inmunice a toda su población con una vacuna propia

Casi medio millón de cubanos han sido inoculados contra la Covid-19 con una vacuna de producción nacional.

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En las grandes potencias se recurre a poderosas empresas multinacionales farmacéuticas, millonarios presupuestos públicos de centros de investigación y universidades e inyección de gran cantidad de dinero público mediante precontratos de compra para lograr la vacunación contra la COVID-19. De hecho, la Unión Europea no tiene fecha exacta para comenzar a vacunar con ninguna vacuna propia.

Cerca de 442.395 personas habían sido vacunadas en Cuba al cierre del 15 de mayo con sus propios candidatos vacunales.

Sin embargo, existe una Isla con tan solo once millones de habitantes, bloqueada por el país más poderoso del mundo que le impide comprar y comerciar hasta con los productos más imprescindibles, cuya economía —basada en el turismo— ha sufrido más que cualquier otro país, que en los próximos meses estará en condiciones de comenzar a vacunar gratuitamente con cinco, sí, cinco tipos diferentes de vacunas contra la COVID-19 de su propia investigación a los ciudadanos de su país y a otros cuarenta que ya les han pedido autorización. La isla se llama Cuba, un lugar donde algún periodista extranjero podrá exclamar al saber esta noticia, “¿ese lugar donde circulan coches desvencijados de los años cincuenta?”.

Pero si les preguntan a los científicos de la comunidad internacional no les mostrarán sorpresa: “No es sorprendente en absoluto. Conozco el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y el Instituto Finlay de Vacunas de Cuba y están perfectamente capacitados para elaborar una vacuna efectiva, solo tenían que proponérselo como un objetivo nacional y lo han hecho”, asegura en el periódico El Confidencial Vicente Larraga, científico del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) que lidera uno de los proyectos españoles de vacuna contra la COVID-19 más avanzados.

Hasta la prestigiosa revista británica médica The Lancet recordaba el pasado 1 de abril que “Cuba tiene una atención de salud universal integral y uno de los mejores índices de atención sanitaria del mundo”.

“El conglomerado estatal BioCubaFarma —añade The Lancet— ya, a fines de la década de 1980, desarrolló la primera vacuna Meningococo B del mundo y hoy produce ocho de las diez vacunas rutinariamente utilizadas en el país, y envían cientos de millones de dosis en el extranjero. Y todo ello bajo el endurecimiento de las sanciones estadounidenses durante la presidencia de Donald Trump”.

De hecho, su acción sanitaria frente a la COVID-19 empezó desde el primer momento de la pandemia. Después de que el virus ingresara a la Isla, “más de 28 000 estudiantes de medicina lideraron un programa de detección activa que en pocas semanas había alcanzado nueve millones de cubanos. Cuba había comenzado a prepararse antes de su primer caso de COVID-19. Cierra rápidamente sus fronteras y configura centros de aislamiento, y un sistema eficiente de prueba y rastro”, explica la revista científica.

Por su parte, el representante de la Organización Panamericana de la Salud (integrada en la OMS) José Moya, señaló que el descubrimiento de las vacunas contra la COVID-19 por parte de Cuba “no se trata de ningún milagro: existe un notable desarrollo científico en Cuba y una experiencia de 30 años en fabricar vacunas”.

Y recuerda también que la Isla fue el primer país en desarrollar una vacuna antimeningocócica, además de fabricar —a comienzos de los noventa— una contra la hepatitis B que fue ampliamente empleada en América Latina y África. Los logros de Cuba son todavía más extraordinarios si se tiene en cuenta que, desde 2017, según la abogada estadounidense Eva Golinger, la administración de Trump lanzó 240 nuevas sanciones, acciones y medidas para endurecer el bloqueo de 60 años a Cuba, incluidas casi 50 medidas adicionales durante la pandemia, que solo al sector de la salud le costaron más de 200 000 000 de dólares.

La apuesta de Cuba por la biotecnología se remonta a la década de los ochenta, cuando el líder cubano Fidel Castro decidió poner en marcha un complejo biotecnológico que permitiera autosuficiencia tecnológica al país acosado por el bloqueo estadounidense.

Hoy ya acumula varios éxitos internacionales como la inmunoterapia contra el cáncer de pulmón, utilizada, por ejemplo, en el Roswell Park Comprehensive Cancer Center en Nueva York. La presidenta del Roswell Park, Candace Johnson, señalaba en declaraciones a The New York Times que en Cuba se “están usando exactamente los mismos altos estándares que cualquier otro país que produce estos medicamentos”. Johnson dijo que los científicos cubanos demostraron que “se adhirieron a todas las normas y controles apropiados” antes de que ella llevara el medicamento contra el cáncer de pulmón a Nueva York.

Los profesionales cubanos han recibido diez medallas de oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) durante 26 años y sus productos biotecnológicos se exportan a 49 países antes de la pandemia, incluidas las vacunas utilizadas en los programas de inmunización infantil en América Latina.

Hoy BioCubaFarma (Industrias Biotecnológica y Farmacéutica cubana), íntegramente propiedad del Estado cubano, lo integran 32 empresas que realizan actividades de Investigación, Desarrollo, Producción y Comercialización, tanto de productos biomédicos como para el sector agropecuario. Las empresas se autofinancian a partir de sus operaciones comerciales.

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