A Rápido se suma Tobal MJ, un joven artista al que Polimá admira por su humildad y por la claridad ética con la que se mueve en un género a veces rodeado de contradicciones. Ese equilibrio, dice, es parte de lo que quiere contagiar a la nueva generación: respeto, responsabilidad y una visión del arte que no necesita caer en clichés.
Uruguay: pistas abiertas y un regreso posible
En la conversación, Uruguay aparece con un brillo especial. Polimá recuerda su paso reciente por una fiesta masiva en el país, donde —cuenta— se sintió sorprendido y agradecido por el cariño del público. La energía local, dice, lo hizo sentirse en casa.
Además, está en diálogo con artistas uruguayos como Mesita y el arachán Knak —dos nombres que menciona con entusiasmo— porque valora sus propuestas y los considera parte de ese nuevo movimiento latino que lo inspira a seguir colaborando, cruzando fronteras y conectando escenas.
Cuando se le pregunta si piensa volver a Uruguay, no duda: siempre está en sus planes. Lo dice con naturalidad, pero con un brillo que deja claro que no es una simple formalidad. Uruguay es un lugar al que quiere regresar, no solo para tocar, sino para seguir construyendo puentes con la escena local.
Un estilo que abraza el amor como lenguaje global
Su música, admite Polimá, busca ser universal. Canta sobre el amor porque es el territorio común donde todas las culturas se encuentran. Por eso Ultra Solo trascendió tanto: habla un idioma que no necesita traducción emocional.
Aunque muchos asocian el reggaetón y el urbano con temáticas repetidas, él se mueve en otra frecuencia. Evita glorificar la violencia y cuida lo que comunica porque —dice— piensa en sus hermanos pequeños, en los jóvenes que lo escuchan, en el impacto que las palabras pueden tener. Su estilo es urbano, sí, pero también luminoso, sensible y profundamente consciente.
Un motor que no deja de encenderse
El movimiento urbano chileno, asegura, está viviendo un momento extraordinario. Lo describe como un motor que primero anunciaba su arranque y que hoy ya está rugiendo sin límites. La nueva camada —jóvenes de 18 a 20 años— viene con hambre, visión y profesionalismo. Para él, es una red que crece en todas las direcciones: artistas, managers, creativos, directores, ilustradores. Una máquina viva que ya no se detendrá.
Y Polimá, con más de una década de carrera y apenas 28 años, sigue sintiéndose parte de esa combustión inicial. Rápido es su nueva marcha, su nuevo impulso, una chispa más en un camino que todavía está desplegándose.
La felicidad como destino
Cuando habla de expectativas, no menciona cifras ni rankings. Lo que desea es simple y enorme: que la gente baile su música, que la comparta, que la disfrute. Que Rápido llegue donde tenga que llegar, pero que llegue vibrando.
Porque para él, la felicidad del público es la meta más alta. Y es en esa búsqueda —humana antes que artística— donde Polimá WestCoast demuestra que su motor no solo avanza: late.