Dice que sigue entrenando porque para tocar lo que toca tiene que estar en forma. Que los músicos hacen música y no armas ni tanques de guerra. Y que la identidad es un proceso vivo que se reinventa sin perder las raíces. La música de Hugo Fattoruso acompaña desde hace 82 años los oídos y el corazón de muchas personas en Uruguay y en todo el mundo. Afortunados nosotros de ser sus contemporáneos.
Embed - Atardecer Naranja #12. Hugo Fattoruso, músico
Compartimos en esta nota algunos extractos de la entrevista realizada en el episodio #12 de Atardecer naranja, y los invitamos a verla completa por el canal de Youtube de Caras y Caretas TV. Todos los jueves a las 19, conversaciones con artistas sobre sus procesos creativos y sus maneras de ver el mundo.
Música sincera y artesanía
¿Cuál es la diferencia entre un artista y un artesano?
Un artista necesita un abogado, un guardaespaldas, un agua de Francia, la heladera a tal temperatura. Yo soy artesano, no soy artista porque no actúo. Y en mi caso toco música sincera, así que no tengo que actuar nada.
Un artista actúa, yo no actúo, yo entro a dar todo. Defino de esa manera lo que yo toco, música sincera.
De niño estabas jugando con un aro en la vereda, te llegó el sonido del acordeón de una vecina, te acercaste y empezaste a tomar clases. ¿Qué fue lo que te atrapó?
Probablemente haya sido el sonido, porque la música ya me había seducido. En mi casa se escuchaba todo tipo de música durante todo el día, así que yo ya estaba hipnotizado por las notas. El instrumento sí me llamó mucho la atención. El acordeón llegó y empecé a tocar, a estudiar.
¿Cuándo empezaste a componer?
Ya de niño dije que había compuesto ahí, qué sé yo, un tango y tocaba ahí una secuencia de notas. Después pasaron años. Un poco antes de los 25 empecé por el tema del grupo Shakers. Pero a proponer algo, mi hermano y yo comenzamos a partir de Opa. El grupo Shakers fue un invento, y lo hicimos porque queríamos tocar como los genios que son estos ingleses. No se puede, en fin. Recién a partir de Opa, en el año 69, cuando nos fuimos a New York a tocar con el Ringo Thielmann, recién a partir de ahí proponemos algo musicalmente. Ahí sí comencé a componer para este estilo que nunca habíamos tocado o que habíamos aprendido un poco, obviamente, de Manolo Guardia y de Eduardo Mateo, un poco. Eduardo Mateo también es algo inalcanzable. Pero te inspira también. No se puede tocar o ir al juego de él porque te da de 10 a 0. Es muy sofisticado, muy adelantado. Y nosotros, a nuestra manera, empezamos a componer inspirados, porque también había gente aquí que componía, Rubén Rada ni te digo. Eso es una inspiración infinita, eso es fabuloso. Recién a partir de OPA comenzamos a proponer algo con mi hermano.
¿Cómo se fue desarrollando esa propuesta de ensamble entre jazz, rock y candombe?
No fue programático, no fue programado. Nosotros con el trío tocábamos música de la radio en el trabajo, en un restaurante italiano. Trabajamos ahí 5 años. Teníamos que tocar la música que la gente conoce de la radio. La gente bailaba, tomaba copas, cenaban. Y a primera hora no había clientela. Entonces ahí podíamos tocar algo más nuestro. Y empezamos a tocar candombes y cosas de trío. Candombe con bajo, batería y piano. Y ahí se empezó a encuadrar unas ganas de tener algo así, nuestro. Sin Beatles.
La música y el paisaje
Viviste en Brasil y viajaste mucho a Japón. ¿Cómo cambiaron esas culturas tu vínculo con la música?
Espero poder usar todo el sentimiento que me han transmitido estos diferentes lugares. Yo tengo mucha suerte porque la cantidad de lugares que he conocido solamente es porque soy músico. Y gracias a la música. Tal vez un marino viaje mucho. O tal vez un deportista viaje mucho. Pero yo todo lo que conozco es gracias a la música. De mi bolsillo jamás podría haber estado en todos estos lugares. De cada lugar te llevas un sentimiento. La parte culinaria es muy importante. La temperatura en general es muy importante para mí. Y el comportamiento social. Las características del propio Brasil, conocer cómo se maneja esa gente para mí es fascinante. Conocer, tener contacto con estas diferentes personas que uno va conociendo. A Brasil lo extraño mucho. Tengo amigos increíbles. Japón es fabuloso también. El comportamiento social generalizado que tiene inculcado ya de cuna el pueblo japonés es fabuloso. Gente muy amable, muy discreta, muy diligente, muy considerada, muy atenta. Te sentís como pez en el agua.
Te interesa mucho la música regional, dijiste que hay algo de la música específica de lugares concretos del planeta que te conmueven por cómo se renuevan sin perder identidad. ¿Cuál es para vos el vínculo de la música con el paisaje?
Yo creo que hay un vínculo muy cercano. Una música de las islas no tiene nada que ver con la música de los Alpes. El lugar hace un poco la música, sí. La música del norte de África, toda la parte arena de África.
La música de la arena es como caminan los camellos, es igual. Y la música que componen allá también es como el desierto. Es todo igual, pero es todo distinto. Es completamente distinto, pero es todo igual. El ojo hasta donde ve es lo mismo. Y la música de ellos es así y tiene el paso del camello.
El tango es porteño. El chamamé es del norte. La música andina. La música de la costa de Venezuela, tambores increíbles, impresionantes. Y la música de lo que sería la Amazonia venezolana también, es música indígena, preciosa, una música muy rica. Y la música del llano con arpa y todo, ponen la carne de gallina. En Alemania no pueden tocar eso, pero lo tocan en Venezuela. La bachata de Colombia, por favor. El samba carioca, la tunantada de Perú, te ponen los pelos de punta. Es impresionante, yo no sé cómo tocan eso. Una cantidad de saxos, un sonido único. En fin, eso no puede estar en Nueva York. Y Glenn Miller tampoco puede estar en Rio de Janeiro, porque no suena, no, es otra cosa. El lugar hace mucho a la música, sí.
¿Y cuál es el vínculo entre el paisaje de Uruguay y la música uruguaya?
Para ver el paisaje hay que escuchar música folclórica. No vas a escuchar a un grupo de rock. ¿Qué paisaje es? Son letras, no sé, capaz que tienen paisaje. Pero vos escuchás las guitarras de Toto Méndez, Milongas Extremas o de Alfredo Zitarrosa, o de José Carbajal ‘El Sabalero’, Larbanois-Carrero y Pepe Guerra, y estás viendo todo el Uruguay. Y el candombe es Afro Montevideo.
Vos agarrás el globo terráqueo, un alfiler y pinchás, en Montevideo es el único lugar que podés pinchar donde diga candombe.
Después se expandió en todo el Uruguay. Pero el candombe nace en Barrio Sur, en Palermo y en El Cordón. La familia de Los Pintos, Los Oviedo y Los Silva y Los Núñez. Esas familias. Ahí nace el candombe.
Cuando tocas candombe en el piano a la par de los tambores, ¿lo sentís como otra percusión? ¿Se resignifica esa parte de percusión del piano?
Claro, uno. según lo que está tocando, tiene que funcionar de acuerdo al estilo que está tocando. Con el grupo nuestro, el Quinteto Barrio Sur, son los tres tambores, piano, chico y repique, Matías Silva, Guillermo Díaz Silva y Wellington Silva. Albana a veces toca en algún tema un tambor piano, a veces un tambor chico y a veces percusión y me ayuda a cantar. Yo soy el pianista. Y el piano es un instrumento de percusión, claro. Son notas con percusión, entonces hay que tener mucho cuidado porque el tejido rítmico está todo a cargo de la cuerda. El pianista tiene que apoyar el bajo, el acorde, para que se entienda bien la armonía de lo que estarían cantando o tocando cuando es instrumental. El piano calza la armonía y toca la melodía y va permanentemente ligado, escuchando, está enchufado con los tambores. Tenés que escuchar los tambores y tocar porque ellos están haciendo todo el contrapunto perfecto. Especialmente los Silva. Hay mucha gente que toca muy bien tambor, yo adoro tocar con los Silva, para mí es un lujo tocar con ellos, como personas y como músicos.
Entrenamiento en el presente
Si la música es un lenguaje, ¿a vos te parece que construye un sentido o es más bien un acontecimiento y el sentido le corre detrás?
Todo junto, todo junto. Yo lo hago por pasión.
Hago música como un tejido de notas, agarro esta nota, después pongo esta y con la aguja así la voy tejiendo. Entonces lo hago por pasión, no lo hago pensando, lo hago sintiendo.
Sintiendo que me haga alguna cosquilla, algo que me diga algo a mí mismo. Y después, el que escucha es el que dice está bien o está mal. Para mí el que escucha es el que manda, pero yo soy el que lo hago y no tengo tiempo de preguntarle a nadie. Voy derecho contra la pared, me doy la cabeza contra la pared, pero tranquilo.
Cuando componés en solitario, ¿hay un vínculo personal o biográfico en lo que componés o te sentís como un canal a través del cual pasan experiencias?
Lo mío también es muy simple. Todo lo que armo son con elementos ya conocidos. Te puede hasta parecer conocida una música mía y sin embargo no robé ni un compás de otra. Pero te puede parecer parecido porque yo trabajo con elementos muy populares. Cuando tenemos temas que podemos presentar en lo que yo le llamo conciertos de jazz, ahí sí, yo ya escribo y compongo de otra manera que la canción. Cuando son temas para los tríos de jazz que tengo formado o cosas que tocamos con Tomohiro, ya son otro tipo de temas. No es tan popular, son búsquedas mías, no lo puedo definir, pero no es popular.
Contaste también que para tocar lo que tocás tenés que entrenar, para tener las manos en forma. ¿Cómo es ese entrenamiento?
Es placentero y es necesario. Yo cuando me siento al piano a estudiar, estoy estudiando dos cosas. Estoy estudiando lo próximo que tengo que tocar, los temas que te voy a tener que tocar con quien me invitó, con mi trío, con mi quinteto, con mi dúo. Y también ejercicio para las manos, para sacar las herrumbres y el yeso y todo eso. Toco todos los días. Es placentero, a mí me da placer.
También dijiste que no querés sonar como sonabas hace 20 años, que siempre estás buscando una forma presente. ¿En qué parte del presente ponés el ojo o el corazón o las manos?
En el hoy mismo. El de ayer es para ver los errores y el de mañana nadie sabe, nadie sabe.
Entonces hoy, el asunto es hoy, ahora, este momento. Chau. Cuando estoy estudiando es eso, cuando voy a tocar, es lo mismo. A morir. Yo subo a tocar, y es el último.
Tiene que estar perfecto todo. Y siempre me equivoco, siempre tengo errores. A veces tengo dos en todo el recital, a veces tengo seis.
¿Qué es lo más lindo y lo más difícil de estar haciendo música en este momento?
¿Lo más difícil? No equivocarse. Y conseguir trabajo. Eso es lo más difícil. Yo tengo mucha suerte, soy parte de cinco proyectos. Cuando uno no tiene trabajo, el otro va a tener. Entonces tengo mucha suerte. Para el músico lo más difícil es la continuidad en el trabajo.