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Cultura y espectáculos raperas | resistencia | rap en Uruguay

Resistencias, avances y desafíos

Voz, cuerpo y poder: las raperas ya no piden permiso

Raperas uruguayas cuentan cómo la música, además de un hecho artístico, se convierte en un acto político y una forma de militancia y resistencia.

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En un mundo donde la voz de las mujeres fue históricamente silenciada, el rap femenino irrumpió con una voz fuerte, clara e ineludible. No es solo un género musical: es un campo de batalla, un manifiesto en cada rima, un espacio donde el cuerpo se hace presencia, resistencia y discurso. Pisar fuerte, tomar el micrófono y hacerlo propio es también para estas raperas un acto político.

Como escribió Virginie Despentes en su ensayo King Kong théorie, "La organización de la colectividad sigue siendo una prerrogativa masculina", algo que, de acuerdo a los relatos de las artistas, también se aplica al mundo del hip hop y el rap en Uruguay, donde todavía las mujeres deben ser “habilitadas”, por ejemplo, para poder competir con un varón en una batalla de freestyle.

Pero las raperas ya no están dispuestas a pedir permiso, reescriben las reglas de una escena que las mantuvo relegadas, transformando el lenguaje, acostumbrando los oídos, reclamando igualdad de condiciones y poniendo en jaque las estructuras que las quisieron invisibles. Sus rimas no solo cuentan historias: las cambian. Transforman la violencia estructural en discurso afilado, el desprecio de género en potencia creadora y la exclusión una plataforma para amplificar sus propias voces y las de otras. “El rap es mi canal de comunicación más fuerte, para decir las cosas que tengo para decir a nivel social. Es como un megáfono que hace que mi voz personal y mi experiencia individual se conviertan en un mensaje colectivo en algo que otra gente abrace, se identifique y que tenga su repercusión”, expresó Virginia Sequeira, integrante de Se armó kokoa conocida como Viki Style, quien se acercó al movimiento del hip hop gracias al rap, cuando estaba terminando la escuela. “Yo buscaba algo distinto para mí, no quería escuchar la misma música que escuchaba todo el mundo ni verme cómo se veía todo el mundo. Ahí apareció toda la movida musical, la abracé y de a poquito me fui encontrando con esa identidad”, agregó.

Resistencias, avances y desafíos

Viki Recordó que en sus inicios enfrentó la resistencia de un entorno que asociaba el movimiento con lo masculino: "Fue complicado querer hacerse parte de un movimiento que a nivel familiar estaba considerado como de pibe". Sin embargo, su familia le dio el apoyo necesario y, con el tiempo, encontró en el movimiento cultural un espacio de pertenencia. “Hoy por hoy la cultura hip hop ya tiene una base muchísimo más fuerte, hay muchísima más información y más difusión".

El habitar los espacios urbanos y nocturnos también fue un desafío para la artista debido a "todas las implicancias que nos afectan por ser mujeres y más siendo menor de edad", sostuvo Viki, resaltando la importancia del autocuidado y de elegir con quién compartir el camino dentro del hip hop.

Josefina Tomás, conocida por su nombre artístico Clipper, se acercó al mundo del hip-hop a través del grafiti. Recuerda que cuando comenzó a rapear, en el año 2008, “el panorama de mujeres era desértico” y que no tenía amigas con quien compartir este espacio, por lo que terminaba juntándose con varones. "Actualmente hay muchas mujeres rapeando en Uruguay, y eso hermoso". Sin embargo, asegura sigue siendo un ámbito donde las mujeres deben "abrir ventanas y patear puertas" para ser reconocidas por su talento y no por su apariencia o que piensen que están ahí por ser "la novia de alguien".

"Me ha pasado que me llamen para laburos solamente por ser mujer. Por un lado, la cuota de inclusión está buenísima porque genera que entremos a prepo para que después nos puedan elegir, pero a veces ni siquiera escucharon tu trabajo”, expresó asegurando que la lucha, en definitiva, sigue siendo por el reconocimiento basado en el talento y el esfuerzo, y no en una cuota de género impuesta desde afuera.

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Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Clipper, Josefina Tomás.

Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Clipper, Josefina Tomás.

Mayra Pereira, conocida en el ambiente artístico como Senci, comenzó a rapear a los 14 años y transitó las mismas dificultades que sus compañeras, a lo que se le sumó provenir del interior del país, lo que implicó desafíos adicionales para darse a conocer: “Es muy complicado, nosotras tenemos que pasar experiencias que están muy de menos. Me di muchas veces la cabeza contra la pared. En estos espacios nos estamos encontrando constantemente con situaciones machistas, desagradables, con los acosadores de nuestras amigas o con organizaciones o personas que les dan voz a personas que no deberían tener visibilidad. Este tipo de situaciones llevan a que las pibas no vayan, a que no quieran estar ahí. Tenemos la movida pasandonos por encima”. A pesar de la situación, sus convicciones siguen firmes: “Con las pibas siempre decimos que, si tenemos la confianza cinco milímetros más arriba, nadie nos va a parar. Por eso mismo estamos tratando de organizar eventos para mujeres, construyendo espacios para nosotras, donde nos podamos sentir seguras para poder irnos metiendo en la movida mixta, así como integrar las organizaciones para poder sugerir qué personas no deberían estar ahí”.

Mayra reconoció los avances logrados en los últimos tiempos, pero sabe que queda mucho por transitar para que la presencia femenina se consolide "Actualmente, en las batallas de freestyle tenemos al menos una piba por ronda, y eso está increíble porque antes no pasaba". Su objetivo, al igual que el de muchas de sus compañeras, es que cada vez más mujeres ocupen un lugar en la escena. “Queremos que las plazas se llenen de pibas y que sus voces también estén en posiciones de poder, como juradear, como presentadoras, raperas, artistas o como quieran estar".

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Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Mayra Pereira, alias Senci.

Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Mayra Pereira, alias Senci.

Viki coincidió en que más allá de la evolución “queda mucho camino por recorrer” a la hora de habitar los espacios, como las batallas de freestyle o los eventos. “Por ejemplo, actualmente compiten categorías femeninas y el premio de la ganadora es poder batallar contra los pibes. ¿What? O sea, queremos tener los premios que tienen los gurises. También pasa que invitan pibas a los eventos para cumplir la cuota, pero las ponen a tocar en los horarios donde no hay nadie o ponen escenarios para mujeres y disidencias que no tiene las mismas condiciones ni la misma infraestructura que el escenario principal, siempre colocándonos un escalón por abajo. Entonces, no se trata solo de que estamos, sino de qué forma estamos. Lo que está faltando es equidad. Queremos estar bien posicionades, y en las mismas condiciones”.

“Se necesita un cambio profundo, a nivel social, y que este se traslade a la cultura del hip hop”, agregó Josefina. Explicó que muchas veces se toleran expresiones que refuerzan la violencia de género sin cuestionarlas, lo que contribuye a una normalización progresiva de estas conductas. Para ilustrarlo, mencionó la “pirámide de la violación”, un concepto que ayuda a comprender cómo los actos más extremos de violencia, como la violación, son la culminación de una serie de actitudes previas que los habilitan. Para la artista es necesario erradicar los comentarios y chistes que refuerzan el machismo. La charla le recordó una experiencia reciente en una batalla de freestyle en la que un participante improvisó la rima: "yo soy tu Juan Darthés y vos sos mi Thelma Fardín", en referencia a un conocido caso de abuso. “Toda la plaza festejó la rima”, lamentó. Y sumó: “La estructura de la improvisación podía ser impecable desde el punto de vista técnico, pero el contenido de lo que vos me estás diciendo, no lo puedo permitir”.

La rapera también explicó que esta postura la lleva a tomar decisiones firmes cuando participa como jurado en competencias. Aseguró que, si bien la calidad técnica es importante, no puede votar a un participante cuyo contenido sea abiertamente ofensivo o violento: “Por más que haya rapeado muy lindo y que haya cerrado perfecto la rima, yo no te voy a votar”. Aunque esta postura puede ser polémica, la considera su forma de aportar para generar un cambio en la escena del freestyle.

Destacó que, en algunos espacios, ya se han implementado alternativas para combatir la discriminación en el rap. Mencionó las batallas organizadas en universidades donde se prohíben insultos y cualquier forma de discriminación, lo que ha dado lugar a nuevas maneras de improvisar, que, en su opinión, resultan incluso más interesantes. A pesar de estos avances, insistió en que el desafío sigue vigente y que el cambio también depende del público y del jurado: “No se deberían festejar ni votar esas expresiones”.

Para Mayra uno de los principales desafíos es poder habitar la escena sin verse obligadas a adaptarse a los códigos masculinos que predominan en el hip hop. “Nosotras queremos llevar la feminidad y todo lo que implica ser mujer sin tener que adaptarnos a esa masculinidad”, afirmó. La simple decisión de vestirse con una pollera en una batalla es, a su entender, algo que desafía la idea de que para ser parte del movimiento es necesario adoptar una estética más masculina. Además, señaló que la adaptación a estos códigos no solo ocurre a nivel de vestimenta, sino también en la actitud dentro de la competencia y la industria en general. Por ello, considera clave reivindicar la feminidad de manera consciente y sin moldearse a las exigencias impuestas.

Impulsar la colaboración entre mujeres artistas es para Mayra otra herramienta clave para consolidar la presencia de las mujeres: “Trabajar con pibas es un viaje de ida, porque hay tremenda conexión”, aseguró, enfatizando que la experiencia de crear junto a otras mujeres es distinta a la de hacerlo con varones, lo que no implica rechazar la colaboración con ellos. “Yo voy a todos lados con mis pibas”, aseguró. Además, considera fundamental que las mujeres no solo se integren en la escena, sino que tomen un rol activo en las organizaciones sin necesidad buscar aceptación. “Tendríamos que abrirnos paso directamente: permiso no, correte”.

El discurso “no se negocia”

Al abordar la tensión entre el estilo contestatario del rap y una industria musical que muchas veces reproduce valores opuestos, Viki dejó en claro que su objetivo principal sigue siendo transmitir su visión sin concesiones. Explicó que, si bien el diálogo con la industria puede formar parte del camino, no es una meta en sí misma ni algo que busquen activamente. “Nosotras hacemos la música que nos gusta, damos los mensajes que consideramos que tenemos que dar y si se abren puertas, se abren. Si hay oportunidades, las abrazamos, pero no se transa”, dijo con firmeza.

En la misma línea, Josefina destacó que el hip hop mantiene su esencia precisamente porque no se pliega a las reglas del mainstream. Para ella, el choque con la industria es inevitable, ya que el movimiento surge desde los barrios y desde una identidad underground que no busca encajar en moldes comerciales.

Josefina reconoció que, si bien le gustaría vivir de la música, nunca pondría la búsqueda de dinero por encima de su mensaje. “Si mis ganas de hacer dinero estuvieran por delante de mi música, no estaría haciendo lo que hago. Estaría haciendo cualquier otro género, diciendo cualquier otra letra”, afirmó. Para ella, el verdadero desafío es mantenerse genuina y confiar en que la autenticidad, con el tiempo, traerá sus frutos.

Sobre la relación con el mercado, mencionó que ha recibido propuestas de marcas que le han pedido raps a medida, pero aclaró que colabora solo hasta donde sus valores se lo permiten. “Trabajo con un montón de marcas, pero hasta donde yo pienso que estoy con mis valores. No me voy a romper del todo porque hay que pagar el alquiler”, expresó con sinceridad, evidenciando el delicado equilibrio entre la independencia artística y la necesidad de sustentabilidad económica.

Mayra reforzó esa idea con una postura contundente: los valores no se negocian. Para ella, la esencia del rap es intocable, sin importar si en algún momento se insertan en la industria musical. “No hay negocio. Son valores que no los abandonás por nada del mundo”, afirmó con convicción, subrayando que, incluso cuando alguna artista del movimiento se encuentra dentro del mainstream, sigue guiándose por su propia crítica y principios. “Nosotras tratamos de hacer lo que nos nace desde nuestra propia crítica, aun estando ahí adentro”.

Lo artístico y lo político

¿La música también puede ser una herramienta de militancia y un vehículo para la transformación social? En el cruce entre el feminismo y el rap, estas preguntas cobran fuerza, especialmente en un género históricamente dominado por voces masculinas. A través de sus letras, presencia en el escenario y activismo, muchas raperas hacen de su arte su arte un espacio de lucha, visibilización y resistencia. ¿Es posible separar lo artístico de lo político? ¿Cómo se expresa el feminismo en el rap y qué impacto tiene en la escena musical?. Sobre este tema Viki expresó: “Por suerte ahora está todo muchísimo más organizado, hay una tendencia a juntarse, a debatir y ver qué hacemos con las situaciones”, señaló, mencionando el trabajo de la colectiva Mydmus, que reúne a mujeres y disidencias en la música y lucha por una ley de cupos, así como la aparición de agrupaciones que fortalecen la presencia de mujeres y disidencias en el género, como Rapfem.

Desde su experiencia, subrayó la perspectiva antirracista dentro del feminismo, señalando que ser mujeres afro implica enfrentar dificultades particulares. “Nos atraviesan otras cuestiones, otras dificultades, que buscamos reflejar en lo que hacemos. Si es artístico, es político, social y cultural. Nosotras vamos con esa impronta”.

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Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Virginia Sequeira, Viki Style.

Las raperas ya no piden permiso. En la foto: Virginia Sequeira, Viki Style.

En el caso de Josefina expresó que el rap es para ella es “una forma de expresión, de buscarle la vuelta para decir lo que me pica, lo que me incomoda”, aunque planteó un matiz: "Yo no represento a las mujeres por ser mujer, yo represento a las personas que se sientan representadas conmigo", afirmó, destacando que lo relevante es el impacto de la música más allá del género. Sin embargo, señaló un objetivo compartido de “la mayoría de las raperas”: "Nuestra misión es acostumbrar al oído a que las mujeres también rapeamos". En este sentido, recordó comentarios que ha recibido a lo largo de su carrera, como el supuesto halago de "rapeás como un hombre", que refuerza la idea de que lo masculino es la norma en el género.

En el caso de Mayra, si bien aclaró que no milita el feminismo de manera explícita, sí considera que su música y sus acciones reflejan un posicionamiento claro en favor de las mujeres en la escena. "En mis proyectos musicales y mis equipos siempre están las pibas".

Además, remarcó que su escritura tiene un enfoque consciente en dar visibilidad a las experiencias de las mujeres en la escena del rap. "Escribo lo que es la realidad de una piba en la movida", afirmó, subrayando la importancia de que existan voces que narren esas vivencias. "Me dedico a eso también, a escribir con ese enfoque, porque es re importante y, además, es una necesidad que te nace sí o sí estando ahí adentro", concluyó.

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