Memoria, duelo y la pregunta que no se deja responder
La columna vertebral de Mientras Bailamos es la pérdida. No como tragedia explícita, no como dramatización, sino como una forma de mirar la vida con más profundidad. Adriana vuelve a una idea de Borges que la marcó profundamente: “Solo lo que hemos perdido es verdaderamente nuestro.”
“Ese poema me persigue —confiesa—. Y este disco también se escribió desde ahí.”
La muerte reciente de su padre abrió un espacio donde se mezclaron las memorias infantiles, los duelos adultos, las preguntas sin respuesta.
“Hay una canción que se pregunta si será verdad que al final de la historia existe un lugar donde podamos encontrarnos con nuestros muertos. Me emocionó escribirla. Y me emociona cada vez que la canto.”
La voz: un instrumento que eligió la sinceridad antes que la destreza
“Mi forma de cantar tiene una cosa sencilla y sincera”, dice. “No hago firuletes, no me sale forzar algo que no soy.”
La formación vocal con Lucía Romero, a quien admira profundamente, transformó su manera de entender la respiración emocional de una canción. “Lucía me cambió la manera de cantar. La admiro profundamente.”
Esa decisión estética —abrazar la vulnerabilidad y dejar de lado el virtuosismo vacío— es parte del efecto emocional de su música. La gente le escribe después de los recitales, le dice que las canciones se les quedan pegadas, que sienten que la letra les habla.
“Para mí eso vale oro: que alguien quiera salir a andar en bicicleta escuchando algo mío.”
El pop como un espejo irónico de lo que duele
Aunque sus canciones tengan estructuras pop, Adriana lo dice sin rodeos: “El contenido no es pop: el contenido es humano.”
Su música dialoga con The Smiths, The Cure, Foster the People, pero también con artistas uruguayos a los que admira: Fernando Cabrera, Sylvia Meyer, Patricia Turnes, Pedro Dalton, Ernesto Tabárez de Eté y los Problems, y la propia Lucía Romero.
De ellos aprende el peso de la palabra, la importancia de la poesía como articulación de lo íntimo. Adriana trabaja esa línea con ironía, algo poco frecuente entre mujeres de la música uruguaya.
“Yo no sé si es porque se espera de las mujeres algo más luminoso —reflexiona—, pero a mí la ironía me sale sola.”
Esa ironía aparece incluso en sus canciones más alegres: “Tengo una canción súper alegre que habla de que la casa se derrumba de a pedazos. Me rio porque es la más pop del disco.”
La arquitecta de su propio sonido
Aunque no domina los instrumentos, domina la visión.
“Me gusta pensarme como la directora artística de mi proyecto.”
“Trabajo con gente que toca mejor que yo —cuenta entre risas— pero les digo exactamente qué quiero, cómo quiero que suene.”
Es minuciosa, detallista, exigente. Desarma arreglos enteros si lo que escucha no coincide con lo que imaginó en su cabeza.
“Compuse cosas que una trompeta no puede tocar, porque en un teclado MIDI todo es posible”, recuerda. “Ahí aprendí muchísimo.”
Garo Arakelian y Franny Glass fueron fundamentales en esa formación. De Gonzalo aprendió el funcionamiento interno de una canción: “El verso es un plano y el estribillo otro. Ese cambio de voz le da dinamismo.”
Mientras Bailamos: un álbum para detener el tiempo
El disco, grabado con músicos de excelencia, mezcla pop, folk e indie con una sensibilidad íntima.
“Mi música busca hacer visible la memoria afectiva”, escribe en su misión artística. “Propone habitar la contradicción entre la ingenuidad y la conciencia.”
Esa contradicción es el pulso del álbum: lo dulce y lo triste, lo luminoso y lo roto, lo recordado y lo perdido.
La presentación en vivo: una promesa
Adriana presentará Mientras Bailamos el jueves 4 de diciembre en Sala Ducon. ( Venta de entradas en este link).
“Estamos ensayando desde hace meses —cuenta—. Quiero dar un show de buena calidad. No porque recién esté empezando la gente tiene que bancarse algo mal hecho.”
La acompaña una banda sólida como columna rítmica central. “Me gustaría que se emocionen. Siento que doy algo muy íntimo, con sus luces y sus sombras.”
El futuro: dos EP y una certeza íntima
Adriana ya tiene preparados dos EP:
• uno melancólico, nacido del duelo,
• otro más pop, lleno de sintetizadores.
Y una convicción luminosa: “Creo que tengo algo para decir.”
Ese algo ya empezó a florecer.
Colaboradores del álbum
Producción artística: Gonzalo Deniz y Adriana Hernández
Ingeniería de mezcla: Emiliano Ferreira
Grabación y master: Guillermo Berta
Guitarras: Emiliano Ferreira, Gonzalo Deniz, Matías González Marichal
Bajos: Emiliano Ferreira, Guillermo Berta
Teclados: Ignacio Oguez
Baterías: Guillermo Berta
Violines: Nicolás Echeverría
Trompetas: Lucía Romero
Sintetizadores y voces: Adriana Hernández
Coros en “Todo lo que tengo”: Matías González Marichal