Pero nuestro entrevistado no se queda quieto. También escribe poesía, crónicas y letras de canciones. Como si fuera poco, es caricaturista, sus trazos han sido publicados en medios europeos, y forman parte de exposiciones como la que donó al Museo del Club Altético Peñarol.
Regresa a Uruguay con la nostalgia del que no olvida, pero también con la responsabilidad del que quiere devolver lo que ha aprendido. Se instala -al menos por un tiempo- para trabajar, exponer, dictar talleres, y ahora también para colaborar con Caras y Caretas como caricaturista.
La distinción de Ciudadano Ilustre de Montevideo lo tomó por sorpresa -literalmente, saliendo de la ducha- y lo emocionó hasta los huesos. Porque después de años sin patria, sin pasaporte, sin tierra firme, recibir ese reconocimiento de su ciudad natal fue una validación y una promesa de regreso. “Yo siempre seré de la panadería y del almacén”, dice él, con humildad, sabiendo que ningún título puede cambiar su esencia. Y sin embargo, este reconocimiento cierra un ciclo y abre otro, el del regreso a su país, a su gente, a su raíz.
Isnardi es un exiliado que no se rindió, un ciudadano del arte, un uruguayo del mundo que vuelve, como los buenos versos, al lugar donde empezó todo.
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Declaración de Ciudadano Ilustre de Montevideo a Esteban Isnardi, 23 de febrero de 2024.
Autor:Santiago Mazzarovich / IM
En el mes de febrero de 2024 la Intendencia de Montevideo le otorgó el galardón de Ciudadano Ilustre. ¿Cómo recibió este reconocimiento? ¿Cómo fue volver con esa alegría y cómo percibió su ciudad?
Es una condecoración increíble, una verdadera caricia al alma… pero también me genera muchos deberes con respecto al Uruguay, ahí siento un debe afectivo y es por eso tengo ahora muchos proyectos que quiero concretar acá en Montevideo. ¿Cómo me siento? A ver… no soy muy objetivo, porque Uruguay es mi raíz, es mi todo. Fui arrancado del país a los quince años. Somos exiliados políticos, tuvimos que huir. Primero hacia Argentina, y después a Europa. Entonces, Uruguay siempre fue para mí aquello que perdí, que años después recuperé, pero que nunca pude hacer completamente mío… porque ya no era ni de aquí ni de allá, al menos desde un punto de vista. Ahora bien, yo nunca me sentí de allá. Nunca me sentí europeo. Siempre digo que me "hiperuruguayicé". Llegué a Europa a los quince, y sí, la vida me llevó a hablar cuatro idiomas como hablo el español. Pero nunca, jamás, pude cortar esas raíces. ¿Cómo veo el Uruguay de hoy? Tengo sentimientos encontrados. Por un lado, lo lindo, lo divino de su gente, lo maravilloso que es para mí volver a Montevideo cada vez. Pero por otro lado, también está la otra cara de la realidad, las más de cinco mil personas en situación de calle... eso me pega mucho. El deterioro de la ciudad… que mis ojos no pueden ocultarle a mi corazón. Entonces, siento que hay mucho por hacer y quiero ser parte de eso.
Sé que es un hombre multifacético y quisiera que me cuente sobre un aspecto muy particular, que a mí en lo personal me sorprendió: es maestro de bailes cubanos.
Yo soy hijo del candombe. Vengo de Jacinto Vera, un barrio muy candombero. Desde pequeño me acercaba a las lonjas, al chico, al piano… y esa clave, ese pulso, me fue habitando desde entonces. Cuando llego a Europa a los quince años, se da naturalmente un vínculo entre lo afro-uruguayo y lo afro-cubano. Comienzo a formarme con maestros cubanos en diferentes ciudades, Milán, Barcelona, Madrid, Roma… Como tú sabes porque sos cubana, los bailes cubanos -fuera de lo folclórico- son bailes empíricos. No surgieron primero de un libro, sino de la práctica misma, de la creación colectiva y espontánea del pueblo cubano. En el caso de lo que llaman “salsa cubana” -que en realidad es casino-, eso fue aún más empírico. Nació en 1956, en el Casino Deportivo de Miramar, con un grupo de chicos que ni siquiera sabían que estaban inventando un nuevo estilo. En matinés y clubes se empezó a decir: “Ahí vienen los del casino”, y así se fue nombrando también el baile. Y entonces me doy cuenta de que tengo algo que ver con eso, no solo como bailador, sino también como docente. Comienzo a dar clases, abro una estructura en Suiza y empiezo a competir. Todo se dispara a principios de los años 2000, cuando obtenemos el podio en el Campeonato Mundial de Rueda de Casino. Fui campeón del mundo, vicecampeón y dos veces tercero. Tengo un recorrido largo y, como todo lo que he hecho en mi vida, fue a puro pulmón, a pechera limpia y con mucho atrevimiento.
A partir de ahí empiezo a marcar mi propio camino. Y te lo digo con toda humildad, aunque suene grandilocuente, incluso los propios cubanos me consideran el maestro de bailes cubanos más contratado e invitado del mundo. Enseñé en 350 ciudades de 94 países, en los cinco continentes. En lugares donde cuesta creer que se baile salsa, Mongolia, Sudáfrica, Malaui, Alaska, Nueva Zelanda… Y yo todavía no sé bien por qué me llamaron tanto. Porque bailadores cubanos que bailan mejor que yo, hay millones. Profesores que enseñan mejor que yo, miles. Pero debe ser una amalgama de cosas, por ejemplo cómo presento las clases, el respeto que tengo por la cultura… Yo siempre digo que cada paso de baile que doy, lo doy pidiéndole permiso a Cuba.
Tengo un vínculo muy fuerte con varios de los fundadores del casino Juanito Gómez “El Abuelo”, el finado Pepe Argote -que falleció antes de que pudiera llevarlo a Europa-, Joaquín Roche “El Oso”, entre otros. Ellos me transmitieron material muy valioso, inédito incluso. Y gracias a eso, hoy también soy uno de los cinco directivos de la Federación Mundial de Casino. Y el único no cubano.
¿Y qué me puede decir de su faceta como letrista de músicos cubanos? ¿Cómo empezó?
Soy escritor. Escribo tanto en francés como en español; he publicado varios libros. Y también publico textos y poemas en mis redes sociales. Un día, de forma inesperada, recibo un mensaje privado por Messenger… directo, del gran Mayito Rivera. Sí, el excantante de Los Van Van. Yo ya había bailado con Los Van Van en el escenario varias veces, pero era uno más entre muchos, así que él no se acordaba de mí como bailador. Entonces me escribe y me dice algo como: “Tremendo texto el tuyo. Quiero ponerle música”. Yo quedé sorprendido. Le pregunté: “¡Qué honor, Mayito! Pero… ¿de cuál texto me hablás?”. Porque en esa época yo publicaba hasta tres textos por día. Descubrí cuál era y comenzamos a trabajar en ponerle música. Fue hermoso. Pero eso con él no se dio aunque la canción ya estaba escrita.
Embed - Pedrito Calvo Jr y su Orquesta - CASINERO Sí O Sí (Official Video)
Era una canción que hablaba del casino, del baile, y de toda una discusión que había en torno a los métodos de enseñanza del estilo. En ese contexto, retomé los famosos versos de Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” y los transformé en “Casinero, no hay casino, se hace casino al bailar”. A partir de ahí, desarrollé la letra. En ese momento, había una voz que me gustaba mucho, la de Pedro Calvo Junior, el hijo de Pedrito Calvo -sí, el del sombrero, el mítico de Los Van Van-. Pedrito Junior tiene una voz maravillosa. A él le encantó la idea, aceptó grabarla, y le pusimos música. Así nació mi primera canción: Casineros sí o sí. Dos años más tarde, esa canción se convirtió en el tema oficial de uno de los Récords Guinness de la mayor rueda de casino del mundo.
Y a partir de ahí empecé a trabajar con varios grandes cantantes de Los Van Van, como Robertón y Lele, entre otros. La canción que más ha funcionado hasta ahora se llama Un collar. La canta Emilio Frías, El Niño. Esa es, sin duda, la más exitosa de todas las que he escrito. Así que sí… tengo esa faceta de letrista, que sigo desarrollando. Y ahora, justamente, quiero escribir más.
Embed - Empieza Mi Son Pablo Timba y su Timbacalle ft Roberton
¿En estos momentos está de vacaciones en Uruguay?
No, estoy trabajando, trabajando mucho. También soy caricaturista. Hice una exposición en el Museo de Peñarol, y el año pasado ya había presentado otra en el Museo del Fútbol, en el Estadio Centenario porque el fútbol es una enfermedad que tengo, una pasión incurable. Trato de vincular justamente ese amor por el fútbol con mi quehacer artístico. En este viaje también estuve en Argentina, donde expuse en el Museo de River Plate y fui jurado en un campeonato de danzas de América que tuvo lugar en la Patagonia.
Ya que lo menciona, ¿le parece bien si hablamos del dibujo? ¿Qué lugar ocupa hoy entre todas sus formas de expresarse artísticamente?
Como decís, cada expresión forma parte del mismo todo. Yo no tengo hobbies. Ni el baile, ni el dibujo, ni la escritura son hobbies para mí. Vivo de los tres. Mi quehacer artístico tiene, digamos, tres puntas. Y el dibujo fue la primera de todas.
Desde los cuatro o cinco años, lo único que hacía era dibujar. Mis compañeritos de escuela se acuerdan de mí como el pibe que siempre estaba dibujando y no hacía otra cosa.
Y desde lo profesional, esa faceta también surgió -como muchas otras cosas en mi vida- por una mezcla de desfachatez y atrevimiento.
Tenía 22 años, vivía en Suiza, en un hogar de jóvenes en Veyrier, un día miro mis dibujos y pienso: "A dos cuadras está el diario más importante de Suiza... ¿y si voy?". Sin analizarlo mucho, armé un cartón con mis dibujos, me presenté en la recepción y dije que quería publicar ahí. La secretaria me miró raro, me dijo que no era posible hablar con el director. Pero justo, como en las películas, el director salió por una puerta. Corrí, le mostré los dibujos… y a la semana ya estaba haciendo una portada para el diario. Así empezó todo.
Desde entonces, hice muchas exposiciones, publiqué en revistas europeas, y soy caricaturista de la publicación cubana DDT. Si entrás al sitio de DDT y buscás la sección “La tropa”, ahí estoy, entre los cubanos. Como siempre en mi vida: metido entre cubanos.
¿Y qué es lo que le atrae de la caricatura como forma de expresión?
Es algo bastante especial, porque soy sobre todo especialista en caricatura personal, de rostros más que de textos. La caricatura no busca representar “la verdad” como una foto. Es una deformación de la realidad, sí, pero a través de esa deformación uno intenta capturar algo más profundo… algo del alma. Puede sonar cursi, pero es cierto. Uno trata de ir más allá de lo físico. Y a veces, lo logra.
La caricatura me ha traído muchas cosas buenas: reconocimiento, exposiciones, publicaciones… pero también conflictos. Críticas. Enojos. Incluso políticos que han despotricado contra mí.
Me ha traído juicios también. Porque claro, la caricatura puede ser un arma. Es un arma de denuncia. Uno de los primeros en utilizarla así fue el francés Daumier, en el siglo XIX. Y desde entonces, no ha dejado de provocar reacciones. Es parte de su esencia.
Y me comentaban que va a hacer caricaturas para Caras y Caretas.
Sí, voy a colaborar con Caras y Caretas, y a partir de ahí ver cómo compagino mi presencia en Europa con una posible -y esperada- futura presencia acá. Yo quiero volver, pero hoy por hoy tengo dos impedimentos importantes. El primero es mi hija, que tiene 25 años y vive allá, entre su madre y su propia independencia. Pero yo… donde está mi hija, estoy a diez minutos. Y el segundo es mi madre, que tiene 93 años. Hoy está bien, vive sola y se maneja bien. Pero si yo me radicara lejos de ella, siento que sería un golpe muy duro. A esa edad, cada día cuenta, y sería muy cruel de mi parte decirle: “Mamá, me voy”. Son dos temas delicados, claro. Pero, aún así, veo mi futuro muy ligado a Uruguay.
Creo que es momento de pasar o su trabajo como escritor. ¿Siente que logró realizarse en ese sentido?
Qué buena pregunta… Tengo ganas de decirte que sí, porque he publicado varios libros. Pero si soy sincero, fuera de todo lo que ya te conté -el baile, el dibujo- lo que yo realmente quería ser… era poeta. Eso es lo que yo soñaba. Y sí, escribo canciones, escribo poesía también, pero no lo logré del modo en que lo hubiera querido. Digamos que yo amaba profundamente a la poesía… pero la poesía tenía otros amantes. Mejores, quizás. Igual, guerreando en lo mío, algo logré. Tengo escritos cinco libros en francés, y ahora estoy trabajando en dos más. En español, por ahora, publiqué uno solo, el año pasado, acá en Uruguay. Es un poema-relato.
Me expreso con total fluidez tanto en español como en francés. Durante muchos años escribí sobre todo en francés, porque vivía en Ginebra, y los editores con los que trabajaba estaban en París. Entonces publiqué principalmente en editoriales parisinas.
Mis libros más conocidos forman una trilogía titulada El mundo alrededor de la salsa. Pero en realidad no hablan mucho de baile. Es solo la excusa. Son cuadernos de viaje, carnets, donde mezclo géneros: prosa, poesía, crónica, anécdota… Literatura pura. Tuvieron buena aceptación. Escribí esos tres libros en seis años, y con una condición: debía escribir cada uno desde el país en el que me encontraba. Y claro, para eso… tenía que escaparme. Donde fuera que me invitaran -me contrataban, me pagaban el viaje, el hotel-, yo buscaba escaparme, porque la gente en todas partes del mundo es tan hospitalaria que a veces te cuidan como un bebé y no te dejan solo ni un minuto.
Y para escribir, yo necesitaba vivir. Así que me perdía en ciudades extrañas, me metía en líos, casi termino preso, me quisieron matar… de todo. Y todo eso, claro, alimentó mis libros.
También escribí teatro en Suiza. Así que hay dos obras más por ese lado. Y el libro que publiqué en español el año pasado fue un poema largo que leí en el auditorio del Museo del Fútbol, durante una de mis exposiciones. Ese texto nació a partir de un gol. Un gol de una gran estrella uruguaya: Antonio Alzamendi, en el Mundial del 86, contra Alemania. Yo tenía 22 años cuando vi ese gol. Y por esas vueltas de la vida -que darían para otra entrevista entera- terminé teniendo el número de WhatsApp de muchos de mis ídolos, incluyendo el de Alzamendi. Hablamos de ese gol. Y fue tan increíble que hoy, tantos años después, pudiera hablar con él, que decidí contar mi vida entera a partir de ese hecho. El resultado fue un poema que, leído en voz alta, dura 42 minutos.
¿Después de este recorrido por su trayectoria, le molesta si volvemos al inicio de la entrevista para recordar cómo recibió la noticia de que Montevideo lo nombraba Ciudadano Ilustre?
Me lo comunicó Rafael Michelini, justamente por WhatsApp. Y te voy a decir las cosas como son, porque me gusta decir la verdad: estaba saliendo de la ducha. Estaba desnudo y por eso lo cuento así. Porque esa noticia me agarró como vine al mundo. Desnudo. Cuando me dieron el reconocimiento, escribí un texto que leí en la ceremonia. Mi manager me dijo: “Eso no lo vas a leer”. Y le dije: “Sí, lo voy a leer”. Porque habla de la desnudez en todos los sentidos: física, emocional y existencial.
En lo anecdótico, fue eso. Pero en lo profundo, en mi interior, mi corazón reaccionó con una mezcla de asombro y duda. Pensé: “¿No se habrán equivocado? ¿Esto es para mí?”. Miré hacia atrás, por si había alguien más en la habitación. Porque te soy sincero: yo siempre fui de barrio. Siempre digo que soy de la panadería y del almacén. Y lo seguiré siendo. De pronto, me empezaron a llover honores, invitaciones a programas de televisión… y es mucho. Entonces viene esa voz interna -la de mi padre, que ya no está- que me decía: “¿Seguro que te lo merecés?”. Mi padre nunca me tuvo mucha confianza. Y uno se queda con eso. Podés haber logrado mil cosas, pero si la número 1001 falla… te vas a quedar con esa. Así que tuve que luchar contra esa voz interna, esa sensación de que quizá no era suficiente. Pero bueno, me presenté, me mostré entero… y fue un momento muy, muy lindo.
Esteban… para finalizar ahora se me ocurre una pregunta: si su vida fuera un poema, ¿cómo lo titularía?
Mirá, como exiliado político, fui apátrida. Me quitaron el pasaporte. Durante nueve años, junto a mis padres, no tuvimos nacionalidad. En algún momento, alguien en Argentina quiso hacer una película sobre mi vida, pero no consiguió los fondos. No sé si puede ser un título, pero sí una frase importante: De apátrida a Ciudadano Ilustre. Creo que eso resume bastante. Dos polos opuestos. Una vida que demuestra que el destino puede cambiar. Que lo aparentemente inconciliable… a veces, se reconcilia.