El primer paso dentro de Bar Los Girasoles- ubicado en Colonia y Yí - no conduce solo a un bar: es como entrar en una constelación íntima, un espacio donde las voces dejan huellas invisibles y las historias parecen suspenderse sobre las mesas. Allí, en esa esquina que une trayectos y vidas de Montevideo, sigue latiendo la presencia de Eduardo Darnauchans, ese músico innovador que componía como si respirara poesía, capaz de crear atmósferas que eran canciones y canciones que eran mundos.
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Ella llegó desde la cocina, desde un oficio que se aprende trabajando “atrás”, sin saber que el destino la llevaría a custodiar un escenario de la cultura uruguaya.
“Yo no tenía cultura de bares, de nada. Siempre había trabajado en cocina”, recuerda con esa sinceridad que la define.
Aun así aceptó el desafío de encargarse de todo: “¿Cuántas oportunidades más se me van a dar de esto? Y me tiré.”
La noche en que Darno volvió al bar
El 31 de enero de 2018, Los Girasoles volvió a vibrar con la presencia del poeta.
Darnauchans – Poesía y compromiso de un cantor popular uruguayo de Silvia Sabaj
Muchos clientes todavía señalan la mesa donde él se sentaba: “Porque aquella era la mesa de Darnauchans”, le dicen, y Natalia asiente, aunque no lo haya conocido en vida.
Lo ha aprendido por ósmosis: en este bar, la memoria se transmite de boca en boca.
La cita secreta de Alejandro Ferradás
Cada mes, en una fecha puntual que no vamos a revelar, ocurre un pequeño rito.
El músico Alejandro Ferradás llega con un portarretrato del Darno, se sienta, pide una cerveza y se queda un rato en silencio.
Natalia lo narra así: “Es su ritual. Siempre trae la misma foto que antes teníamos una igual colgada acá.”
La fecha se guarda como un secreto, como una cita privada entre Ferradás y la memoria de Darnauchans, un pacto delicado que se sostiene en el tiempo.
Donde los artistas vuelven a ser
En Los Girasoles los músicos no se convierten en monumentos: se sientan, respiran, son.
El bar se ha vuelto un hogar para artistas de todas las generaciones. Allí han tocado —y siempre vuelven— figuras profundamente admiradas como Numa Moraes, Pitufo Lombardo, Alejandro Balbis, El Chole y El Alemán, todos ellos agradecidos por un espacio donde se respetan el silencio, la escucha y la humanidad.
“Acá los tratamos como personas normales. Que disfruten de la pizza, de la grapa o lo que quieran tomar, que disfruten de su rato libre, de casi anonimato”, cuenta Natalia.
Una noche entró Tabaré Rivero (de la banda La Tabaré que recientemente festejó 40 años de carrera con un Teatro de Verano a tope) , casi encapuchado, buscando pasar desapercibido.
“Tratamos de que fuera un cliente más, de no invadir”, recuerda.
Ese cuidado hace que vuelvan una y otra vez.
Y otra noche llegó Spuntone. Conversaron. Se imaginó, tentativamente, una posibilidad para el futuro. Para 2026, quizás —solo quizás— Spuntone & Mendaro suban juntos al pequeño escenario del bar.
No lo sabemos todavía, pero el deseo quedó flotando entre las mesas, como una promesa que la música decidirá cuándo cumplir.
Y en ese clima nacen momentos imposibles de fabricar. En la reciente presentación de Numa Moraes en el bar, hubo un muchacho que dijo “voy a cumplir un sueño” y tuvo la oportunidad de cantar con Numa Moraes; un admirador que volvió a su casa diciendo que ya podía “morir tranquilo”.
Otro muchacho había llevado unos vinilos para ser firmados por el artista y se retiró tímidamente. A esto, la esposa de Numa le pidió a Natalia el teléfono (que ella tenía mediante la reserva realizada) para que el artista pudiera agradecerle en persona esa admiración y charlar con él . Sin dudas, Los Girasoles logra sacar lo más humano y sensible de nosotros.
La humanidad como decisión cultural
Natalia sostiene el bar como quien sostiene una forma de estar en el mundo: “Todavía se decodifica lo humano.”
Durante la pandemia, cuando todo tambaleaba, ella y su equipo se mantuvieron en pie: “Llegamos a tener la heladera vacía y si venía un cliente, cruzábamos a comprar la bebida.”
Ese origen explica por qué Los Girasoles es, hoy, un refugio más que un negocio.
Domingos que espantan la tristeza
El Centro "suele dormirse" los domingos.
Pero Los Girasoles abre, justo cuando la melancolía asoma: “La gente los domingos está como en depresión, entonces metemos toques temprano para que arranquen la semana con otro ánimo.”
Hoy hay música los domingos y los jueves: tributos, murga, tropical, folclore, acústicos, talleres literarios, todo encuentra espacio.
Todo convive.
Historias que solo pueden nacer en un bar así
Hay una clienta cuyo cumpleaños se festeja allí desde hace cuatro años. Es su decisión.
Clientes que escriben cada semana como quien va a visitar amigos : “Nati, guardame la mesa”.
Un campeonato de truco que terminó mezclando mesas, voces y aplausos.
Artistas que llegan solos, muchos los contactan directamente por Instagram, atraídos por la calidez real del bar.
Y amigos que sostienen la casa como si fuera suya.
Natalia lo resume con ternura: “Que sepan que acá hay un lugar. Si estás angustiado, vení a tomarte una y charlar. Si venís con tu familia, que los gurises jueguen mientras comés tranquilo.”
Una invitación a vivir la experiencia
Quienes quieran conocer este bar mítico ubicado en Colonia y Yi, en pleno Centro —el eje vivo de Montevideo— tienen dos fechas cercanas para hacerlo:
27 de noviembre – Raíces Murgueras.
30 de noviembre – un sentido homenaje a Silvio Rodríguez, ideal para quienes buscan la emoción profunda que sólo la canción poética puede ofrecer.
Natalia quiere que todos y todas sientan su lugar como propio, que organicen sus espectáculos, presentaciones, tertulias. Las puertas a sentir siempre están abiertas.
Un bar que gira siempre hacia la luz
Quizás por eso se llama Girasoles. Porque incluso en la noche más cerrada, este bar vuelve a orientarse hacia la música, la comunidad, las emociones verdaderas y la memoria de Darno. Ese músico que hizo de la poesía un sonido y del sonido un territorio que aún hoy nos sigue cobijando.