Julio Cortázar nació en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914, hijo de padres argentinos. Su padre fue destinado a la Embajada de Argentina en Bélgica. Su familia se refugió en Suiza durante la Primera Guerra Mundial hasta 1918, cuando regresan a Buenos Aires, Argentina. En 1932 obtiene el título de maestro.
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Fue escritor, profesor y guionista, pero más allá de eso fue un ser humano tan tierno como ejemplar, y lo digo como testigo directo.
Se identifica con el surrealismo a través del estudio de autores franceses. Sus obras se reconocen por su alto nivel intelectual y por su forma de tratar los sentimientos y las emociones. Fue un gran seguidor de Jorge Luis Borges.
En 1935 comienza la carrera de Filosofía y Letras, da clases y publica estudios de crítica literaria. De esta época es conocida su colección de sonetos Presencia (1938), que publica bajo el seudónimo de Julio Denis.
En los años 40, por problemas políticos con Perón y el peronismo, tiene que abandonar su puesto de profesor en la universidad y comienza la publicación de artículos y relatos en revistas literarias. Tras conseguir el título de traductor oficial de inglés y francés se traslada a París, donde trabaja como traductor de la Unesco.
En 1951 comienza su exilio. Dedica su vida a viajar, pero reside principalmente en París. Las traducciones que realiza de Edgar Allan Poe (entre otros) influyen en su obra, como por ejemplo en su colección de relatos Bestiario (1951).
A pesar de haber realizado distintas publicaciones durante todos estos años, no se hace famoso hasta la publicación de Rayuela (1963). Después le (nos) costó mucho tiempo cobrarle a la vieja y bandida Editorial Sudamericana.
Cortázar destaca por sus misceláneas o del género “almanaque”, donde mezcla narrativa, crónica, poesía y ensayo, como por ejemplo en La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y 62, modelo para armar (1968).
El viaje que realiza a Cuba en los 60 le marca tanto que comienza su andadura política. Apoya a líderes políticos como Fidel Castro, Salvador Allende o Carlos Fonseca Amador. Forma parte del Tribunal Internacional Russell, que estudiaba las violaciones de derechos humanos en Hispanoamérica. En su Libro de Manuel (1973) queda reflejado su compromiso político forjado junto a su compañera y segunda esposa lituana, Ugné Karvelis.
En los años siguientes se destacan los poemas Pameos y meopas (1971), los relatos de Octaedro (1974) y Queremos tanto a Glenda (1980) o Un tal Lucas (1979) y Los autonautas de la cosmopista (1983) de su obra miscelánea. Este último fue escrito en colaboración con su tercera y última esposa, Carol Dunlop. En 1984, recibe el Premio Konex de Honor en Argentina.
Poco antes de fallecer, publicó su libro de poemas Salvo el crepúsculo (1984) y los artículos Argentina, años de alambradas culturales (1984).
En 1996, se publicó póstumamente su ensayo Imagen de John Keats y en 2009 aparece Papeles inesperados, una obra miscelánea supuestamente encontrada por su primera esposa, Aurora Bernárdez, quien se quedó con las llaves del apartamento de la calle Martel y lo revisó de punta a punta para encontrar algo.
Desde que Julio volvió de Nicaragua -su principal compromiso político- en 1983, vivía enfermo y solo se movía para asistir a actos de solidaridad con los sandinistas. Sus dos últimos viajes fueron a Barcelona, para intervenir en la televisión, y a Buenos Aires, tras el triunfo electoral de Raúl Alfonsín. Cuando recorrió Buenos Aires por primera vez, luego de su exilio, quedó impactado. La gente lo paraba por la calle y él se sorprendía por cómo lo trataban. Era un héroe más que un escritor célebre. Cortázar falleció a mediodía del domingo 12 de febrero, a los 69 años, en el hospital de Saint Lazare, en París. Desde diciembre de 1983 había tenido varias internaciones. Tenía leucemia mieloide crónica. Desde entonces se le coló en su casa y en el hospital Aurora Bernárdez. En esos dos meses, sorprendió a muchos cambiando su testamento, que tenía redactado y legalizado desde hacía mucho tiempo. Aurora volvió a conseguir las llaves del apartamento de la rue Martel. Allí se produjeron dos “allanamientos” de sus dos excónyuges aún vivas, Aurora y la lituana Ugné Karvelis. Ambas buscaron cualquier cosa que pudiera mantenerse inédita aún. No tuvieron éxito ninguna de las dos. Claro que, con el tiempo, aparecieron obras inéditas. El 12 de mayo de 1982, dos años antes de su muerte, Julio Cortázar le escribió a su amigo, el agente y editor argentino Guillermo Willie Schavelzon: “Te confío un plan completamente loco que vamos a poner en práctica Carol y yo a partir del 23 de mayo y hasta el 27 de junio”. De ese “plan completamente loco” surgió el libro más conmovedor y más alegre de Julio Cortázar, Los autonautas de la cosmopista, un viaje de Marsella a París. Carol era Carol Dunlop, fotógrafa y escritora canadiense, el último gran amor de su vida. Ella murió seis meses después de iniciado ese trayecto por la autopista del sur de Francia, que ya había sido referencia de uno de los cuentos más célebres de Julio.
Leucemia, dijeron los médicos. Después de cumplir aquel “plan completamente loco”, Carol murió. Cortázar se lo comunicó así a su familia en Buenos Aires (su madre vivía) el 10 de noviembre de 1982: “Tal vez lo sepan ya por Aurora [la primera mujer de Julio], que me dijo que iba a escribirles enseguida. Carol se me fue como un hilito de agua entre los dedos el martes 2 de este mes. Se fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil”. Esa desaparición convirtió la aparición del libro (en Muchnik Editores, en 1983) en un homenaje póstumo, “en una carta de amor”, de Julio a Carol. El antiguo testamento de Cortázar repartía su bienes y derechos con equidad entre sus mujeres. Julio era un pan de Dios y muy ingenuo. No le interesaba el dinero. Ya había dado prueba de ello donando plata para los argentinos y los chilenos en su lucha contra sus dictaduras. También lo hizo con los nicaragüenses y tantos otros. Pero él sabía que la experta en el manejo de los derechos de autor era Ugné Karvelis. Aunque vivían en Francia ambos, se conocieron en Cuba, en la Bodeguita del Medio.
Ugné nació en Kaunas, Lituania, y durante la guerra, de niña, cruzaba un viejo puente para cumplir misiones contra los nazis. Era hija de un exministro de Relaciones Exteriores de ese país. Estudio en Columbia y trabajó en la principal editorial francesa, Gallimard. Dominaba varios idiomas y sabía cómo tratar a la gente. Sabía cuándo hacer sus números de charme y cuándo protestar como nadie. Por eso, cuando Julio se sintió demasiado dominado por Ugné, se fue hasta encontrar a Carol. Pero Ugné siguió manejando los derechos de autor con la fidelidad del propio gato de Julio, que se llamaba Teodoro W. Adorno. Tanta confianza había que Julio dejaba firmadas montañas de cartas en papel de avión o en papel común, completamente en blanco para que Ugné y su secretario escribieran lo que quisieran. Es que Juio viajaba mucho. Fue Ugné también la que lo empujó hacia la izquierda, la que Aurora no soportaba. Final del juego. El lunes 13 de febrero de 1984, cuando el empleado que trabajaba en la agencia ALIA, que había creado Ugné, llegó al 19 rue de Savoie, le pidió que subiera a su apartamento. Con algunos vinos encima y total frialdad, le contó que el nuevo testamento no iba a poder cambiar las cosas. El nuevo testamento, que le hizo firmar Aurora Bernárdez en el hospital, le dejaba todo a su primera y divorciada mujer, incluso nombraba como albaceas de su obra a dos amigos relativos, como el argentino Saúl Yurkievich y su mujer, Gladis. Es decir que Aurora, Saúl y Gladis decidirían todo. Ugné tomó una vieja máquina de escribir de Julio que tenía en su apartamento y comenzó a teclear sobre una de las hojas firmadas en blanco por el escritor. De allí surgió un contrato que eludía el nuevo testamento. Porque en realidad, antes, ni Ugné ni la agencia ALIA tuvieron un contrato firmado por Julio. Se manejaba todo por pura confianza. La agencia ALIA estaba integrada por Alice, la traductora preferida de Jorge Amado, Clelia, una brasileña exiliada, también traductora, Annie, la entonces esposa de Viglietti, y Elizabeth, la exesposa de Regis Debray. La dura lucha por el manejo de los derechos llegó a estrados judiciales. Al final algún acuerdo se logró. Ugné fue nombrada representante de Lituania en la Unesco y Aurora inventaba obras inéditas de Julio.