“Quiero que la primera vez que este disco respire en vivo sea en un lugar donde la gente esté cerquita.”
Su historia podría comenzar en aquella ciudad donde la infancia corre entre plazas y escaparse a las siestas.
Paulina recuerda que la danza fue su primer idioma: “Bailaba para entender el mundo. Antes de cantar, mi cuerpo ya sabía escuchar.”
Ese pulso físico, casi secreto, es lo que después se volvió música.
Pero Paulina nunca fue sólo de Melo. Fue frontera: esa tierra porosa donde todo es mezcla y nada es definitivo.
Y un día también fue de Australia: un lugar tan lejos del mapa afectivo que, sin embargo, le devolvió su propia voz como si la estuviera escuchando por primera vez.
Me cuenta que allá hubo algo que la sorprendió: “Los australianos me abrazaron más por lo latino que por cualquier otra cosa. Me decían que mi música tenía alma. No importaba el idioma”
Volver a Uruguay fue otra frontera.
“Siento que no fue un regreso, fue una re - creación”.
Volvió una semana antes de que explotara la pandemia, confiesa riéndose con cierta incredulidad. Encontró un país detenido por el miedo, oportunidades congeladas y una sensación inesperada:
“Me sentí extranjera en mi propio origen. Fue durísimo arrancar de cero otra vez.”
Pero siguió.
Porque hay una necesidad que no se negocia: la de compartir.
Semilla Eléctrica: un mapa sin brújula
Promo Semilla Electrica de Paulina Viroga
Cuando le pregunto por el disco, Paulina lo acaricia con las palabras.
Dice que durante años sintió que era “muchas cosas”, y que recién ahora puede unirlas.
“Yo siempre fui fragmentos. Este disco es el hilo.”
El nombre apareció mucho antes que las canciones, en un festival en Brasil donde escuchó su identificación en el calendario Maya como: Semilla Eléctrica Amarilla.
“Fue como si alguien me dijera quién era, pero en otro idioma.”
Semilla Eléctrica es un territorio propio: Bossa, Baião, Soul, Candombe, Pop en portugués, inglés, español. Un collage que respira.
“Hay temas que no entraban en ningún lado… eran demasiado raros, demasiado yo. Y ahora, por fin, encontraron su casa.”
En su voz, lo extraño nunca es ruptura: es identidad sin pedir permiso.
El disco también es colectivo. Ella lo colocó en una plataforma de financiación colectiva y cincuenta personas creyeron en él antes de existir.
Paulina lo resume en una frase suave: “Esas personas me sostuvieron cuando yo no podía sostenerme sola.”
Independencia: hacer aunque duela
Paulina trabaja sola, sin sello, sin manager, sin estructura clásica.
“Ser independiente es hermoso… y agotador. A veces sos artista, a veces sos cadeta, manager, agente de prensa, técnica, fletera”
Entre risas, reconoce que el 90% de su trabajo no es cantar.
El público: volver al rostro humano
En tiempos de pantallas, Paulina quiere volver al cuerpo, a la presencia.
“Extraño ver la cara de la gente. Quiero escuchar cómo respiran cuando escuchan.”
Por eso decidió hacer una pre–escucha íntima de Semilla Eléctrica:
“Quiero agradecerle de verdad a quienes están. No con un posteo… con un abrazo.”
El futuro: movimiento constante
Brasil la llama desde hace tiempo:
“Siento que mi música nació allá aunque yo no nací ahí.”
También Argentina. Y Australia otra vez, quizás.
Pero no hay apuro.
Todo llega con el ritmo propio de la semilla.
Paulina vive en esa frontera luminosa donde lo humano y lo eléctrico se encuentran.
Donde la identidad no es un lugar, sino una corriente en movimiento.
Donde una melodía puede venir del nordeste brasileño aunque nunca hayas estado ahí.
Donde cada fragmento encuentra su casa sin dejar de ser fragmento.
Yo, melense como ella, la escucho hablar y siento que la frontera no es límite: es origen.
Ese mismo origen compartido que, al final, nos recuerda quiénes somos cuando la música se enciende.
Paulina Viroga es eso: una semilla que busca su energía como todo ser vivo.
Una música sin permiso.
Una voz que sigue buscando —y encontrando— su forma.
Entradas para asistir a la presentación de “Semilla Eléctrica” el 19 de noviembre en La Cretina en este link.
Ficha técnica:
Composición, producción, voces y guitarras: Paulina Viroga
Grabación, edición, mezcla y co-producción: Rodrigo López Ramos
Mastering: Nacho de la Riega
Teclados, sintetizadores, arreglos: Álvaro Cardoso
Bajos, Arreglos: Marco Messina
Baterías: Imanol Vázquez
Coros en fértil: Miranda Myndlis
Percusión: Ayrton Dos Anjos
Trompeta: Glaisis Estrada
Saxo: Santiago Weinstein
Violín: Diego Nuñez
Sitarel en Shangai: Guillermo del Castillo
Arte: Rina Burgos
Asistencia de grabación y Filmación vídeo dos amores: Facu Bonilla
Glitch analógico para vídeos: Ulises Giancarelli
Fotos de estudio: Santiago Edye